NOVENA CORRIDA DE LA FERIA DE SEVILLA

El Curro de los truenos

Plaza de Sevilla. Novena corrida de feria. Toros de Sayalero y Bandrés, desiguales de presentación, la mayoría sin trapío, sospechosos de pitones, escasos de casta e inválidos. Chicuelo: pinchazo hondo (silencio). Pinchazo, otro hondo caído y rueda de peones (protestas). Curro Romero: pinchazo, rueda de peones, intenta el descabello, y estocada caída (pitos). Pinchazo saliendo perseguido, estocada corta baja y rueda de peones (bronca y almohadillas). Manili: cinco pinchazos, estocada y rueda de peones. La presidencia le perd...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Plaza de Sevilla. Novena corrida de feria. Toros de Sayalero y Bandrés, desiguales de presentación, la mayoría sin trapío, sospechosos de pitones, escasos de casta e inválidos. Chicuelo: pinchazo hondo (silencio). Pinchazo, otro hondo caído y rueda de peones (protestas). Curro Romero: pinchazo, rueda de peones, intenta el descabello, y estocada caída (pitos). Pinchazo saliendo perseguido, estocada corta baja y rueda de peones (bronca y almohadillas). Manili: cinco pinchazos, estocada y rueda de peones. La presidencia le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio). Tres pinchazos y estocada corta, de la que sale trompicado (ovación y saludos). Curro Romero fue despedido con lluvia de almohadillas. De nuevo hubo un lleno de «no hay billetes».No hubo espectáculo más que con Curro, que ayer volvió a ser el de los truenos, y fue para tirarle almohadillas. En realidad tampoco hubo corrida, salvo a ratos muy breves, pues casi toda resultó un fraude.

Los toros, a salvo un par de ellos, apenas tenían trapío, pero no era esto lo peor. No salió ni uno astifino y casi todos exhibían unas sospechosísimas terminaciones extrañamente cortas y escobilladas. Carecían de fuerza y los tres primeros rodaban continuamente por la arena. Casta tampoco se les vio, aunque los puyazos iniciales los tomaran con cierta alegría, que por supuesto no les duró nada. Al último tercio llegaban aborregados.

El primero de Curro era un caso de invalidez tan galopante y lastimosa, que pedía a gritos la Seguridad Social. Sin embargo, el pobre toro, lejos de tener la Seguridad Social, tuvo a Curro. Curro, para los otros -no sólo para los espectadores- es una paliza. Se ha especializado en levantarles dolor de cabeza mediante un macheteo terco y agrio, y si le dejaran un poquito de tiempo más, llegaría a matarlos a trapazos. En estas circunstancias, los toros acaban por renunciar a coger a Curro -que es a lo que cree Curro que salen los toros- y buscan desesperadamente el refugio de las tablas.

Al otro que le correspondió al faraón de Camas, un precioso ejemplar castaño, largo y discretamente armado, nadie se encargó de fijarlo ni de lidiarlo y correteó a su aire por el ruedo durante los dos primeros tercios. Es decir, que aquello era una capea. Pero si seria bueno el toro que, aun con semejantes malos ejemplos, no aprendió nada y llegó santo a la muleta. Curro, que no se fiaba, le macheteó terca, afanosa y desordenadamente, y en este trajín estaba cuando cayó en la cuenta de que si hacía un poco de esfuerzo podía sacar la faena por lo fino que todos le estamos esperando. Así que, de repente, irguió la figura, levantó la ceja, adelantó la muleta. Acudió el castaño bonito sin problemas, pero Curro tenía el día sieso y no daba una a derechas. La franela salía enganchada de cada pase. El artista se aliviaba con el pico hasta la exageración. Solemne y hierático en el cite, cuando habla de correr la mano se arrugaba, para poner espacio entre los pitones y su pinturera persona. La expectación no decrecia, sin embargo, por si aquellos propósitos producían el milagro del torero. Hasta que se oyó una voz: « ¡Curro, que te llega el culo al callejón! ».

No hubo más. Volvió el macheteo. En el pinchazo perdió la muleta, salió perseguido y no resultó cogido gracias al revuelo de un capote providencial. La Maestranza se cerró en bronca y cayeron almohadillas. Más tarde, al abandonar el torero la plaza, le lloverían con furia huracanada. Ha matado diez toros en la feria, dicen que ha cobrado por ello otros tantos millones, y no se le ha visto nada. Pero al parecer ésta es parte de su gloria. Comentaba uno: «Curro es así». Vale: La Maestranza también es así. Y el currismo sigue en su sueño. Ya tiene cifradas sus ilusiones en la próxima feria.

Con Curro alternaban Chicuelo, que ni loco se iba a acercar a sus toros, estaría bueno, y Manili, voluntarioso coletudo metido a calzador en un cartel de arte. Naturalmente fue Manili el único que demostró vergüenza torera: relcibió a uno de sus toros a porta gayola, bulló, se arrimé, ligó pases, hizo una faena meritoria en el tercero de la tarde, etcétera, pero la tosquedad de su estilo no podía satisfacer las ganas que tenemos todos de ver torear.. Además, con la espada lo hizo fatal.. El público aplaudió su voluntad. O sea, que se le agradecen los servicios prestados, y a otra cosa. En resumen, que la corrida no valió un duro, aun incluyendo en el inventario a Curro el de los truenos.

Como viene siendo tradicional, la feria se cierra esta tarde con la corrida de Miura, a la que se enfrentarán Dámaso González, Juan Antonio Campuzano y Luis Francisco Esplá. Este año se ha añadido una corrida más, que será la de Guardiola, y que despacharán Macandro, Antonio Chacón y Pepe Luis Vargas. Será transmitida por Televisión Española.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En