Crítica:MÚSICA CLASICA

Un programa atípico de la Orquesta Nacional

Dos obras de Gabriel Fauré (Balada y Pelléas), Ma mére l'oye, de Ravel, y la suite de El pájaro de fuego, constituyen un programa bien fuera de los usos y abusos de nuestras orquestas, que, por ellos, se han convertido en mejores intérpretes -y ejecutantes- de Brahms, Chaikovski o Mahler que de los pentagramas más próximos a nuestras. ensíbilidad y tradición cultural.Bien se vio ahora, pues la Orquesta Nacional -un día excelente traductora de Debussy o Ravel, bajo la batuta de Argenta- ofreció a Gabriel Chmura, el director israelí, Premio Karajan 1971, una débil respuesta....

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Dos obras de Gabriel Fauré (Balada y Pelléas), Ma mére l'oye, de Ravel, y la suite de El pájaro de fuego, constituyen un programa bien fuera de los usos y abusos de nuestras orquestas, que, por ellos, se han convertido en mejores intérpretes -y ejecutantes- de Brahms, Chaikovski o Mahler que de los pentagramas más próximos a nuestras. ensíbilidad y tradición cultural.Bien se vio ahora, pues la Orquesta Nacional -un día excelente traductora de Debussy o Ravel, bajo la batuta de Argenta- ofreció a Gabriel Chmura, el director israelí, Premio Karajan 1971, una débil respuesta.

Francisco Corostola, ese buen pianista que admiramos cada día en su trabajo con la ONE, tocó con mesura y correción la parte solista de la Balada, pero, como el resto, no llegó a ingresar en el mundo de Fauré, un inundo, es verdad, difícil, su til, casi inaprehensible, vecino a Saint-Saëns (a quien la obra está dedicada) y preludial de Claudio Debussy y Mauricio Ravel. Corostola dijo -aunque lo dijese bien- más que sugiró.

Teatro Real

Orquesta Nacional. Director: Gabriel Chmura. Solista: F. Corostola. Obras de Ravel, Fauré y Stravinski. 20. 21 y 22 de febrero.

En cuanto a Ma mére l'oye, si la idea de Chmura, en líneas generales, fue buena, la realización resultó gruesa, tanto por falta de planos como por escaso refinamiento en los matices. Sobre todo: la banda dinámica estuvo sobrada de decibelios y, en ocasiones, hasta la afinación se resintió, y baste recordar el comienzo de la Pavana.

Todo alcanzó mayor altura, riqueza de color y vitalidad en El pájaro de fuego stravinskiano, tantas veces tocado por la ONE, que provocó, justamente, los mayores aplausos de lajornada.

Es difícil, a la vista de unos resultados tan discutibles, afirmar que Chmura es un buen director. Y, sin embargo, así me lo pareció desde el día que lo escuché en Berlín, cuando el concurso Karajan. Su gesto resulta claro su mando, firme; su imaginación, sonora, y su criterio musical, de evidente talla. Hemos de pensar, pues,. en escasez de ensayos, en falta de hábito de nuestras formaciones frente a cierto repertorio (que aquí casi no lo es) y hasta en una cierta burocratización del trabajo artístico.

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