Crítica:'POP'

Camel: "rock" sinfónico, pacífico y aburrido

El grupo sinfónico Camel posee dos notas simpáticas. Su mismo, nombre, lleno de sugerencias, y el hecho de que España sea el único país donde tienen verdadero éxito. Tal vez por ello vengan con regularidad implacable y casi llenen el pabellón del Real Madrid de un público que los habituales denunciaban como poco habitual. Camel forma parte de una línea dentro del rock que se caracteriza por su ampulosidad conceptual y. una irrefrenable tendencia a hacer pasar por gran música lo que en muchas ocasiones no son más que divagaciones instrumentales. Un concierto de esta gente puede parecer, a quie...

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El grupo sinfónico Camel posee dos notas simpáticas. Su mismo, nombre, lleno de sugerencias, y el hecho de que España sea el único país donde tienen verdadero éxito. Tal vez por ello vengan con regularidad implacable y casi llenen el pabellón del Real Madrid de un público que los habituales denunciaban como poco habitual. Camel forma parte de una línea dentro del rock que se caracteriza por su ampulosidad conceptual y. una irrefrenable tendencia a hacer pasar por gran música lo que en muchas ocasiones no son más que divagaciones instrumentales. Un concierto de esta gente puede parecer, a quienes disfrutan con ellos, algo repleto de matices; a. quienes se aburren con lo mismo, algo lleno de fuegos artificiales baratos.

Resultaba bien significativo que de cuando en cuando, y con la menor excusa, la gente se levantara del duro suelo, como buscando en la vertical algo de la marcha y la animación que no existía. Vano intento; al poco rato todo el mundo estaba sentado, respirando trabajosamente humos diversos, aplaudiendo su propio, esfuerzo, su haber pagado seiscientas pesetas, sus ansias de diversión en el seno del' tedio.

Sólo así se justifica que un concierto aburrido, antiguo Y falto de imaginación, resultara al final un éxito, moderado, pero éxito. Las notas iban y venían, los solos de teclados, guitarra y viento se sucedían más por costumbre que por exigencias del guión, y todo resultaba laxo más que plácido, blando más que etéreo, ñoño más que lírico.

La única objeción para que estos conciertos tengan lugar en España y que sus incondicionales los disfruten en pleno uso de sus derechos reside en que hay mucho y muy interesante, más nuevo y excitante, por ahí fuera. Que Gay piensa traer cosas tan bellas como Kraftwerk, Bruce Springsteen, Status Quo o Larry Coryell, todos ellos buenos ejemplares de los setenta. Que, ni por asomo, se percibe la posibilidad de que vengan Ultravox, Visage, Spandau Ballet, Adam and the Ants, The Jam, The Clash y demás.

Las razones que se esgrimen para traer a España y al resto de Europa exclusivamente lo seguro pueden ser válidas para los comerciantes. Para la gente en general significa permanecer al margen de lo que realmente está sucediendo, cuando en buena ley no tendría por qué suceder así. Camel es un ejemplo de la autocomplacencia del tinglado musical en nuestro país y ellos son los que menos culpa tienen. Simplemente aburren a las ovejas y ponen luces en el escenario. Es muy poco para 1981.

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