Después de la pesadilla

Algunos ex cautivos revelan malos tratos

Antes de que los 52 repatriados de Teherán cumpliesen su primer día de libertad, dos de los rehenes liberados en noviembre de 1979 y Richard Queen, que lo fue en agosto de 1980, han empezado a hablar de las condiciones de detención a que fueron sometidos y de los malos tratos sufridos.Uno de ellos, Lloyd Rollins, que, como los demás, había guardado silencio, hasta ahora, para no poner en peligro a sus compatriotas que seguían cautivos, reveló el martes por la noche a la cadena de televisión norteamericana NBC que había sufrido malos tratos. Dijo que durante los primeros días de cautiverio fuer...

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Antes de que los 52 repatriados de Teherán cumpliesen su primer día de libertad, dos de los rehenes liberados en noviembre de 1979 y Richard Queen, que lo fue en agosto de 1980, han empezado a hablar de las condiciones de detención a que fueron sometidos y de los malos tratos sufridos.Uno de ellos, Lloyd Rollins, que, como los demás, había guardado silencio, hasta ahora, para no poner en peligro a sus compatriotas que seguían cautivos, reveló el martes por la noche a la cadena de televisión norteamericana NBC que había sufrido malos tratos. Dijo que durante los primeros días de cautiverio fueron atados a sillas y mesas y que las mujeres fueron sometidas a la «ruleta rusa» para tratar de sacarles información.

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Estas declaraciones fueron confirmadas por una de las mujeres liberadas en noviembre de 1979, Elizabeth Montagne, con quien se habló poco después por teléfono, y por un portavoz del Departamento de Estado, David Passage, implícitamente.

Richard Queen, liberado por razones de salud en agosto de 1980, hizo revelaciones similares ante los micrófonos de la CBS. Declaró que una noche, calificada por los repatriados como «la noche de la Gestapo», unos estudiantes islámicos, la mayor parte de ellos cubiertos por máscaras y armados con fusiles automáticos, aislaron a los norteamericanos por pequeños grupos. «Fuimos alineados contra una pared», dijo Queen. «Gritaban y gesticulaban. Creímos que nos iban a matar», añadió.

Afirmó también que jamás había simpatizado con la revolución islámica y que se sentiría feliz si el actual régimen religioso se hundiera. Con relación a los dirigentes religiosos islámicos, manifestó que algunos de ellos trataban bien a los rehenes, pero que otros eran unos cerdos, hacia los que no sentía «más que odio y desprecio».

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