LA LIDIA

Alarmante descenso en la organización de novilladas

Un número alarmantemente escaso de novilladas con picadores se ha celebrado durante la temporada de 1980. La cifra -235 festejos- es la más baja de los últimos treinta años, con gran diferencia sobre la media que ofrece dicho período en espectáculos de este tipo.

La situación es muy grave de cara al futuro de la fiesta. Mientras no se celebren más novilladas -por lo menos el doble de las que han tenido lugar este año- será imposible la normal evolución del espectáculo y el consiguiente relevo del escalafón de matadores, que se encuentra en un momento de absoluta mediocridad, anticuado y...

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Un número alarmantemente escaso de novilladas con picadores se ha celebrado durante la temporada de 1980. La cifra -235 festejos- es la más baja de los últimos treinta años, con gran diferencia sobre la media que ofrece dicho período en espectáculos de este tipo.

La situación es muy grave de cara al futuro de la fiesta. Mientras no se celebren más novilladas -por lo menos el doble de las que han tenido lugar este año- será imposible la normal evolución del espectáculo y el consiguiente relevo del escalafón de matadores, que se encuentra en un momento de absoluta mediocridad, anticuado y sin recursos no ya para ilusionar, sino ni siquiera para centrar la atención de los públicos.En realidad, el problema de las novilladas tiene solución. Sería muy difícil relanzarlas si el gremio empresarial taurino fuera muy atomizado y repartido, pues la causa principal de que apenas se organicen novilladas picadas es, al parecer, que su rentabilidad económica no está clara y los empresarios de tipo medio no pueden soportar las pérdidas. Pero la estructura empresarial es totalmente la contraria: el porcentaje mayor de las plazas, y además las de mayores rendimientos, está en manos de un reducido grupo de empresarios-exclusivistas, con importante potencial económico, los cuales pueden afrontar la tarea de montar novilladas de forma masiva, como verdadera inversión de cara a un futuro inmediato de la fiesta. Ellos mismos habrían de ser los beneficiarios de esta campana, que necesariamente produciría el remozamiento del escalafón de matadores y revitalizaría la fiesta.

Las propias entidades públicas que tiene cosos en propiedad y los arriendan no pueden desentenderse del problema y, por tanto, deberían incoporar a los pliegos de condiciones de las subastas importantes incentivos para que los adjudicatarios aumentaran la organización de novilladas. Este es el caso, por ejemplo, de la Diputación de Madrid, propietaria de Las Ventas, que quizá se vea en la necesidad de sacar el próximo año la plaza a concurso y tendría entonces ocasión de facilitarla reducción del disparatado canon de arrendamiento actual, a cambio de que la empresa arrendataria se comprometiera a desarrollar amplias temporadas, de no menos de nueve meses de duración, con abundancia de novilladas picadas.

También ha disminuido esta año el número de corridas de toros -429, frente a las 488 de la temporada anterior-, pero las causas son muy distintas. Los ganaderos redujeron la producción de reses en número muy considerable para provocar la subida de precios, por otra parte absolutamente necesaria en muchos casos, porque la mayoría de las explotaciones ganaderas eran deficitarias.

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