Crítica:

Matchbox, "rockabilly " en carne y hueso

Si el National Jazz Enssemble era la América bien trajeada, lo de Matchbox en el Monumental era la América rocker y sudista recreada por un grupo de ingleses frente a una audiencia descaradamente ibérica. El mundo de los rockers es una de las historias más tiernas que puedan darse en el mundo de la música más o menos joven. Estas gentes de patilla en ristre, vaqueros vueltos, cazadoras tachueladas y expresión de dureza mal contenida son verdaderos sobrevivientes en sus propias creencias.Las modas pasan por ellos como suave rocío sobre los campos: apenas se inmutan. Y esta ...

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Si el National Jazz Enssemble era la América bien trajeada, lo de Matchbox en el Monumental era la América rocker y sudista recreada por un grupo de ingleses frente a una audiencia descaradamente ibérica. El mundo de los rockers es una de las historias más tiernas que puedan darse en el mundo de la música más o menos joven. Estas gentes de patilla en ristre, vaqueros vueltos, cazadoras tachueladas y expresión de dureza mal contenida son verdaderos sobrevivientes en sus propias creencias.Las modas pasan por ellos como suave rocío sobre los campos: apenas se inmutan. Y esta basca pendenciera casi echaba el moco escuchando a Matc1ibox. Ya antes de los ingleses, el grupo Coyote (de aquí) dejó un buen sabor de boca.

El rockabilly es música directa y sencilla, los principios del rock and roll, cuando éste todavía conservaba sus acentos campestres y un ritmo algo trotón. Luego las cosas se complicarían, pero para la historia quedan nombres como Buddy Holly, Sweet Gene Vincent, algo de los Everly Bros, Eddie Cochran, Elvis o Bill Haley. Este estilo, aquellas canciones y otras propias es lo que hace Matchbox, un grupo de rockers que ya no cumplirán en ningún caso los veinte años. Y lo hacen bien, hasta el punto de que su cantante se pone chaqueta de cuero negro cuando toca cantar a Vincent, se tira por los suelos junto al guitarra y marcan el compás todos juntos, como está mandado.

Lo único malo es que tanto rock fue desaprovechado por muchos cuerpos ante la presencia incontestable de numerosas filas de asientos, característica muy común en los teatros y que les convierte en escenarios poco apropiados para según qué fiestas.

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