La segunda muerte de Aldo Moro

En la famosa piazza del Gesú, sede de la Democracia Cristiana, el partido de mayoría relativa, se están instalando los nuevos líderes vencedores del último congreso. Se trata del nuevo secretario general, Flaminio Piccoli, jefe de la corriente de centro del partido, los doroteos, que fueron siempre el eje del poder durante treinta años y que en los últimos tiempos, con la entrada de Zaccagnini a la secretaría, habían, empezado a declinar ante el viento de «una forma nueva de hacer politica», patrocinada por la base joven del partido, que se identificaba con el honorable Zaccagnini.

Con ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

En la famosa piazza del Gesú, sede de la Democracia Cristiana, el partido de mayoría relativa, se están instalando los nuevos líderes vencedores del último congreso. Se trata del nuevo secretario general, Flaminio Piccoli, jefe de la corriente de centro del partido, los doroteos, que fueron siempre el eje del poder durante treinta años y que en los últimos tiempos, con la entrada de Zaccagnini a la secretaría, habían, empezado a declinar ante el viento de «una forma nueva de hacer politica», patrocinada por la base joven del partido, que se identificaba con el honorable Zaccagnini.

Con Piccoli ha entrado en el partido como presidente, como sucesor de Moro, secuestrado y asesinado por las Brigadas Rojas, Arnaldo Forlani, el hijo espiritual de Amintore Fanfani, expresión de la parte más conservadora del partido. Estos nuevos líderes, que representan una Democracia Cristiana de centro-derecha, están ya asignando los nuevos cargos del partido. El grupo de oposición, que representa un, 42% del consejo nacional y que está formado por Zaccagnini y Andreotti, derrotados en el congreso, se está negando a aceptar cargos de todo tipo. En treinta años de vida democristiana ha sido la primera vez que este partido, que es el único que «nunca se ha dividido», no ha conseguido obtener un compromiso para poder dar, como lo había hecho siempre, una visión unitaria del partido. Esta vez, la nueva izquierda que se ha creado dentro de la DC ha preferido mantener su identidad y quizá esperar tiempos mejores.Los hombres de la nueva secretaría están caracterizados por la convicción de que en este país los «comunistas no deberán entrar nunca en el Gobierno junto con los democristianos», aunque' aceptan que los comunistas les ayuden, fuera del Gobierno, a sacarle las castañas del fuego en los momentos cruciales. Deberán gobernar con los socialistas y con los demás partidos llamados «laicos", pero declarando, como lo hizo ayer Fanfani en una entrevista, que los democristianos deberán seguir manteniendo la presidencia del Gobierno, porque los electores, hoy por hoy, siguen dando el mayor número de votos a este partido para que mantenga las riendas del poder.

No hay herederos

Es una línea claramente opuesta a la que había seguido Aldo Moro, el gran estadista del partido, hasta el momento de ser secuestrado y asesinado por las Brigadas Rojas. De hecho, a este cambio hacia la derecha del partido de Moro se le está llamando en la prensa progresista del país «la segunda muerte de Moro» o bien el «golpe de quienes nunca habían necesitado de Moro». El ideólogo católico Pietro Scoppola ha escrito ayer que lo que acaba de suceder en la Democracia Cristiana demuestra que «Moro no ha dejado herederos».El nuevo curso del partido de Degasperi está creando graves preocupaciones, sobre todo en la izquierda del país. Los comunistas han llegado a decir que sería mejor que se rompiera el partido «para poder seguir dialogando con quienes no han renegado la política de solidaridad nacional de Moro y han declarado que desean mantener un diálogo más estrecho con los socialistas, aunque éstos puedan verse obligados a mantener, por su parte, una situación parlamentaria diferente. A los socialistas les resulta hoy más difícil volver a un nuevo centro-izquierda con una Democracia Cristiana más de derechas. Desearían abrir la crisis de Gobierno, pero al mismo tiempo saben que se va a tratar de una crisis muy dura y larga y que podría desembocar en la cuarta crisis consecutiva de legislatura, cosa que, por otra parte, es lo que menos preocupa a los nuevos dirigentes democristianos. Hay quien aseguró que, en realidad, la Democracia Cristiana, arrinconados Zaccagnini y Andreotti, desea ardientemente poder volver a las urnas para rehacer el partido en clave anticomunista, asegurando a los electores que la Democracia Cristiana «jamás gobernará con los comunistas», convencidos que una ampaña de este tipo_podrá devolver al partido los votos perdidos en los últimos años, ante lo que ellos llamaban la ambigüedad del grupo Zaccagnini, que deseaba llegar a un acuerdo a largo plazo con los comunistas, mientras la fuerza de la DC consiste, según ellos, precisamente en que es un partido que siempre se presentó al país como la salvaguardia contra el comunismo y a favor de todas las libertades.

Desempolvando las "confesiones de Moro"

Quienes ven en esta nueva gestión democristiana el verdadero «entierro político» de Aldo Moro y de su estrategia de colaboración con las fuerzas de izquierdas, han empezado a desempolvar los escritos de Moro desde la cárcel en donde las Brigadas Rojas lo tuvieron prisionero, interrogándole día y noche.Lo cierto es que el juicio que Moro hizo durante sus días de encerrona terrorista de los nuevos dirigentes de su partido no son ciertamente positivos. Se puede decir que tanto a Piccoli como a Forlani, Moro los consideraba dos figuras de segundo orden. A Forlani no le estribió ninguna carta. A Piceoli una sola, como presidente del grupo de diputados del partido. Es una carta casi burocrática en la que intenta convencerle de que la opinión pública será capaz de entender un compromiso con las Brigadas Rojas para salvarle la vida. En esta carta le halaga hablando de su «sabiduría y realismo». Pero durante los interrogatorios, Moro, que ya tenía conciencia de su muerte inminente, escribe de Piccoli frases muy duras.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Doble polémica con Forlani

En la página 4 del manuscrito de las Brigadas Rojas, entregado a la prensa por el Ministerio del Interior después de haber hablado de Andreotti y Zaccagnini, Moro escribe: «No hablo de las figuras secundarias que no merecen el honor de ser citadas, como Piccoli, cuyo amor se convierte siempre en odio, que se equivocó siempre y lo seguirá haciendo porque es un hombre constitucionalmente llamado al error.» De Forlani, que hoy se sienta en su mesa de presidente del partido como sucesor de, Moro, dice que fue siempre un hombre «sincero», pero con el cual mantuvo una polémica en dos puntos cruciales «de máximo relieve».Escribe en la página 2 de la última parte de su interrogatorio: «En dos puntos existía una divergencia entre Forlani y yo que hacía de mí un contradictor y opositor de Forlani, como lo había sido de Piccoli. El primer punto de contraste era de política interna y de partido, y se refería a su determinación mediante la aplicación de un quórum de tipo alemán. para obligar a los pequeños partidos a fundirse o disolverse. El segundo punto se refería a los liberales, que Forlani intentaba insertar en un gran partido que los socialistas no hubieran nunca aceptado.» Moro añade que se opuso con todas sus fuerzas a la política de Forlani, del «nuevo centralismo de la DC», que repudiaba el punto firme ya conquistado con la entrada de los socialistas en el ámbito. del Gobierno como elemento esencial del equilibrio político italiano». Moro hablaba del año 1970, y afirma en sus «confesiones» que su oposición consistió entonces en «abandonar el Gobierno».

Estos dos puntos de contraste entre Moro y su sucesor de hoy, el señor Forlani, no pueden ser de mayor actualidad. Precisamente, los observadores políticos piensan que la nueva Democracia Cristiana intentará cambiar el sistema electoral y que estaría dispuesta a gobernar incluso sin los socialistas, si en unas nuevas elecciones de marco conservador los electores les dieran de nuevo los votos suficientes para hacerlo, convencidos de que el «centralismo» de la Democracia Cristiana, que ya Moro contestaba, sigue siendo un «dogma» de la política italiana.

Archivado En