Crítica:

"Los libertadores", un intento escénico-musical

El pasado jueves y en el teatro Espronceda 34, el grupo Gemi presentó Los libertadores, subtitulada Cantata popular en ritmos folklóricos suramericanos. Los textos pertenecen, en su mayor parte, a Pablo Neruda, y la adaptación musical y la dirección, a Manuel Picón. La obra estará en cartel una semana.En el agradable marco del nuevo teatro Espronceda 34, una reducida audiencia, compuesta en su mayoría por personal suramericano, asistió a una representación de lo que se anunciaba asimismo como «documento artístico- cultural», con pretensión de convertirse en un nuevo lengua...

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El pasado jueves y en el teatro Espronceda 34, el grupo Gemi presentó Los libertadores, subtitulada Cantata popular en ritmos folklóricos suramericanos. Los textos pertenecen, en su mayor parte, a Pablo Neruda, y la adaptación musical y la dirección, a Manuel Picón. La obra estará en cartel una semana.En el agradable marco del nuevo teatro Espronceda 34, una reducida audiencia, compuesta en su mayoría por personal suramericano, asistió a una representación de lo que se anunciaba asimismo como «documento artístico- cultural», con pretensión de convertirse en un nuevo lenguaje. Es probable que ambas aspiraciones se hayan convertido en realidad por el mero hecho de llevarlas a un escenario, pero no hay demasiado que decir en cuanto a su calidad.

La propuesta escénica del grupo Gemi no existe como tal, apenas una tímida utilización de las luces o algún movimiento expresivo por parte de los músicos. Como el transcurso de la obra cae en una cierta monotonía, resulta que Los libertadores no se tienen en pie, a pesar de que el grupo intentara salvar aquello a base de buena voluntad.

No es cuestión de discutir ahora ni la calidad poética de Neruda ni su visión sobre los libertadores de Hispanoamérica, teñida de un romanticismo maniqueo digno del mejor marxismo mecánico. Sin embargo, ese es el matevial base para el trabajo de Manuel Picón, que intenta adaptar una poesía de corte épico tradicional a unos ritmos suramericanos que chocan de manera constante con algo tan material como es la métrica. Además, las canciones no son excesivamente originales y los párrafos instrumentales y vocales que hay entre ellas degeneran con demasiada frecuencia en melopeas que combinan el grito con la percusión, sin que por ello lleguen a alcanzar nunca el nivel de espontaneidad que las haría creíbles. Este aire negroide y festivo (aunque a veces trágico) lo conseguía mejor el mismo Manuel Picón en su Papa Bolero, que se estrenó hace un par de años en Madrid.

En esta ocasión, y sin hablar del poco interés que puedan despertar en España propuestas que ya han sido vistas muchas veces (con distintos matices, claro), el intento de Gemi y de Manuel Picón se queda en eso, en un intento aburrido desde un punto de vista escénico-musical y poco atractivo desde una visión ideológico-histórica.

No es este un canto genuino ni, por supuesto, innovador. Tal vez vaya siendo hora de que Suramérica se manifieste en España de otra manera, aportando las nuevas formas culturales que exister, hoy y ahora, en el subcontinente sin que lleguemos a intuirlas.

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