Tribuna:SPLEEN DE MADRID

Los arándanos

Tierno Galván, siempre rompiendo esquemas, a la hora del Machaquito pide otra cosa, a la hora del anís pide arándanos:-El licor de arándanos es vasco y digestivo, Umbral.

-El smog.



-Yo, después que tengo encima de la mesa los informes técnicos, los datos ecológicos y todo el material, llamo a un limpia amigo mío y le pregunto si canta el canario. Me ha dicho que el canario canta, pese a la contaminación, de modo que no hay peligro. Mientras el canario cante, no corremos peligro los madrileños.

Sentado en la rama alta del anís en rama, Tierno se ha traído...

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Tierno Galván, siempre rompiendo esquemas, a la hora del Machaquito pide otra cosa, a la hora del anís pide arándanos:-El licor de arándanos es vasco y digestivo, Umbral.

-El smog.

-Yo, después que tengo encima de la mesa los informes técnicos, los datos ecológicos y todo el material, llamo a un limpia amigo mío y le pregunto si canta el canario. Me ha dicho que el canario canta, pese a la contaminación, de modo que no hay peligro. Mientras el canario cante, no corremos peligro los madrileños.

Sentado en la rama alta del anís en rama, Tierno se ha traído consigo a un taxista conocido/desconocido que no ha querido cobrarle la carrera:

-Mire usted, Umbral, la gente, cuando ve la nube negra del smog, piensa que está contaminándose, envenenándose. Somos esclavos de nuestras percepciones estéticas. Hay una nube blanca que asusta menos y es mucho más peligrosa.

-A mí el smog no me molesta nada, jefe. Lo que me molesta es que me haya quitado la calefacción. Escribo con brasero y vela, como Baroja, aunque espero no incurrir en barojismo.

-Es una medida de Rosón, pero me parece muy bien. Más frío, voy a pasar yo en Rusia, que me voy ya a Moscú. Allí están a veinticinco bajo cero y vuelve uno al hotel con los pantalones de uralita.

-¿Verá usted a Brejnev?

-Si puedo, sí. ¿Qué tal los arándanos?

- Digestivos, pero añoro el Machaquito. Le ruego me envíe unas postales desde Moscú para poder escribir algo.

-Las postales, si usted quiere, Umbral, se las dejo escritas ahora mismo. Yo con los rusos me entiendo bien. No les hablo de la Europa oriental y la Europa occidental, sino de la gran Europa, y eso les gusta mucho.

-Leningrado es ciudad más flipante, jefe.

-Voy con mi señora.

-¿Cómo deja usted la noche madrileña?

-El otro día he hecho un gran recorrido nocturno con la policía. Madrid está mucho más tranquilo últimamente. Sólo pudimos encontrar, ya de madrugada, a unos chicos asaltando una tienda de comestibles. Seguramente tenían hambre. Bajé al Metro, cerrado, y he descubierto que en el, lumpem también hay clases: los que consiguen quedarse dentro, en los andenes, a dormir, y los menos avisados, que duermen en las escaleras, del lado de acá de la reja, con mucho más frío y su -friendo el desprecio de los otros. Había en las escaleras del Metro un hombre con un abrigo muy caro, de cachemira o así, como usted describe, más o menos, el abrigo de Vilallonga, y le di la mano y supongo que el abrigo era regalado.

-Las damas del alba.

-Por Callao se me aproximaron unas señoritas de esas que merodean.

-Respetuosas, Tierno.

-Señoritas que merodean, sencillamente. Eran dos. Hablé con ellas, les di la mano y de pronto una se puso a llorar. Creo que ya me quieren

-Al fin ha sacado usted una pastizara para el Ayuntamiento.

-Parece que sí.

-¿A qué va usted a Moscú?

-A aprender técnicas municipales, sencillamente.

El taxista se ha bajado de la rama tiempo ha. Los arándanos son buenos, pero espero volver al Machaquito.

-A las ocho y media de la mañana doy mi clase en la Universidad y tengo siempre doscientos alumnos. ¿Cómo ve usted el panorama, Umbral?

-Aportuguesado, jefe.

Sale a la madrugada sin escolta, sin coche y sin abrigo.

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