Crítica:

El Grupo Koan, en el Ciclo de Música Española del Siglo XX

Con el lleno habitual en los conciertos de la March, volvió a ofrecer, en Madrid, un magnífico concierto el Grupo Koan, que dirige Encinar, conjunto y batuta que han logrado, desde hace ya algún tiempo, un nivel interpretativo excelente, que se deriva del trabajo regular e intenso; del rigor, de la convicción y del amor con que se aproximan a la música del más estricto presente. La capacidad musical y rectora de Encinar consiguen, por añadidura, que las mil y una formaciones distintas del Koan -impuestas por la variedad de plantillas en las obras que programan- suenen con admirable homogeneida...

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Con el lleno habitual en los conciertos de la March, volvió a ofrecer, en Madrid, un magnífico concierto el Grupo Koan, que dirige Encinar, conjunto y batuta que han logrado, desde hace ya algún tiempo, un nivel interpretativo excelente, que se deriva del trabajo regular e intenso; del rigor, de la convicción y del amor con que se aproximan a la música del más estricto presente. La capacidad musical y rectora de Encinar consiguen, por añadidura, que las mil y una formaciones distintas del Koan -impuestas por la variedad de plantillas en las obras que programan- suenen con admirable homogeneidad de resultados.Cinco autores representaban a cuatro generaciones de nuestra música actual: el «viejo» maestro Gombau, cuyo recuerdo sigue bien vivo entre tanto amigo, colega y discípulo, daba paso a un veinteañero (Roig-Francolí); luego, dos autores que rondan los cuarenta años (Villa Rojo y Oliver Pina) y, finalmente, Luis de Pablo compositor cuyo cincuentenario está a la vuelta de la esquina.

Grupo Koan

Director: Jose Ramón Encinar. Obras de Bombaú, Roig-Francoli, Villa Rojo, Oliver y De Pablo. Fundación Juan March.

De Gombau volvimos a admirar la Música para ocho, obra, a mi entender, no fluida, pero sí admirablemente demostrativa de la sinceridad y alto oficio con que el maestro supo ponerse al día.

En Roig-Francolí parece claro que tenemos a uno de nuestros más, prometedores, a la vez que hechos, autores jóvenes. Sus Quasi variazioni suponen música extraordinariamente sugestiva desde el punto de vis ta tímbrico.

Las partituras de Villa Rojo y Oliver se sitúan en polos muy alejados, casi contrapuestos. El Concerto Grosso III del intérprete y compositor alcarreño es de construcción muy sólida, hasta el, punto de que parece haber primado el planteamiento formal, la estructuración global de la obra, sobre el posible atractivo del devenir sonoro.

La Invitación a la memoria, de Luis de Pablo, pude escucharla en su estreno absoluto, en Saintes, en el verano del pasado año. La versión de Encinar y el Koan, con la experiencia acumulada y sin los problemas acústicos de aquella ocasión, ha mejorado sensiblemente. La partitura plantea una disposición instrumental en dos bloques que, según el autor, recuerdan la distribución en concertino y ripieno típica del concerto grosso, pero este concepto está manejado más libremente que en el caso de Villa Rojo, cuya obra se atiene mucho más a tal molde de la era barroca. Arpa, piano y violín -quizá, sobre todo, este último- poseen papeles de cierta dificultad e indudable efecto, que fueron, muy bien defendidos, por Angeles Domínguez, Elena Barrientos y Luis Navidad. El resto de la plantilla envuelve al concertino, en ocasiones, dialoga con él, o bien contrapone otros pasajes sin intervención de estos solistas.

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