Crítica:

El Fary: resurrección de la canción popular

Son los ceremoniales de la primera razón y del primer misterio. En los humildes bares de la calle de Atocha se respira ya un aire de disparo chunguero. Claveles en ojales, opulencia de rimel en miradas dulzonas, caracoles, tirabuzones y guedejas color caoba. Maridos de camisa blanca y corbata muy roja. Esposas que murmuran: «Hay la tira de gente conocida ... » Y ellos: « ¡Faltaba más! Ha crecido en el barrio de Bilbao y aquí está todo el barrio en marcha ... » Está: en plan matrimonial hasta con churumbeles y viejezuelos mansos. Vienen a ver a aquel chaval travieso, en su noche mayor de poderí...

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Son los ceremoniales de la primera razón y del primer misterio. En los humildes bares de la calle de Atocha se respira ya un aire de disparo chunguero. Claveles en ojales, opulencia de rimel en miradas dulzonas, caracoles, tirabuzones y guedejas color caoba. Maridos de camisa blanca y corbata muy roja. Esposas que murmuran: «Hay la tira de gente conocida ... » Y ellos: « ¡Faltaba más! Ha crecido en el barrio de Bilbao y aquí está todo el barrio en marcha ... » Está: en plan matrimonial hasta con churumbeles y viejezuelos mansos. Vienen a ver a aquel chaval travieso, en su noche mayor de poderío, a ponerle ceniza en la frente. Y traspasa la entrada del teatro Monumental con emoción y orgullo, reconociéndose: « ¡Anda la virgen, Curro! » Cuando el, reconocido tiene mejor asiento: «No eres listo ni na ... » El alboroto es celestial: «A mí es que me va el tumulto, Toño.» Amanecen los músicos al tiempo que jarrean las palmas en la altura; resurrección de orquestas pueblerinas (Cibanal, Chupaligas o Tormes) bajo la piel del respetable en trance Ahora un sólido amigo del esperado cantaor recita versos roedores. Un cómico, después, le teje un homenaje pimpolludo: «Si yo fuera presidente de España, os daría esto a todos los obreros: paga de ministro, vacaciones de maestro de escuela y trabajo de cura. » Carcajadas apocalípticas.Por fin, señoras y señores, descubre la oreja El Fary. Bajito de estatura, traje crema -sin cinturón-, camisa marrón, pelo lacio, dentadura caballuna, sonrisa superlativa... Nada detiene el grito más leal: «¡Venga, cara bonita! » Sí, es esa clase de fealdad que, de la noche a la mañana, va y deja embarazada a la hija decente y escultórica de la patrona, a la propia patrona y a dos modistas de la misma calle. Y, además, canta: «Mi cante/yo lo siento caminando/por mis venas adelante ... » En la sala: «¡Eso es cantar y lo demás son leches!» Buena voz, endiablado sentido del ritmo y simpatía a fanegadas. Y sentimientos elementales. El personal está que se lo come: «¡Calma! Esta noche yo no me voy de aquí hasta que me echéis. Pienso morir hoy en la brecha.» Morir bailando: «Son tus labios dos panales/ que me llenan de dulzor/y los besos de tu boca/tienen zumo de limón.» Y ahora: «Voy a cantar... » Réplica instantánea: «¡Macho, canta lo que quieras, que todo lo cantas bien!» Y es verdad, compadre. Abandonando la embriaguez melancólica, pregona de repente las prohibidas delicias del porro: Dame chocolate, que me ponga bien ... » Victoria subversiva sobre castas familias adictas al tintorro y que, no obstante, aplauden. Una canción para la madre disimula el pecado de hace un rato. En el Monumental, al término, ha llegado el diluvio. Por si las moscas, pausa.

"Saluda, abuelito"

Y ya vuelve ahí El Fary, vestidode azul claro. Canta a la amistad. Centenares de manos se tienden hacia el ídolo. Este saluda a Pepe Nieto. Una voz: «¡Saluda, abuelito!» Se levanta. Está llorando. El Fary nombra a otras estrellas. Se sienta: «Y ahora os voy a hacer un tema un poco lánguido ... » Habla de noches sin amer, de olas como cuchillos de agonía, Para saltar a una rumbita. Tres espontáneos salen hasta el pasillo a cabriolar. El público arroja al escenario lo que pilla: flores, bufandas, chaquetas, abrigos. Consejos gratuitos: « ¡No te excites, chaval! » Elogio de la chabola, recuerdos de una mala mujer, lamentos de condena... El Fary sostiene el cable del micrófono como madeja disponible para hacerse ovillo. Una voz: «¡Fary, viva la madre que te parió! Te lo dice El Rizos.» Otra voz: « ¡Vaya firma! » El Fary lleva una marcha loca: «No quiero la lucidez que me tortura./Quiero seguir como ayer/ con mi locura. » Locura del cante. Locura de amor. Locura del personal. Fandangos: «Este es pa los empleaos del teatro, que han dao mu bien el morro.» El éxito del verano cierra ya la actuación: «Yo me estoy enamorando/de tu carita poquito a poco...» Apoteosis: «¡Otral ¡Otra! ¡Otra! » Todo quisque baila, grita, llora, ríe: «¡Otra! ¡Otra! ¡Otra! » Y otra.

Ha nacido una estrella poplar: Farina, Escobar y Peret, fundidos en un mismo personaje. Aderezado con un no sé qué sólo propio de El Fary y que puede restablecer la alegría en los hogares más modestos.

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