Tribuna:

El nuevo régimen de Malabo afronta la reconstrucción del país

El nuevo régimen guineano, configurado alrededor de un Consej Militar Supremo que encabeza Teodoro Obiang, tiene ante sí la tarea de elaborar una política interior para su país, la de construir una política exterior y la de conseguir, sin demasiadas contrapartidas, la ayuda masiva necesaria para sacar a su pueblo de la postración en la que Francisco Macías le sumió durante diez años.Los primeros pasos que ha dado han sido la vertebración de una mínima Administración, encomendada a los militares, y la adopción de una postura de no alineamiento ante los bloques. Sin embargo, la puesta en marcha ...

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El nuevo régimen guineano, configurado alrededor de un Consej Militar Supremo que encabeza Teodoro Obiang, tiene ante sí la tarea de elaborar una política interior para su país, la de construir una política exterior y la de conseguir, sin demasiadas contrapartidas, la ayuda masiva necesaria para sacar a su pueblo de la postración en la que Francisco Macías le sumió durante diez años.Los primeros pasos que ha dado han sido la vertebración de una mínima Administración, encomendada a los militares, y la adopción de una postura de no alineamiento ante los bloques. Sin embargo, la puesta en marcha de un Estado decrépito, con el mismo personal político y administrativo de los diez años anteriores y con el fardo de una corrupción difícilmente erradicable, lleva aparejada un costo que Guinea Ecuatorial, hoy, no se puede permitir el lujo de pagar.

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A ello se suma que lo que queda de la élite guineana -profesionales, intelectuales, técnicos- permanece aún en el exilio. Los llamamientos a la reconstrucción del país no faltan por parte de las nuevas autoridades, pero mientras no se reconozca un mínimo principio de pluralidad y de tolerancia política a los que regresen, el miedo de los diez años de dictadura no habrá quedado zanjado para los exiliados.

La política ha sido la causa de los males de Guinea, decía recientemente a EL PAÍS el nuevo presidente, Teodoro Obiang. Para amplios círculos de la oposición guineana en España lo que ha hundido a su país ha sido precisamente la «política», la no construcción de una política elaborada en plural por los distintos sectores del país, el dictado autócrata de un déspota que no permitía la menor sugerencia.

En este ambiente de incertidumbre, la oposición en el exilio busca su aproximación al nuevo régimen. Los únicos cuadros con los que el país cuenta aún no han regresado del exilio y presumiblemente no van a hacerlo hasta que no queden despejadas sus principales dudas.

De los 5.000 guineanos que viven en España, todavía en condición de apátridas, un porcentaje muy elevado son abogados, médicos, ingenieros, maestros o economistas. También Gabón y Camerún albergan una parte de lo que se denomina la élite, y el retorno no es todavía una consigna seguida por los más de 100.000 exiliados.

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El nuevo régimen ha insistido repetidamente en solicitar la ayuda internacional en todas direcciones. Contrariamente a lo que en un principio se pensaba, Teodoro Obiang no ha roto los vínculos con los países socialistas y ha manifestado que desea mantenerlos. La ayuda que continuamente se precisa de España, de Francia y de otros países de Occidente y del Este ha llegado a ser tan apremiante que el país, sin ella, difícilmente podría sobrevivir. Desde alimentos hasta fármacos, electricidad y carburantes, Guinea Ecuatorial carece de todo, aunque es un país potencialmente muy rico.

En base a ello, desde algunas perspectivas se plantea la ayuda como una nueva etapa dorada de la colonización. Este es otro de los grandes problemas que aguardan al país a muy corto plazo. Las contrapartidas políticas y económicas que van a exigirse a un país que sale de la miseria pueden gravitar sobre su futuro como una pesada y, tal vez, irreversible hipoteca.

Guinea Ecuatorial se halla en una situación tal que no le está permitido seleccionar la ayuda exterior. Su enclave en el corazón de Africa, en uno de los polos estratégicos, hoy por hoy, más importantes del globo, frente a la cada vez más autónoma Nigeria, emporio petrolífero africano, y en una zona donde los cambios sustanciales no van a tardar en sobrevenir, convierte a Guinea Ecuatorial en un apetitoso bocado para los que todavía sueñan en clave colonial.

En el diseño de su política exterior Guinea Ecuatorial cuenta con otra determinación objetiva. Situada en plena área francófona -entre Camerún, Gabón y la no lejana República Centroafricana-, nada de lo que suceda en Malabo pasa inadvertido en París.

A todo ello hay que sumar, de antemano, la actitud con la que Madrid encare su apoyo hacia Guinea Ecuatorial. Si bien España tiene, naturalmente, un papel mucho más amplio que cumplir en este atribulado país, por sus, vínculos culturales y por su empalme histórico con Guinea, no faltan en Madrid los que abordan la reconstrucción guineana como un banco de pruebas de dirigismo neocolonial.

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