QUINTA DE FERIA DE SEVILLA

Mandaron los albaserradas

Quizá los albaserradas habrían sido tina buena corrida, si los lidian como es debido. Pero en Sevilla resulta imposible. De la forma que aquí se hace la suerte de varas, absolutamente antirreglamentaria, no hay manera de ver correctamente los toros.Los caballos salen con un peto excesivo, a mí me parece que reforzado, con manguitos y bragas, y constituyen una mole ciclópea para la acometida de los toros, incluso los de poder. Por añadidura, los picadores, casi sin excepción, hacen la carioca, castigan tapando la salida o aguantan la acometida recostados en tablas, mientras pegan a placer d...

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Quizá los albaserradas habrían sido tina buena corrida, si los lidian como es debido. Pero en Sevilla resulta imposible. De la forma que aquí se hace la suerte de varas, absolutamente antirreglamentaria, no hay manera de ver correctamente los toros.Los caballos salen con un peto excesivo, a mí me parece que reforzado, con manguitos y bragas, y constituyen una mole ciclópea para la acometida de los toros, incluso los de poder. Por añadidura, los picadores, casi sin excepción, hacen la carioca, castigan tapando la salida o aguantan la acometida recostados en tablas, mientras pegan a placer donde les viene en gana.

Así, hay otros, como el cuarto, que meten los riñones durante el puyazo, con absoluta fijeza y a reglón seguido dan sensación de mansedumbre. Ese albaserrada pegó un cambiazo sorprendente en banderillas, de súbito, que puso a recular, hasta pegarse a la barrera. A lo mejor la bravura que le: habíamos apreciado en el tercio anterior era sólo bravura aparente, pero quizá por este fraude de los petos y los manguitos lo que se produce es la mansedumbre aparente que desconcierta a todos, aficionados, toreros y ganaderos.

Plaza de Sevilla

Quinta corrida de feria (lunes). Un toro del Marqués de Ruchena para el rejoneador Luis Valdenebro, (palmas y saludos). Seis del Marqués de Albaserrada, muy bien presentados, serios, cornalones, correosos, algunos bravos. Miguelín: estocada caída (silencio), Bajonazo (pitos). Macandro: pinchazo y estocada tendida atravesada, volviendo la cara (aplausos y saludos). Cinco pinchazos y dos descabellos, rebasó en casi dos minutos el tiempo reglamentarlo (silencio). Antonio Alfonso Martín: pinchazo y buena estocada (palmas y saludos). Media delantera y rueda de peones (silencio).

Obligan al toro a luchar contra una muralla invencible y es lógico que la res se canse de acometer contra aquello que no tiene ni la más mínima probabilidad de vencer. Así ocurre en la mayor parte de las plazas (afortunadamente no en Madrid), pero que esto pase en la Maestranza de Sevilla es imperdonable. Que aquí, cuna del toreo, se pongan el reglamento por montera taurinos y autoridad es lisa y llanamente un atropello. Parece mentira.

Luego -y para ceñirnos a lo que sucedió ayer- está la impericia de los lidiadores, cuya manifiesta incapacidad hizo que los albaserrada mandaran en el ruedo. Macandro y Antonio Alfonso Martín perdieron los papeles durante la brega y casi ocurrió otro tanto en las faenas de muleta. El segundo de la tarde metía muy bien la cabeza, y Macandro no acertó a rematar ni uno solo de los muchos pases que le dio. El otro, mal lidiado y que no tenía fijeza, le pegó una voltereta seria al iniciar un natural, y eso acabó con sus buenos deseos.

El tercero arrolló peligrosamente a Martín cuando éste le capoteaba sin técnica hacia los medios y a partir de ahí siguió una lidia desordenada, con muchas precauciones y ninguna eficacia en las caudrillas. Bien documentado de resabio, propios de semejante capea, el albaserrada llegó muy listo y crecido a la muleta y el espada no se confió en absoluto. El sexto fue bravo en el caballo, aunque le pusieron un par de banderillas junto a las orejas acabó noble sin hacer extraños, y el torero apellidado Martín no acertó a embarcarle. Con el estoque, en cambio, estuvo bien en éste y en el otro toro; ejecutó el volapié con estilo.

Reaparecía Miguelín en plan garbeo, si bien le disculpa el mal lote que le correspondió. El que abrió plaza daba sensación de ser burriciego (de los que no ven de cerca) y se limitó a liquidarlo con habilidad. Su otro toro era acobardado en banderillas y decidido a no complicarse la vida, lo trasteó de pitón a pitón y santas pascuas.

Muy serios, con cuajo, con desarrolladas defensa, duros, los albaserradas aportaron seriedad y emoción a la corrida, que en el artístico resultó deslucida. Desde el principio lo fue ya en el prólogo de rejoneo a cargo de Valdenebro, que tuvo una actuación mediocre.

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