Salvador, mejor presencia que música

El pasado viernes se presentó a los medios de comunicación Salvador. Esta presentación, que era al tiempo la de su primer disco, mostró a un tipo inusual en nuestro país, dotado de una serie de características que le convierten en espécimen casi único. Salvador posee la mejor presencia escénica de España. Es un elemento alto que sabe moverse en un escenario, que sabe montar su espectáculo sin disimularlo con falsas espontaneidades. Es además un buen guitarra y, aunque cantando no es nada del otro mundo, supera sus limitaciones mediante una serie de trucos que, afortunadamente, le quedan bien. ...

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El pasado viernes se presentó a los medios de comunicación Salvador. Esta presentación, que era al tiempo la de su primer disco, mostró a un tipo inusual en nuestro país, dotado de una serie de características que le convierten en espécimen casi único. Salvador posee la mejor presencia escénica de España. Es un elemento alto que sabe moverse en un escenario, que sabe montar su espectáculo sin disimularlo con falsas espontaneidades. Es además un buen guitarra y, aunque cantando no es nada del otro mundo, supera sus limitaciones mediante una serie de trucos que, afortunadamente, le quedan bien. Con todo lo dicho puede deducirse que Salvador es un mirlo blanco dentro del rock español.Otra cuestión diferente es la música. Una mezcla extraña de

blues, rock duros y suaves, jazz-rock fue saliendo de su voz y guitarra sin que, en ningún momento, y a pesar de sus buenas intenciones, aquello adquiriera no ya una coherencia (que no tiene por qué ser deseable), sino una entidad capaz de transmitir sentimientos o ambientes. La idea de Salvador es que no tiene por qué atarse a un estilo, pero lo cierto es que tampoco puede pedir a quienes le escuchan que sigan sus cambios de humor o música por el mero hecho de que vienen de él. Cada actuación y cada elepé es un mundo que encierra un color o muchos, un sentimiento o muchos, pero en todo caso pide un ambiente, aunque este sea el de la incoherencia o la sorpresa. Y ni esa sorpresa ni ese ambiente están todavía en la forma de hacer de Salvador.

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