La afición está harta de aguantar a El Pimpi

El día menos pensado, por causa del contratista de la cuadra de caballos de Las Ventas, que es El Pimpi, se va a armar un altercado muy gordo. Ya ha habido varios conatos, y el domingo hubo escándalo mayúsculo, con almohadillazos y lanzamiento de botes de cerveza, e intención por parte de algunos espectadores de saltar al ruedo y liarse a guantazos. A algunos los tuvo que contener la fuerza pública ya otros los propios vecinos de la localidad. La afición ya está harta de aguantar a El Pimpi.El suceso desencadenante fue el poder del sexto toro -una mole que rebasaba los seiscientos kilos-, el c...

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El día menos pensado, por causa del contratista de la cuadra de caballos de Las Ventas, que es El Pimpi, se va a armar un altercado muy gordo. Ya ha habido varios conatos, y el domingo hubo escándalo mayúsculo, con almohadillazos y lanzamiento de botes de cerveza, e intención por parte de algunos espectadores de saltar al ruedo y liarse a guantazos. A algunos los tuvo que contener la fuerza pública ya otros los propios vecinos de la localidad. La afición ya está harta de aguantar a El Pimpi.El suceso desencadenante fue el poder del sexto toro -una mole que rebasaba los seiscientos kilos-, el cual derribó y dio luego buena cuenta del caballo, al que revolcó, tirándole tarascadas, por lo menos a lo largo de una cuarta parte del círculo del tercio. El caballo resultó herido y se le salía parte del paquete intestinal, con el horror consiguiente en el tendido y se supone que también en el ruedo.

Plaza de Las Ventas

Toros de Vázquez Silva, con trapío, pero inválidos. Devuelto por derrengado el cuarto, le sustituyó uno de Sánchez de Rubiales, con respeto y sentido. Calatraveño: Metisaca baja y trasera que desgarra (protestas). Pinchazo bajo, casi media que luego se ahonda, y rueda de peones (algunos pitos). Raúl Sánchez: Estocada corta desprendida y descabello (silencio y protestas cuando saluda por su cuenta). Dos pinchazos, otro hondo y dos descabellos (silencio). Antonio Guerra: Dos pinchazos y estocada perpendicular caída (silencio, y protestas cuando saluda por su cuenta). Pinchazo perdiendo la muleta y descabello (silencio).

Mas El Pimpi, que sobre contratista es monosabio, con lo cual vigila de cerca la viña y, de paso, actúa como le viene en gana, debió hacer de tripas corazón, y en lugar de proveer la sustitución del jaco dispuso que lo montara el picador y volviera al toro, para una nueva vara. Allí fue la indignación y el escándalo, que no afectaron para nada al avispado y aguerrido monosabio; antes bien, en un alarde más de desahogo físico, mental y profesional, mientras se producía el puyazo, agarraba al caballo por el lado opuesto al que se encontraba el toro, y hacía de soporte, empujándolo, con lo que la res tenía que enfrentarse al peto, al caballo, al picador, a la puya y a El Pimpi.

Le tiraron de todo y le dijeron de todo -varios epítetos, a coro cerrado-, pero seguía en sus trece. ¿Hay autoridad? Con El Pimpi no parece habefla, pues incurre en el espectáculo atropellando el reglarnento, desata las iras de los aficionados y ahí sigue, saliendo al ruedo una tarde y otra, presumimos que en la más absoluta impunidad. ¿Cómo se entiende que un contratista de caballos salga de monosabio y que, además, se ponga a la plaza, lidiadores y palco incluidos, por montera?

1 El poder de ese toro, que por cierto llegó agotado a la muleta y no tenía ni un pase (y, naturalmente, no se lo dio Antonio Guerra), podría significar que la corrida de Vázquez Silva (en realidad, Pepe Luis Vázquez, el genial maestro sevillano), salió poderosa y tremenda., Pues no: fue la excepción. Porque los demás toros de este hierro, si b len tenían trapío, seriedad y astifinas cornamentas bien desarrolladas, resultaron de algodón y rodaban por la arena.

Una lástima de flojedades y d erre ngamie ntos, pues daban la sensación de tener cas ta, pero en tales condiciones locomotoras eran unos perfectos inútiles para la lidia. El cuarto cayó durante el primer tercio como si se fuera a morir y lo devolvieron al corrar. El sustituto, un alto-largo-escurrido-cornalón pájaro de buena cuenta, hierro Sánchez de Rubiales, tuvo genio y desarrolló sentido, y El Calatraveño no se atrevió con él. Con el que abrió plaza sí se atrevió, pero como el vazquezsilva desfalleciente no pasaba de la media arrancada, le fue imposible lucirse. Acabó de una puñalá tabernaria, con alevosía.

Con toros así se encontró también Raúl Sánchez, diestro sobrio, valiente y honrado, quien porfió todo lo porfiable para sacar algunos derechazos sueltos muy buenos, y nada más que eso, pues el ganado no admitía más repertorio. Y Guerra, aunque con peor suerte, pues el tercero era reservón e incierto, a pesar de lo cual sacó naturales a fuerza de cruzarse y aguantar. Las aparatosas guadañas del animal le arañaban los alamares. Nadie le aplaudió por eso. Nadie aplaudía a nadie el domingo. El público sólo salió del sopor de las calores para abroncar a El Pimpi. El público es muy suyo.

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