Editorial:

La crisis de la no alineación

LA DOCTRINA de la No Alineación fue la ilusión internacionalista de los años sesenta. Los países reunidos en Belgrado en el 61 que recogieron las aportaciones de la Conferencia de Bandung, 1955, irrumpían con cierto aire entusiasta y renovador en la escena mundial dominada por la guerra fría. Los no alineados pretendieron entonces crear una distinta vía equidistante tanto del Este como del Oeste por la que el Tercer Mundo encontraría su propio equilibrio. Diecisiete años después la Conferencia, en Belgrado de nuevo, registra la superación de una pensamiento por los golpes de los conflictos en ...

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LA DOCTRINA de la No Alineación fue la ilusión internacionalista de los años sesenta. Los países reunidos en Belgrado en el 61 que recogieron las aportaciones de la Conferencia de Bandung, 1955, irrumpían con cierto aire entusiasta y renovador en la escena mundial dominada por la guerra fría. Los no alineados pretendieron entonces crear una distinta vía equidistante tanto del Este como del Oeste por la que el Tercer Mundo encontraría su propio equilibrio. Diecisiete años después la Conferencia, en Belgrado de nuevo, registra la superación de una pensamiento por los golpes de los conflictos en Asia y Africa. Desaparecidos Nehru y Nasser, sólo Tito tiene ya cierta capacidad de mantener unido un movimiento con crecientes contradicciones internas y enfrentamientos entre sus países, solicitados siempre por la dependencia hacia los grandes.La Conferencia de Belgrado muestra la progresiva dificultad en lograr la coexistencia entre regímenes antagonistas que a veces mantienen relaciones rivales con las grandes potencias. Perdida la solidaridad de los años sesenta -una solidaridad que casi siempre fue más. ilusoria que real-, la reunión en la capital yugoslava señala que las posiciones de los países militantes como Cuba, que quieren hacer de la No Alineación la cabeza de puente del comunismo en el Tercer Mundo, son inconciliables con Ias de los que reclaman una auténtica No Alineación, como India y Birmania. A su vez es profunda la separación entre éstos y las naciones que prefieren situarse en la órbita occidental: Arabia Saudita, Indonesia, etcétera. Quizá una de las ingenuidades de los primeros no alineados residía en ver la explicación de los conflictos tan sólo en la rivalidad entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Desde Bandung hasta hoy, por el contrario, lo que nos enseñan los hechos es la multiplicación de conflictos entre pequeños países, alineados o no, conflictos que a su vez se ligan con la red de dependencias externas que promueven los grandes. Si la No Alineación supuso una nueva visión en las relaciones entre las naciones, por doquier surgen nuevos elementos que erosionan la validez de aquélla. En definitiva, hoy es prácticamente imposible ser no alineado. Pocos países se libran de la batalla por las zonas de influencia y las materias primas. Por otra parte, el enfrentamiento de la distensión entre Washington y Moscú, así como la rivalidad de éste con Pekín, evidencian la desaparición de las zonas inmunes, de las zonas neutralizadas.

En consecuencia no es extraño que la Conferencia de Belgrado se ilustrase con los e infrentamientos entre Vietnam y Camboya y por las críticas a la política de Cuba. Cada país comienza a entender la No Alineación a su manera, en buena medida porque sobre todos planea constantemente la sombra de China, de la URSS o de EEUU. Terminada con una deClaración de compromiso, laboriosa de conseguir y de términos voluntariamente vagos, los no alineados han llegado a una especie de acuerdo semántico sobre las nociones del expansionismo, de la hegemonía y de la no injerencia, que difícilmente ocultan la relativa inoperancia del movimiento en un mundo que extiende y acrecienta el radiralismo de las posiciones. El año que viene en La Habana, posiblemente sin la presencia del mariscal Tito, la unidad y los compromisos serán ya más dificiles de mantener, porque la determinación del líder yugoslavo tampoco podrá prolongarse. La No Alineación, la máxima ilusión de los años sesenta, muy erosionada, pero no desbancada por otra visión constructiva de las relaciones internacionales, necesitará en las décadas posteriores de una reactualización que en buena parte sólo podrá venir de un Tercer Mundo definitivamente seguro de sí mismo y con vigor para ser independiente.

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