Metido a torero sin saber torear

Cuando menos te lo esperas, se tira de rodillas. ¿Se tira? De rodillas. A lo mejor es para pedirle perdón al toro. Tres pases de pie, digamos al zapateao, y dos de rodillas. Tres pases de rodillas, y dos de pie, digamos al zapateao. El Avelino es así. Pero no sólo es rodillero el Avelino, sino valiente también. Y no precisamente porque se ponga de rodillas, que todos saben es incómoda postura, sí, pero más bravuconada para la galería que otra cosa; sino porque el poquito rato que está de pie, se juega la piel como un jabato.El manso de Arribas tiraba tarascadas a todas partes, simplemente para...

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Cuando menos te lo esperas, se tira de rodillas. ¿Se tira? De rodillas. A lo mejor es para pedirle perdón al toro. Tres pases de pie, digamos al zapateao, y dos de rodillas. Tres pases de rodillas, y dos de pie, digamos al zapateao. El Avelino es así. Pero no sólo es rodillero el Avelino, sino valiente también. Y no precisamente porque se ponga de rodillas, que todos saben es incómoda postura, sí, pero más bravuconada para la galería que otra cosa; sino porque el poquito rato que está de pie, se juega la piel como un jabato.El manso de Arribas tiraba tarascadas a todas partes, simplemente para que le dejaran en paz, pues lo que quería era volver a la dehesa, para la jama, y las aguantó con impavidez Avelino de la Fuente. El quinto, de Maribáñez, derrotaba un poco al principio y acabó con un cabeceo frenético, como si estuviera loco, y Avelino de la Fuente también lo aguantó todo con impavidez.

Plaza de Las Ventas (domingo)

Cuatro toros de Maribáñez, desiguales de presentación y comportamiento; serios, excepto el tercero, que era anovillado; tres manejables, y el sexto, de mucho poder, difícil. Y dos de Antonio Arribas, el primero, manso; el cuarto, bravo, derribó en una vara. Pascual Mezquita: estocada muy trasera y contraria, rueda de peones y descabello (división de opiniones cuando saluda por su cuenta). Pinchazo perdiendo la muleta, estocada y descabello. La presidencia le perdonó un aviso (protestas y algunas palmas cuando saluda por su cuenta). Avelino de la Fuente, que confirmó la alternativa: estoconazo (división de opiniones cuando saluda por su cuenta). Pinchazo, estocada tendida y rueda de peones (silencio). Curro Camacho: pinchazo pescuecero, otro hondo delantero, rueda de peones y estocada casi en el testuz. La presidencia no envió aviso, aunque rebasó en minuto y medio el tiempo reglamentario (silencio). Cinco pinchazos pescueceros y golletazo (pitos). La presidencia estuvo muy mal en materia de avisos y se precipitaba al ordenar la salida de los picadores

Es justo añadir que los toros empeoraban en manos de Avelino de la Fuente, el cual parece desconocer de la lidia hasta sus rudimentos, aunque voluntad no le falte. Y tal es la prueba mayor de la valentía de este matador de alternativa: que se mete a torero sin saber torear.

Lidió sus toros el peón Curro Alvarez, que lo hace sin arte, y a trallazos, pero con entrega. El único torero que había el domingo en Las Ventas con vitola de lidiador era precisamente Curro Alvarez. Los otros dos espadas, Pascual Mezquita y Curro Camacho, ejercían de mirones en los primeros tercios, como Avelino, y en los últimos aburrían al lucero del alba.

El lucero del alba estuvo en Las Ventas, todo el que quiso pudo verlo, y fue para aburrirse con las faenas de muleta de Mezquita y Camacho. Pegar pases no es torear, ¿lo ha dicho alguien?, y el aserto volvió a tener confirmación en esta corrida. Las mil y gallo daban cuando cada uno de ambos espadas se había hartado de dar pases, y no lográbamos ver torear. Los toros de Pascual Mezquita fueron manejables; bravo también el cuarto de la tarde, asimismo de Arribas, el cual derribó con gran clase y poder, lo picó muy bien Mariano Martín, y llegó a la muleta quebrantado por la pelea en varas y entregadito y suave. Pero dio lo mismo, pues el diestro no le sacó partido: sumaba pases hasta mil, a cual más mediocre, todos iguales, minutos y minutos sin variar el repertorio.

A Curro Camacho le correspondió el coco de la corrida, lidiado en sexto lugar; un pavo avisado, peligroso y con fuerza, al que aliñó. Pero no debe quejarse, pues como contrapartida le cayó en suerte el bombón de la tarde, que fue el tercero, un animalito anovillado, flojo, nobletón y distraído. Sin embargo, sólo sirvió para que Camacho pegara la espantada cuando perdió el capote en una revolera y para que quedara al descubierto, una vez más, su incapacidad visceral para hacer el toreo, incluido el manejo de la espada, con la que apunta al golletazo, sin disimulos. Tres veces hemos visto ya a Curro Camacho con toros nobles (una en Sevilla, frente al famoso Comando Gris, de Guardiola; dos en Madrid), y el resultado ha sido siempre de fracaso. ¿Por qué siguen en esto? ¿Qué busca en este oficio, para el que no está dotado?

Y mientras tanto, hay otros toreros cabales, bisoños o veteranos, que ni siquiera pueden vestirse de luces. La empresa de Madrid los discrimina y, a cambio, monta carteles como el del domingo, tan malos que es difícil pueda haberlos peores. De donde surge un dilema para el pasmo: o los empresarios sólo atienden las recomendaciones, o entre todos ellos no hay cacumen para hacerlo mejor. Pena da.

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