Crítica:

"Elvis", un musical "rock" con interrogantes

Ante el estreno de Elvis en Madrid, caben varias interrogantes que giran en torno a los criterios que pueden emplearse para apreciar la obra en escena. Así, ¿hasta qué punto puede ser válido un trabajo basado en el más descarnado de los oportunismos? ¿Es Elvis una obra teatral o un concierto de rock?, y desde el anterior punto de vista: ¿cómo apreciar el trabajo de tres copias de Elvis que pretender ser fieles a toda costa?Una respuesta podría ser el que Elvis se trata de una especie de escala en HI-Fl de los últimos 70, con el matiz positivo de que en esta ocasión ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Ante el estreno de Elvis en Madrid, caben varias interrogantes que giran en torno a los criterios que pueden emplearse para apreciar la obra en escena. Así, ¿hasta qué punto puede ser válido un trabajo basado en el más descarnado de los oportunismos? ¿Es Elvis una obra teatral o un concierto de rock?, y desde el anterior punto de vista: ¿cómo apreciar el trabajo de tres copias de Elvis que pretender ser fieles a toda costa?Una respuesta podría ser el que Elvis se trata de una especie de escala en HI-Fl de los últimos 70, con el matiz positivo de que en esta ocasión los intérpretes -sosías- sí cantan.

La presentación de Elvis en Londres produjo parecidas preguntas y similares respuestas. La diferencia es que en nuestro país y debido a la situación económica en los años 50, Elvis fue poco conocido desde un punto de vista musical. Esto que puede parecer una aberración, se ponía de manifiesto en el teatro Barceló, ante las reacciones de un público que aplaudía calurosamente In the ghetto o Crying in the chapel para anirnarse sólo ligeramente con temas como Hound dog o Blue suede shoes. Así, todo lo referente a esta obra se encuentra dislocado y lo que en la idea primitiva era un paseo nostálgico por la vida del mayor intérprete de rock and roll, se convierte en nuestro país en una información apresurada y superficial de por qué fue importante.

El montaje es sencillo. Todo el esfuerzo se centra en el show de luces, proyecciones fijas y películas que hacen las veces de soporte argumental a una larga serie de interpretaciones por parte de los tres Elvis en escena. Desde ese punto de vista, el de los efectos, puede decirse que si bien su realización es muy digna, pocas veces, alcanza la categoría de símbolos que integren en sí mismos una aplicación no literaria de lo que está sucediendo.

El trabajo de su director, Vicente Sáinz de la Peña, parece reducido al de coordinador de los elementos musicales y materiales que componen el espectáculo, puesto que la trama gramática o incluso la coreografía no dejan de ser apuntes o esbozos que tratan de mantener un cierto ritmo. Y tal vez sea éste el aspecto más difícil de conseguir. La aparición en diferentes momentos de un pastor sermoneante, no se sabe si baptista o católico, es uno de los elementos más anticlimáticos de toda la obra y su supresión aportaría una mayor coherencia a la misma.

No puede evitarse mencionar a los tres Elvis que intentando hacerlo lo mejor posible mantienen en todo caso la dignidad del espectáculo sin caer en la parodia. El sonido y los músicos se encuentran asimismo en un digno nivel medio. Se produce así una obra más documental que otra cosa y cuyo escaso contenido crítico (acentuado en la versión española) la relega a divertimiento de music-hall, construido sobre una figura y una generación a la cual se ha ido despojando de su sentido histórico para dejarlas reducidas a consumidoras de su propia y alienada realidada.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En