Crítica:Crítica de exposiciones

Elena Asins

Tengo la certeza absoluta de comentar, ahora, una de las más importantes exposiciones ofrecidas esta temporada. Por limitaciones de espacio apuntaré tan sólo uno de sus aspectos que, sin embargo, me parece mediatamente válido para aproximarse a la obra de Asins.En líneas generales solemos caracterizar corno pintura fuerte aquella cuyos orígenes asientan en la intensidad del gesto (ejemplo inmejorable serían los pintores norteamericanos de los años cincuenta) o aquella otra que sacrifica el gesto en beneficio de un placer menos espontaneista y ligado a la perversión de ciertos modos de pensar y...

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Tengo la certeza absoluta de comentar, ahora, una de las más importantes exposiciones ofrecidas esta temporada. Por limitaciones de espacio apuntaré tan sólo uno de sus aspectos que, sin embargo, me parece mediatamente válido para aproximarse a la obra de Asins.En líneas generales solemos caracterizar corno pintura fuerte aquella cuyos orígenes asientan en la intensidad del gesto (ejemplo inmejorable serían los pintores norteamericanos de los años cincuenta) o aquella otra que sacrifica el gesto en beneficio de un placer menos espontaneista y ligado a la perversión de ciertos modos de pensar y de actuar en la pintura (pienso, en este caso, en diversas formas de la representación presentes en los últimos años).

Elena Asins

Galería Iolas Velasco. Zurbano, 88.

No se nos ocurriría denominar, así a la pintura ejercida no sólo desde la ausencia del disfrute, sino también desde el predominio absoluto de la rigidez y la lógica. No se nos ocurriría caracterizar como pintura fuerte a aquellas tendencias cuya fecundidad ha ido a volcarse allí donde el gesto no es nada y donde el impulso creador es únicamente cosa mentale; una pintura cuya sensualidad pretende reducirse a cero yque, aceptando el más escolástico, de los pensamientos, no quiere sino hablar desde, con y de la esencia, obteniendo, además, la estructura apariencial de ésta. Sería una pintura del vacío, de lo mirable tan sólo con un ojo que incluso involuntariamente difuminara hasta borrarlos los límites del mundo exterior e interior.

La obra de Elena Asins entraría perfectamente en esas fronteras llexibles en exceso que delimitan la pintura que quiere hablar de, desde y con la esencia. Sin embargo, Elena Asins nos dice que la pintura no pertenece a ningún otro discurso que a sí misma, que es una totalidad cerrada en sí, un sistema para sí, cuya plenitud y suficiencia queda demostrada a raíz de sus variables propias. Así, aun cuando el gesto no es nada, sino un puente que desearía evitar el vacío, sin conseguirlo, su agresividad le obliga a conformar apariencias, visiones; es decir, trazos, dibujos, etcétera, el dominio de la línea, su encarnación posible únicamente en la línea, límite, frontera, causay delatora de todos los lugares, y su dominio mediante su extensión hacia abajo, hacia arriba, atrás, adelante, a un lado, hacia todos lados, hacia cualquier lado. Un intento de máxima intensidad por ocuFiar el lugar, por rellenar cumplidamente el vacío, apuntando a un sólo objetivo: producción de un significado, alteración, bien que controlada, del vacío.

Sin embargo, si la pintura de Elena Asins hace pensar en una cierta impronta americana, es por esa fuerza, fruto posiblemente de un sentir sin comprender: un saber sólo de semejanzas y diferencias; pese a todo, una intensidad, hija del gesto, de su multiplicación purísima, de la disminución también, de sus componentes hasta el mínimo y particularmente por su magnífico artificio con el tiempo.

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