Fernández Ordóñez: "La empresa privada es condición necesaria, pero no suficiente, de la libertad política"

«La empresa privada ha sido hasta ahora la condición necesaria, aunque no suficiente, de la libertad política. Por el contrario, ningún sistema colectivista ha garantizado hasta ahora en el mundo las libertades públicas», dijo el ministro de Hacienda, durante la conferencia que bajo el título Los fines y los medios en los programas políticos, pronunció ayer en el Club Siglo XXI.

El señor Fernández Ordóñez calificó la intervención del Estado como un hecho necesario e irreversible para una economía madura. «El problema no consiste en excluir esa intervención estatal, sino cuál es el senti...

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«La empresa privada ha sido hasta ahora la condición necesaria, aunque no suficiente, de la libertad política. Por el contrario, ningún sistema colectivista ha garantizado hasta ahora en el mundo las libertades públicas», dijo el ministro de Hacienda, durante la conferencia que bajo el título Los fines y los medios en los programas políticos, pronunció ayer en el Club Siglo XXI.

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El señor Fernández Ordóñez calificó la intervención del Estado como un hecho necesario e irreversible para una economía madura. «El problema no consiste en excluir esa intervención estatal, sino cuál es el sentido de esta acción pública, en beneficio de quién se produce, qué libertades suprime y cómo se controla», añadió.El señor Fernández Ordóñez afirmó que lo que hoy se entiende en el mundo por economía de mercado no supone aceptar que el libre juego de las fuerzas económicas produce por sí sólo una regulación suficiente y justa del sistema. Resumió en cuatro puntos los frentes de acción de la intervención económica estatal.

La primera función del sector público es dinamizar ese proceso de reconversión. Si continúa el paternalismo industrial, la economía recomendada, el apuntalamiento discriminatorio, corremos el grave riesgo de que nuestra empresa privada muera asfixiada por la propia enredadera que trata de protegerla.»

En segundo lugar, el conferenciante expuso las necesidades clamorosas de la sociedad española, «que tiene unas obvias carencias de bienes públicos». «El principio de solidaridad supone la subordinación de los intereses privados a los objetivos colectivos -añadió- y sólo puede responderse a esta demanda en un país de tan fuertes desigualdades desde un sector público financiado con justicia. »

El tercer frente de acción, prosiguió Fernández Ordóñez, es el problema de la compatibilidad de los objetivos.

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El último punto de este «programa» es la equidad social. «He aquí las palabras mágicas -dijo el señor Fernández Ordóñez- Ningún programa de cualquier partido político puede hoy volverse de espaldas a un ideal de justicia.»

La reforma fiscal no es exclusiva de la izquierda

El ministro de Hacienda atacó a quienes, «como ha sucedido recientemente en España», consideran que una reforma fiscal progresiva es un programa exclusivo de la izquierda política. «Quienes así piensan -dijo el señor Fernández Ordóñez- demuestran no sólo su ignorancia económica, sino su ceguera política. Había que repetirles una vez más la frase de Galbraith de que no son quienes más se proclaman defensores de la libre empresa y de la economía de mercado los que están haciendo lo necesario para conservarla.»

La segunda parte de la conferencia se centró en un análisis de las relaciones de producción y de la organización del Estado. «Sólo en los países donde se mantiene el principio de la libertad de empresa y de propiedad privada de los medios de producción existen aceptablemente reconocidas las libertades públicas», señaló el ministro de Hacienda. «Pero este hecho -añadió- no es cierto en todos estos países.»

Según el señor Fernández Ordóñez, el proceso nacionalizador dentro de las economías de mercado ha alcanzado en algunas de ellas, como en el Reino Unido, cotas muy elevadas sin ventaja apreciable. «Se han confundido los medios con los fines -afirmó-, porque el problema no es de propiedad, sino de control.»

El ministro de Hacienda pasó a continuación a explicar las consecuencias económicas y administrativas del proceso autonómico. «A mi juicio -dijo- de una importancia trascendental, que obliga a un ejercicio de responsabilidad, asumiendo el hecho de que las autonomías no resolverán por sí solas y sin esfuerzo el problema de la desigualdad regional en España.» Añadió que no era honesto levantar más expectativas que las razonablemente posibles.

«Quienes imaginan para España democrática -afirmó el ministro de Hacienda en la recta final de su conferencia- un mundo inmóvil en la mediocridad reaccionaria, olvidan que las fortalezas terminan siendo conquistadas y sólo se defienden con el precio trágico de la libertad.» «España necesita dar el paso deflnitivo a la sociedad posindustrial -continuó-, y no puede hacerse con una ruptura revolucionaria, sino instalando, como se ha hecho en toda Europa, un sistema de estructura de rectificación.»

«Faltaría, sin embargo, a la verdad si no dijera que la llegada de la libertad a España ha dejado tras ella en el pueblo español un cierto desencanto.» «Viejas reclamaciones insatisfechas, antiguas ilusiones encendidas, violencia ciega que llena de estupor al hombre de la calle pueden hacer creer -terminó- en fórmulas dramáticas de soluciones. Es el mismo vértigo que en otros momentos de nuestra historia ha arruinado la libertad naciente.»

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