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Fuentes Quintana y el capitalismo

Catedrático de Estructura Económica en la Universidad de BarcelonaNo hace todavía mucho tiempo, a raíz de la designación del tercer Gobierno de la Monarquía, señalábamos que la historia española más reciente muestra cómo en los momentos culminantes de las diferentes crisis que ha atravesado la economía española han surgido algunas personalidades políticas que, eventualmente, e impulsadas por la dinámica de los acontecimientos, han sido el «instrumento» de racionalización de los intereses del sistema, esto es, han sido capaces de disolver las contradicciones internas que ponía en peligro su...

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Catedrático de Estructura Económica en la Universidad de BarcelonaNo hace todavía mucho tiempo, a raíz de la designación del tercer Gobierno de la Monarquía, señalábamos que la historia española más reciente muestra cómo en los momentos culminantes de las diferentes crisis que ha atravesado la economía española han surgido algunas personalidades políticas que, eventualmente, e impulsadas por la dinámica de los acontecimientos, han sido el «instrumento» de racionalización de los intereses del sistema, esto es, han sido capaces de disolver las contradicciones internas que ponía en peligro su viabilidad, emprendiendo desde dentro su «reconstrucción» o «readaptación», haciendo posible su continuidad. He aquí una de las claves de la historia española más reciente que se configura como una dinámica de «restauración progresiva», de sustitución de modelos económicos inservibles, prevaleciendo, al fin, el interés del sistema globalmente considerado, frente al de los grupos y diversas fracciones (capital financiero, multinacionales, intereses sectoriales, etcétera) que articulan y se disputan el poder económico.

He aquí, también, la explicación de la destacada presencia de Fuentes Quintana- y su grupo de técnicos y economistas- en el último Gobierno del presidente Suárez. Su tarea estaba perfectamente delimitada: tratar de «racionalizar» desde dentro las dificultades de la crisis económica arrastradas ya durante tres años - 13.500 millones de pesetas de déficit por cuenta corriente acumulados en la balanza de pagos-, imponiéndose a los intereses particulares de los diversos grupos económico-financieros, introduciendo reformas que, sin alterar lo fundamental, podían afectar a corto plazo a intereses concretos (bancos, eléctricas, siderúrgicos) por resultar imprescindibles para garantizar su supervivencia. Así, de la misma forma que los automovilistas requieren la presencia de agentes que impongan controles y severas -sanciones para controlar el tráfico, y corregir sus propias imprudencias, la economía española -y más concretamente el capitalismo español- requiere de opciones capaces de imponerse a las ambiciones de los propios grupos de interés y racionalizar técnicamente las dificultades salvando lo más importante: la continuidad del sistema.

Representación de la gran empresa

Sin duda, Fuentes Quintana está más que capacitado para realizar esa tarea, pero las dificultades eran ingentes y habían de manifestarse rápidamente, no en vano hombres con cualificados intereses económico-financieros vigilaban de cerca la estrategia desplegada por el vicepresidente de asuntos económicos del Gobierno.Ahí estaban para corroborarlo el ministro de Industria, Alberto Oliart (consejero director general del Banco Hispano Americano, consejero del Banco Urquijo, Renfe y otras grandes empresas del citado grupo financiero, entre las que destacan Unión Explosivos Río Tinto, Cros, Astilleros Españoles e Hispamersa, todas ellas entre las cien grandes empresas españolas), cuya resistencia ha sido manifiesta a cualquier criterio de «racionalización» y «optimización» del plan energético, al control estatal de la red de transportes eléctrico y construcción de nucleares, etcétera, aspectos, todos ellos, tanto más graves cuanto que la economía española tiene su talón de Aquiles precisamente en ese sector, lo que exige la inmediata puesta en práctica de un programa de actuaciones que permita adaptar las estructuras productivas a esquemas menos consumidores de energía y más creadores de puestos de trabajo.

Alberto Oliart ha debido dejar el Gobierno, pero ahí están cubriendo la retirada, entre otros, Leopoldo Calvo Sotelo (ex consejero-delegado de Unión Explosivos Río Tinto, del Banco Urquijo, de Renfe, de Sodiga, de La Seda de Barcelona, etcétera), Marcelino Oreja Aguirre (Banco Guipuzcoano, Editorial Católica, Agromán, Unión Cerrajera, etcétera), Joaquin Garrigues Walker, cuya familia forma parte -o ha formado parte últimamente- de un total de 32 consejos de administración de grandes empresas casi todas mayoritariamente extranjeras, o con conexiones importantes, como IBM, Altos Hornos de Vizcaya, Westinghouse, Hispano Olivetti, General Foods Spain, Ford España, Standard, Colgate-Palmolive, Avon Cosmetic, General Electric, Sears, Selecciones de Reader's Digest, Hilton of Spain, etcétera, en otras con distinta significación para el ministro de Obras Públicas, como Autopistas Concesionarias Españolas, SA -la famosa B-30 para los catalanes, cuya resolución depende de él, ahora como ministro-, Liga Financiera o la Cadena SER. Landelino Lavilla (Bandesco, Banesto, Editorial Católica, Campsa, Acerinox, etcétera), etcétera, con todas sus implicaciones políticas que, aun siendo más complejas, dejan entrever, en la formación del último Gabinete, a la derecha más tradicional española, ahora remozada a tenor de los tiempos, donde destaca la presencia de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) (Landelino Lavilla, Oreja Aguirre, Iñigo Cavero, etcétera) y la burocracia de antiguo régimen, sirviendo de puente Abril Martorell, también del club selecto de la ACNP, la élite indiscutible de la burguesía española de ahora y de casi siempre.

Además, la reforma fiscal

Pues bien, en ese contexto, presidido por tales intereses económicos, aquí solamente esbozados, el profesor Fuentes Quintana resultaba por lo menos incómodo, lo fue para la banca y para las eléctricas, donde se concentran, como se sabe, los intereses de más rancio abolengo del capitalismo español. Ahí están como muestras significativas la liberalización del mercado financiero, donde ha logrado introducir, a trancas y barrancas, un mayor grado de competencia, o la política monetaria, tan discutida en medios financieros, o su apoyo decidido -e imprescindible- a la reforma fiscal, comenzando por la investigación de bases imponibles (acceso a las cuentas corrientes, eliminación de las sociedades interpuestas, etcétera) y terminando en el impuesto sobre la renta o en el del patrimonio -que ahora tendrá que sacar adelante Fernández Ordóñez, pero con el apoyo de los socialistas- Ahí están, finalmente, sus recortes a las nucleares, o la reorganización del sector petrolífero que ha debido inquietar a capitales multinacionales, que, hasta el momento, se mostraban mucho más conformes con la liberalización del sistema financiero y el creciente proceso de internacionalización del capital. Cuando la conjunción de unos y de otros se ha producido la maniobra de desgaste ya estaba plenamente en marcha.La conclusión se cae por su peso: el capitalismo español soporta mal a hombres como Fuentes Quintana, dificilmente moldeables a unos intereses concretos, incluso en el caso de que sólo se trate de «racionalizar con eficacia las dificultades del propio sistema, el capitalismo español se encuentra mucho más confortable con la burocracia del antiguo régimen, bien acompañada, eso sí, de sus propios y directos intérpretes.

Los sucesores

La dimisión de Fuentes Quintana no debe ser, pues, minimizada, y en cualquier caso puede significar el fracaso de la política económica del Gobierno que era, prácticamente, la única posible. Por primera vez en muchos años figuraba al frente de la economía española una personalidad relevante con probada e indiscutible capacidad técnica y científica, maestro de numerosos economistas, un buen profesional que cuenta, ante todo, con credibilidad pública y competencia en materia de política económica. Sus sustitutos -con conocida experiencia en el FORPPA y en el Ministerio de Agricultura - no pueden ni por asomo presentar, y no hace falta decir que el pacto de la Moncloa tiene en el profesor de Hacienda pública a su principal inspirador y a su primer ejecutante. Por eso, para algunos, como el profesor Estapé, la marcha de Fuentes Quintana constituye «un desastre sin paliativos», y para Joaquín Muns, un «hecho muy lamentable» de consecuencias ciertamente imprevistas.

¿Economía de mercado?

Sin embargo, en las últimas semanas los ataques se habían multiplicado en diversas direcciones con las consabidas referencias -como las de Garrigues Walker- a la economía de mercado y a los peligros del intervencionismo estatal. Curiosas argumentaciones en unas circunstancias como las actuales cuando la Babcock-Wilcox anuncia la suspensión de pagos y reclama ayudas sustanciales al Estado, que ya figura como principal acreedor, o cuando Altos Hornos de Vizcaya y del Mediterráneo pueden dejar exhaustos los presupuestos del Estado del presente año, o cuando se comienza a conocer la financiación estatal que habrá de absorber el plan energético o, finalmente, por citar algunos exponentes -y no referirnos a los productos agrarios intervenidos en un 60%-, cuando la SEAT traspasa la factura de su reconocida incompetencia para hacer frente a un mercado limitado, pero algo más competitivo que en años anteriores. ¿Dónde están, pues, los principios de la economía de mercado?¿A instancia de quién se produce ese intervencionismo? ¿Cómo puede hablarse de extender la economía de mercado en plena crisis económica, si son las propias empresas y sectores los que la solicitan?

En definitiva, la campaña de UCD en marcha no ha podido tener un epílogo más desafortunado con la marcha de Fuentes Quintana. En la próxima ocasión tocará el turno a Fernández Ordóñez o a González Seara, y a partir de ahora tendremos que contar con la providencia, siempre al quite, como se sabe, de los malos Gobiernos. Si esto es así, si el Gobiemo no cumple sus responsabilidades con el país suscritas en los pactos de la Moncloa, los socialistas se verán obligados a asumir sus propias responsabilidades para sacar adelante una economía que unos y otros intereses a corto plazo se disputan, y esto puede ser pronto, pues sólo habría que esperar a que ese conglomerado de fuerzas homogéneas de UCD -nunca mejor dicho lo de «prietas las filas»- asista, casi sin remedio, a su primera derrota electoral en la todavía temprana y, por ello, enormemente sugerente, democracia española.

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