Crítica:LOS CONCIERTOS DEL REAL

Gran triunfo de Antonio Ros Marbá

Antonio Ros Marbá hace música siempre. Vive para la música, y cada vez que interpreta una obra o vuelve a interpretarla, el estudio previo es largo, minucioso, buscador de razones y luces. Ante un monumento como la Misa en si menor, ya dirigida por Ros en Barcelona, el músico profundo puede ahondar y ahondar a lo largo de su vida. Cada vez encontrará nuevos detalles, perfilará la concepción general, se paseará moroso por todas y cada una de las «capillas» analizará vidrieras y retablos como si de conocer a fondo una catedral se tratase. Que esto son obras como las Pasiones o la ...

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Antonio Ros Marbá hace música siempre. Vive para la música, y cada vez que interpreta una obra o vuelve a interpretarla, el estudio previo es largo, minucioso, buscador de razones y luces. Ante un monumento como la Misa en si menor, ya dirigida por Ros en Barcelona, el músico profundo puede ahondar y ahondar a lo largo de su vida. Cada vez encontrará nuevos detalles, perfilará la concepción general, se paseará moroso por todas y cada una de las «capillas» analizará vidrieras y retablos como si de conocer a fondo una catedral se tratase. Que esto son obras como las Pasiones o la Misa de Juan Sebastián: inmensas catedrales sonoras. La comparación se ha repetido porque es cierta. Lo dificil es, precisamente, iluminar las intimidades, los espacios místicos, las transparencias, cuantos valores expresivos asume la grandiosidad de la arquitectura. Esto hace Ros Marbá: misa como intimidad antes que como espectáculo. No me parece prurito historicista la reducción de los efectivos vocales e instrumentales, sino deseo de conseguir una materia que de otro modo podría resultar gruesa y pesante. La Misa en si menor asume formas y procedimientos no sólo religiosos, sino de clara raíz instrumental. Es, como todas estas grandes obras bachianas, una summa. No puede -o no debe- el director convertirse en leader excitador y llameante. Ha de oficiar hasta conseguir la comunicación emotiva. Pero, cuidado, sin abusar. Que la emoción suele ser traicionera y jugar malas pasadas. Me parece que Ros Marbá siente la Misa en si menor como si moldease las curvas del gregoriano. A veces, incluso, la dinámica quedó un poco plana por afán de no excederse y, supongo en razón de buscar un estatismo envolvente, un «aire quieto» en el que situar la música. Pero, en todo caso, las articulaciones, el fraseo vocal e instrumental, la elevación de los acentos, la mesura al escoger los tempi, todo fue obra de un músico muy hondo.Contó con un Coro Nacional excelentemente preparado, capaz de seguir la menor flexión que el director indicara. También con solistas de mérito -nuestra Ana Higueras, quien cantó en maestra; la Hodgson, protagonista de un Agnus inolvidable; el tenor Philip Langridge y el bajo Franz Grundheber-.Y contó también con un trabajo de los profesores de la ONE excelente de toda excelencia. Todos, desde el primero al último, hicieron alta música, como la hizo Juan Casals, que casi convirtió en pequeño órgano barroco el gran órgano moderno del Real. En la cita del concertino, Víctor Martín, queremos simbolizar el aplauso a todos los solistas, de la casa o invitados. En definitiva, la primera actuación de Antonio Ros Marbá, después de conocerse su nombramiento de director titular de la Nacional, que será efectivo a partir del primero de octubre, ha constituido un éxito total y entusiasta. El público de viernes y sábado recibió al maestro barcelonés con cariño y le concedió, repetidas ovaciones.

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