Tribuna:Funciones de la Universidad / 2

El problema de la capacitación profesional

La pregunta es: ¿cómo una facultad universitaria puede no ser solamente una escuela profesional siéndolo también, y a la vez? Permítaseme reducir mi respuesta a la concisa explanación de una serie de puntos.1. Toda facultad universitaria debería tener en su seno una o más escuelas profesionales, enderezadas a formar licenciados técnicamente capaces -y, por supuesto, moralmente dignos- para el ejercicio de las profesiones que la sociedad exija o necesite en relación con la materia propia de ella: asistencia médica general, docencia en los centros de enseñanza media, ...

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La pregunta es: ¿cómo una facultad universitaria puede no ser solamente una escuela profesional siéndolo también, y a la vez? Permítaseme reducir mi respuesta a la concisa explanación de una serie de puntos.1. Toda facultad universitaria debería tener en su seno una o más escuelas profesionales, enderezadas a formar licenciados técnicamente capaces -y, por supuesto, moralmente dignos- para el ejercicio de las profesiones que la sociedad exija o necesite en relación con la materia propia de ella: asistencia médica general, docencia en los centros de enseñanza media, regencia de una oficina de farmacia, dirección de un laboratorio químico, asesoramiento económico de una empresa, dirección o redacción de un periódico, etcétera. A la equivalencia semántica entre «licenciado en...» y «titulado en la escuela profesional de...», la han hecho ineludible la gran diversificación de las actividades de la vida social -de los roles sociales, como dicen los sociólogos-, la escueta y especializada tecnificación de dichas actividades y la consiguiente delimitación de las apetencias y perspectivas vitales de la inmensa mayoría de los alumnos que aspiran a ingresar en la Universidad. «Yo quiero obtener un titulo que me capacite para ejercer tal profesión», ésta es la demanda tácita o expresa de los más, y si para obtener ese título se está dispuesto a trabajar con cierta seriedad, la pretensión no puede ser más lícita.

2. La escuela profesional debe hallarse funcional y administrativamente dentro de la facultad y no al lado de ella: aun cuando en determinados casos, como en medicina -porque un hospital técnicamente bien calificado puede ser la sede de una de tales escuelas profesionales-, sea ineludible la existencia de una separación espacial entre la facultad y la escuela a ella perteneciente.

3. El número de las escuelas profesionales dependientes de una misma facultad universitaria dos ejemplos: el de las escuelas médicas y el de las escuelas filológico-románicas, respectivamente, pertenecientes a la facultad de Medicina y a la facultad de Letras de la Universidad Complutense será establecido con arreglo a dos criterios principales: la exigencia social respecto del titulo en cuestión y la capacidad didáctica de la facultad -profesorado, recursos materiales- para dar una en, señanza de buena calidad y no masificada.

Criterios rectores para el ingreso

Sólo mediante selección idónea -cuyos criterios rectores habrán de ser el saber del aspirante, sus condiciones personales, la capacidad didáctica del centro en cuestión y la exigencia laboral de la sociedad- se podrá ingresar en una escuela profesional universitaria. En ella, el número de materias, y, por consiguiente, el de cursos, se ajustará con rigor a lo que sea mínimamente necesario y suficiente para un ejercicio decoroso de la profesión de que se trate. La enseñanza, en consecuencia, habrá de ser asertiva, concisa, práctica y pragmáticamente actual. Asertiva: exposición clara y sencilla de lo que tanto en el orden científico como en el orden práctico se sabe acerca de la disciplina enseñada. Concisa; aunque, por supuesto, no ramplonamente limitada a lo que el ejercicio profesional por sí mismo exija. Práctica: principalmente ordenada al «saber hacer» -saber diagnosticar y tratar a un enfermo, saber enseñar gramática o historia de España- y atenida al principio didáctico de que sólo haciendo algo se aprende a hacerlo. Pragmáticamente actual: reducida a lo que en verdad sea cierto y seguro en el momento en que se enseña. «Ser abogado, juez, médico, boticario, profesor de latín o de historia en un instituto de enseñanza media -escribía Ortega en 1930, y podría escribir hoy- son cosas muy diferentes de ser jurista, fisiólogo, bioquímico o filólogo. Aquéllos son nombres de profesiones prácticas, éstos son nombres de ejercicios puramente científicos.»

5. Naturalmente, el profesorado de la escuela profesional será el mismo de la facultad; lo cual impone la obligación de elegir, entre los docentes de las cátedras y departamentos, los que se hallen más dotados para una exposición clara, sugestiva y sinóptica de la materia explicada. Cuando la futura actividad profesional sea en primer término la docencia -facultades de Letras, facultades de Ciencias-, una de las enseñanzas tendrá como objeto el adiestramiento del alumno en la expresión didáctica.

6. Sin mengua de las pruebas que la sociedad o el Estado establezcan para el definitivo acceso a un determinado puesto profesional -oposiciones, concursos, cursillos especiales-, el título de «Iicenciado en...» deberá ser en principio suficiente para el ejercicio de la profesión a que corresponda. Para la obtención de ese título será precisa una prueba final, tesina o examen de licenciatura.

Sólo mediante la fundación de escuelas profesionales funcionalmente incluidas en el seno de las facultades universitarias puede a mi juicio resolverse el grave problema que la masificación de su alumnado.y el pragmatismo y la tecnificación de la sociedad en torno han propuesto a la Universidad durante esta segunda mitad del siglo XX. Y, por otra parte, sólo abandonando metódicamente su posible inclinación a actuar como divo de la docencia -sin que esta resolución excluya la brillantez de sus lecciones magistrales, cuando para ella esté dotado-, podrá el docente universitario entregar a la sociedad técnicos capaces de servirla con la competencia que la palabra «Universidad», hoy tan a pique de perder su prestigio, por sí misma exige desde el siglo XIII.

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