Debate en Italia sobre el ataque de "Tiempos Nuevos" a Manuel Azcárate

La violenta reprimenda de Tiempos Nuevos a Manuel Azcárate, ideólogo del Partido Comunista español, ha resonado en Italia como un áspero ataque global al eurocomunismo. Los comunistas italianos, que admiten diversidad de opiniones con sus correligionarios españoles critican, sobre todo, el principio que parece inspirar al estado-guía soviético: quien simplemente participa en reuniones con otras fuerzas políticas corre el riesgo de verse en mala compañía.Luca Pavolini, de la directiva del partido, defendió ayer en una entrevista del diario verpertino paracomunista romano Paese Sera e...

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La violenta reprimenda de Tiempos Nuevos a Manuel Azcárate, ideólogo del Partido Comunista español, ha resonado en Italia como un áspero ataque global al eurocomunismo. Los comunistas italianos, que admiten diversidad de opiniones con sus correligionarios españoles critican, sobre todo, el principio que parece inspirar al estado-guía soviético: quien simplemente participa en reuniones con otras fuerzas políticas corre el riesgo de verse en mala compañía.Luca Pavolini, de la directiva del partido, defendió ayer en una entrevista del diario verpertino paracomunista romano Paese Sera el derecho a decidir personalmente con quién y dónde discutir. Discutir con amigos, conocidos o rivales no quiere decir unirse a ellos. Pavolini tacha la postura de Tiempos Nuevos de cerrada y negativa, que niega el pluralismo de ideas en una sociedad socialista. Es inútil generalizar y replicar en términos de herejías, amenazas y condenas, porque «está claro -afirma Pavolini- que desde hace tiempo no existe ningún organismo del que poder ser expulsado».

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El diario romano había publicado el día anterior al artículo de Tiempos Nuevos una recensión con firma de Mario Galetti del libro de Jorge Semprún y ha seguido objetivamente, en sus crónicas desde Madrid de Neliana Tersigni, la polémica Semprún-Azcárate.

La prensa democrática pone de relieve que se está creando una contraposición convergente de dos maniqueísmos inaceptables: el soviético, que juzga peligrosamente anti todo lo que para ellos no es pro y el de los grupos conservadores occidentales que no creen en el eurocomunismo o distanciamiento de los partidos comunistas occidentales de la URSS.

La repercusión en el sistema italiano es evidente: «un partido comunista vinculado a Moscú, subordinado a la política de potencia soviética, gustaría a ciertos conservadores, pero tendría consecuencias inimaginables en la estabilidad del sistema político económico», según La Voce Republicana, órgano del partido republicano, expresión de una burguesía que cree en el eurocomunismo, acaso más por razones tácticas que de contenido.

«La advertencia de Moscú a Azcárate (falso blanco -escribe el órgano de la Democracia Cristiana Il Popolo- suena en la sede del Partido Comunista italiano como burda injerencia que tiende a interceptar el camino al proyecto comunista, comparable en muchos aspectos a esa unidad de la izquierda que Marchais ha roto surrealísticamente en Francia por motivos no del todo impenetrables.»

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