Comisiones «top secret»

Durante la larguísima etapa de las Cortes franquistas, hechas de unanimidades y de adhesiones inquebrantables, los periodistas tuvimos realmente pocas cosas de que informar. Los debates, salvo en las últimas etapas del régimen, eran más bien anodinos y dejaban poco margen para la noticia y aún menos para el sobresalto. Pero, en cambio, solían ser jugosos los debates en las comisiones, donde se cocinaban las leyes que luego los plenos sacralizaban; lo ocurrido en las comisiones —a las que los periodistas tuvimos acceso— puso de manifiesto ausencias y vaguedades, pero también disiden...

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Durante la larguísima etapa de las Cortes franquistas, hechas de unanimidades y de adhesiones inquebrantables, los periodistas tuvimos realmente pocas cosas de que informar. Los debates, salvo en las últimas etapas del régimen, eran más bien anodinos y dejaban poco margen para la noticia y aún menos para el sobresalto. Pero, en cambio, solían ser jugosos los debates en las comisiones, donde se cocinaban las leyes que luego los plenos sacralizaban; lo ocurrido en las comisiones —a las que los periodistas tuvimos acceso— puso de manifiesto ausencias y vaguedades, pero también disidencias y perspectivas que señalaban el camino del país. La información directa de las comisiones fue una de las escasas victorias que —en beneficio del lector— obtuvimos los periodistas durante aquella época de tantos y a veces tan estériles esfuerzos. Pues bien, parece que esta posibilidad de informar desde el seno de las comisiones, que el anterior régimen concedió, va a sernos negada en esta supuesta época de luz y taquígrafos, que en teoría debiera ser mucho más clara. Cierto que ahora los plenos de las Cortes no serán unánimes ni concluirán con vítores, lo que sin duda ofrece posibilidades de información —y de conocimiento de la verdad— mucho mayores. Cierto que los políticos hacen ahora declaraciones con casi absoluta libertad. Pero el conocimiento de la preparación y discusión de las leyes, que en el seno de las comisiones van adquiriendo su fisonomía, pertenece al mundo de la más elemental democracia. Cualquier pacto, compadreo o indiferencia, que quisiéramos ver desterrados para siempre, y que los plenos pueden disfrazar, se hacen patentes en las comisiones. Y el país necesita ahora —sobre todo y ante todo—claridad en su dinero y en sus leyes, en sus hombres y en sus actos. Cerrar a la información una puerta que el franquismo abrió es sencillamente querer dar un portazo en las narices a la verdadera democracia.

, 12 agosto

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