San Isidro 77: duodécima corrida de feria

Discrepancias entre matador y afición por el "pico" de la muleta

La corrida de ayer fue de relax. Pocas palabras, gritos contados y buenas formas. Podría decirse también que estábamos como en la oficina. Horario, de siete a nueve, salvo imprevistos. Aún no habían dado las nueve ayer cuando salíamos de la oficina. Los maestros liquidaron sus seis expedientes sin apenas complicaciones.De manera que aquí paz, y después gloria. Sólo en el cuarto toro hubo un poco de alboroto. La afición de la andanada, que sólo rechistó para denunciar los excesos piquistas de Julio Robles y Curro Rivera, le cantó a este torero el defecto, pasándose un poco de decibelios....

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La corrida de ayer fue de relax. Pocas palabras, gritos contados y buenas formas. Podría decirse también que estábamos como en la oficina. Horario, de siete a nueve, salvo imprevistos. Aún no habían dado las nueve ayer cuando salíamos de la oficina. Los maestros liquidaron sus seis expedientes sin apenas complicaciones.De manera que aquí paz, y después gloria. Sólo en el cuarto toro hubo un poco de alboroto. La afición de la andanada, que sólo rechistó para denunciar los excesos piquistas de Julio Robles y Curro Rivera, le cantó a este torero el defecto, pasándose un poco de decibelios. Rivera, manito, hermano, se encaró con los de las alturas. «Ahora veréis.» Y plegó la muleta, de forma que le quedó casi en su justa mitad. Y de esta curiosa forma continuó la faena. El alarde tuvo un efecto contrario al buscado, porque lo único que se demostró es que el toro era de una nobleza inmaculada, iba y venía por donde le ponía tela Curro Rivera, manito, hermano, de donde todo el mundo podía deducir -toro de nobleza inmaculada incluido-, que el pico anterior había sido ventaja inútil, que los de la andanada tenían razón, y que, en definitiva, lo que faltaba era arte.

Plaza de Las Ventas

Duodécima corrida de, feria. Toros de Alonso Moreno, bien presentados, serios, parejos; el primero con clase, alegres en el caballo segundo y cuarto, aunque se salían de la suerte; mansos tercero, cuarto y sexto; difícil el sexto, con problemas el segundo, nobles los restantes. Tuvieron casta. No se cayó ninguno.Curro Rivera. Silencio. División de opiniones, pese a lo cual sale a saludar. Julio Robles. Palmas y saludos. Aplausos y saludos. Currillo, que confirmó la alternativa, aplausos y salida al tercio. Silencio. Presidió bien Luis Gómez.

El pico no es ese extremo con flecos que plegó el matador, o que cortó a cuchillo José Fuentes en otra tarde con parecidas discrepancias entre afición y diestro, sino el mismo extremo textil colocado en el pitón contrario. Es decir, que la ventaja sería la misma si no hubiese pico, pero el torero inclinara la muleta en uve -como también se expresa en el vocabulario tauro-coloquial-, cual hizo varias veces el propio Curro Rivera, manito, hermano, cuando ya llevaba la franela plegada.

Hay toros que tienen viciada la acometida y se vencen hacia el torero, como ocurría con el primero -por otra parte noble, que un toro puede ser vicioso pero de buen fondo-, y entonces el pico es recurso apropiado en la ejecución del pase, como hizo Currillo y, nadie le protestó. Consiguió Currillo varias tandas de derechazos buenos de verdad, pero no vio cómo el toro le pedía la muerte y prolongó innecesaria mente la faena, por la izquierda, ya con menor lucimiento. Como encima mató mal, la tarde se le fue sin éxito, ya resultó, que su otro toro manso, reservón, a la defensiva cada vez que veía un engaño, y no tuvo otra opción que aliñarlo y darle muerte (mala muerte de nuevo, es lo cierto). Una verdadera lástima porque, en fin de cuentas, Currillo estuvo muy torero toda la tarde, lidiador, siempre dio la cara, con el toro noble y el difícil, y mantuvo una colocación impecable en el ruedo.

A medio gas quedó Julio Robles, y esto ya es grave en diestro de tan buenas condiciones como se le adivinan. Su lote fue, en conjunto, el más boyante. No se empleó con el capote, en cuya modalidad es de los mejores estilistas que tenemos, y con la muleta, lo dicho: el pico. Al quinto, que si manso en los dos primeros tercios, en el último derrochó nobleza, ejecutó pases de calidad verdadera, temple y empaque para unos derechazos que habrían estado entre lo mejor de la tarde y de la feria, de no afearlos, innecesariamente además, el pico dichoso, por añadidura escandaloso. Se lo protestaron, y con razón. Su otro toro quizá habría ido mejor en los medios, pues no perdía de vista las tablas, hacia donde se le veía aquerenciado, y precisamente en los medios empezó a muletear Robles, pero a los pocos pases ya estaba la faena en el tercio. Manejable la res, a veces produjo algún atragantón, incierta cabezada, que aguantó con serenidad el torero. Hubo derechazos estimables y con la izquierda un gran natural, que también debe contabilizarse entre lo mejor de la tarde. Pero al trasteo le faltó garra suficiente para que el tendido saliera de sus sopores de oficina.

La corrida fue muy pareja de tipo, bien presentada, sin estridencias; hubo un toro de clase, que fue el primero; otros dos, segundo y cuarto, que acudieron con alegría a los caballos, aunque se rajaran al sentir el hierro; tres mansos sin paliativos: tercero, quinto y sexto; uno difícil, del que ya hemos hablado, y otro con problemas, -probón, incierto, con genio-, que fue el primero de Curro Rivera, el, cual le tanteó las embestidas por ambos pitones; aguantó, sereno, las tarascadas; aliñó con eficacia, y mató al bajonazo. Si hacemos salvedad de esa forma de manejar la espada (no peor que sus compañeros de terna, por otro lado), habremos de decir, con justicia, que en esta ocasión estuvo torero Curro Rivera, manito, hermano.

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