Antonio Ros Marbá

En un par de semanas, Antonio Ros Marbá ha realizado una auténtica marathona de actuaciones y de triunfos. Dirigió en Madrid la Orquesta de la RTVE y la Nacional y, entre medias, marchó a Barcelona para participar en el Homenaje a Falla de RNE, del que ya hemos dado cuenta.

Si la versión lograda por Ros Marbá de una obra tan difícil como «El niño de los sortilegios», de Rave!, fue magistral porque supo ahondar en todos los secretos que ese prodigio de fantasía encierra, su intervención con la ONE, presentó tres triunfos en tres direcciones distintas. En primer lugar, la «Misa de la Coro...

En un par de semanas, Antonio Ros Marbá ha realizado una auténtica marathona de actuaciones y de triunfos. Dirigió en Madrid la Orquesta de la RTVE y la Nacional y, entre medias, marchó a Barcelona para participar en el Homenaje a Falla de RNE, del que ya hemos dado cuenta.

Si la versión lograda por Ros Marbá de una obra tan difícil como «El niño de los sortilegios», de Rave!, fue magistral porque supo ahondar en todos los secretos que ese prodigio de fantasía encierra, su intervención con la ONE, presentó tres triunfos en tres direcciones distintas. En primer lugar, la «Misa de la Coronación», el Mozart más puro y hondo, aquél en el que lo religioso y lo teatral parecen reducirse a unidad. Tienen estos pentagramas sincera emoción, pero se trata de una «emoción» mozartiana, lo que comporta problemas de estilo, rigor flexible, humanismo sin desbordamiento.

El pensamiento polifónico, el dramático y el camerístico quedan sumados, de modo natural, en la «Misa de la Coronación» y sólo se logra su secreto por la consecución de las perfecciones que los tres conceptos exigen. Lo que Ros Marbá consiguió con toda plenitud, para lo que contó con la asistencia de la ONE en sus mejores calidades, la aportación del Coro Nacional —musical y brillante— y un cuarteto solista «made in Spain» de valores tan relevantes como Ana Higueras —-protagonista máxima, pues a la soprano encomendó Mozart el papel preponderante—, Carmen Sinovas, Manuel Cid y Antonio Blancas. Si tuviera que calificar a todos con un sólo término elegiría este: nobleza. Y matizaría con otro: naturalidad.

Claudio Prieto revalidó su triunfo granadino con la «Sinfonía 1», que fue distinguida con el Premio Internacional «Manuel de Falla». El mismo Ros y el Coro Nacional, que cantaron la obra el Festival de Granada, la han presentado ahora con mayor convicción y expresividad y la ONE colaboró de manera espléndida. La primera impresión, tan alta, sobre la «Sinfonía» se reafirma en las nuevas audiciones, pues tal sucede con las partituras realmente importantes; que interesan cada vez más.

En Prieto hay un formidable compositor que se realiza día a día, sin prisa y sin pausa, más atento a la verdad y la autoexigencia que a la fama mejor o peor cimentada. Actitud ética que supone, de principio, un muy hondo homenaje a Manuel de Falla. La voz de nuestro tiempo canta o grita en esta sinfonía tan rica de componentes, tan bien medida y contrastada, tan comunicativa. Ros Marbá extrajo de la obra de Prieto cuanto hay en ella tras las notas o lo que aquellos poco avisados pueden suponer efectos. Triunfo total y sin fisuras.

En fin, la tercera dimensión del programa la dio el titular de la Ciudad de Barcelona en una hermosa traducción de «Dafnis y Cloe», el gran «best seller» raveliano en la versión con coros. Conjunto vocal e instrumental tan original y mágico que, sin él, podrían comprenderse mal muchas cosas que han venido después en el agitado evolucionar de la música de nuestro tiempo.

Si en Falla puede advertirse en Ros al discípulo tan estimado de Toldrá, en Mozart o Ravel aparece el ferviente seguidor de Sergiu Celibidache. Dicho sea, a modo de referencia, pues Antonio Ros Marbá posee ya medidas propias para su personalidad de director que pone en alto lo que más importa: la música.