La reforma del Reglamento pretende enmascarar el verdadero problema del toro

El empeño de gran parte de los taurinos en reformar el reglamento no tiene más que una cuestión clave: el toro. El toro de lidia de hoy, el habitual en el ruedo cuando el cartel lo componen figuras, es el que les hace necesaria la reforma.

Hay un hecho cierto: a ese toro con el que se miden los favoritos del monopolio le falta pujanza, no soporta la dureza de una lidia medianamente administrada, se cae; y una consecuencia no menos cierta, ante esta realidad, los públicos se retraen, denuncia la crítica, la mismísima afición le vuelve la espalda al espectáculo. Naturalmente, hay que adm...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El empeño de gran parte de los taurinos en reformar el reglamento no tiene más que una cuestión clave: el toro. El toro de lidia de hoy, el habitual en el ruedo cuando el cartel lo componen figuras, es el que les hace necesaria la reforma.

Hay un hecho cierto: a ese toro con el que se miden los favoritos del monopolio le falta pujanza, no soporta la dureza de una lidia medianamente administrada, se cae; y una consecuencia no menos cierta, ante esta realidad, los públicos se retraen, denuncia la crítica, la mismísima afición le vuelve la espalda al espectáculo. Naturalmente, hay que administrar soluciones urgentes. Parecería la más lógica volver al toro integral, que existe; a ese toro que sólo conocen los espadas relegados al montón de los modestos. Pero la que en su lugar buscan los sectores interesados es reformar el reglamento.La reforma que se hizo en 1962 y que modificó un texto legal- y vigente durante más de treinta años fue sustancialmente esa: atemperar la normativa al nuevo toro, que no lo era. como resultante de una evolución biológica natural sino como consecuencia de las imposiciones de todo el entramado de intereses que se mueve en las cimas del taurinísmo. La actual, a la vista de las propuestas que conocemos a nivel más o menos oficioso, gira en tomo a una suavización de los elementos que componen la lidia, para que la pelea del toro sea menos dura y por tanto no resulte tan llamativa su debilidad física y su falta de fiereza.

En cuanto la lidia se limite, ya con todas las bendiciones reglamentarias, para ahorrarle esfuerzos al toro, habremos dado otro paso de gigante en la decadencia' del espectáculo, para colocarlo a las puertas mismas de su liquidación.

Hay una acción aparentemente coordinada desde diversos frentes para meter en la legalidad al toro con trazas de borrego, y si tuviese éxito sería casi como dar patente de corso al fraude. Nos referíamos el pasado sábado a la postura de los empresarios, quienes propugnan que no pueda devolverse al corral el toro que se cae. Los ganaderos por su lado, piden reducción del peto, menos peso de los caballos, puyas de no tanto castigo. Aspiraciones que estarían bien, si no supusieran merma en la potencia básica de la fiera. La verdad es que cuando, por ejemplo, salen en verano los modestos al ruedo de Las Ventas, por los chiqueros les sueltan unos ejemplares que resisten puyas, petos, pesos y lo que haga falta, y no se plantean entonces polémicas sobre la licitud de su devolución por causa de las caídas, pues tales caídas no existen. Ocurre que sale el toro y ese toro tiene su lidia, perfectamente adecuada a cuanto prescribe el vigente reglamento.

La Dirección General de Seguridad distribuyó hace meses un anteproyecto de reglamento -según tenemos entendido, que no lo conocemos- las representaciones de la mayoría de los estamentos de la fiesta, y etos lo devolverán con las observaciones que estimen pertinentes. Quisiéramos -lo hemos dicho otras veces- que al aficionado se le diera opción asimismo a opinar, porque él también es parte interesada. Puede suceder que los aficionados se encuentren entre quienes darían la voz de alarma ante este manejo, que beneficia exclusivamente a los privilegiados M mundillo taurino.

No beneficia, desde luego, a los espadas modestos, quienes tendrían que seguir luchando con el toro fiero y por añadidura en mayor desventaja a causa de las innovaciones. Ni a los subalternos, únicos profesionales que en estos momentos han planteado la cuestión en sus justos términos por mediación de su representante, Antonio Salcedo. La posición de Salcedo en los coloquios de San Sebastián celebrados la semana última ha sido precisamente la de exigir que salga al ruedo el toro de lidia en su absoluta integridad; con las características reglamentarias de edad, peso y tipo zootécnico, pero también con la casta, entereza y pujanza que siempre caracterizó a esta fiera. Es una proposición inteligente y acorde con cuanto piden los aficionados, a los cuales ciertos taurinos hacen que desprecian, porque los intereses de estos son contrarios a los derechos que asisten a aquéllos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En