Emoción y belleza de los "miuras"

Fin de feria, con plato fuerte torista. Toros de Eduardo Miura, tremendos. Los más tremendos en presencia que se han lidiado en esta feria, y seguramente los más tremendos que el ganadero ha lidiado en España. Altos, largos, zancudos, de ofensivas cabezas y abundante romana (567 kilos de promedio). Todos como aquellos que pintaba en Zahariche, Francisco Iturrino:Hacía años que una corrida de Miura no transmitía tanta emoción a los tendidos, ni se aplaudía tanto su aparición en la plaza. La emoción de los miuras venía de su leyenda, de su especial trapío, y del peligro que mostraban al responde...

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Fin de feria, con plato fuerte torista. Toros de Eduardo Miura, tremendos. Los más tremendos en presencia que se han lidiado en esta feria, y seguramente los más tremendos que el ganadero ha lidiado en España. Altos, largos, zancudos, de ofensivas cabezas y abundante romana (567 kilos de promedio). Todos como aquellos que pintaba en Zahariche, Francisco Iturrino:Hacía años que una corrida de Miura no transmitía tanta emoción a los tendidos, ni se aplaudía tanto su aparición en la plaza. La emoción de los miuras venía de su leyenda, de su especial trapío, y del peligro que mostraban al responder a las genuinas características de su divisa. Los miureños, el domingo, tuvieron ese genio picante que tipifica lo que el público espera de ellos.

Tres cuartos de entrada largos en la última del abono bilbaíno, celebrada el domingo

Manolo Cortés: Tres pinchazos y dos descabellos (un aviso y silencio). Pinchazo y estocada baja (oreja). El Puno: Pinchazo y media estocada en la cruz (palmas). Dos medias estocadas y descabello (vuelta). Roberto Domínguez: Estocada, asomando la punta por el costillar y descabello (oreja). Dos pinchazos, estocada y descabello (ovación).

Corrida de gran espectáculo, verdaderamente interesante para el aficionado; de fuertes contrastes y extraños cambios de comportamiento en los astados. Los que acusaron falta de fuerza al salir del caballo, se fueron para arriba a partir del segundo tercio; los que tuvieron poder de salida, fueron apagándose luego; los que ante el capote y los banderilleros, cortaban el aire de cornadas, se entregaron mejor en las muletas. Con independencia de lo reseñado, la cornada salió mansa, con genio, con sentido y con puntos expresivos de fiereza. Como está mandado en este hierro. Los toros bravos embisten; los fieros de miura, acometen.

Manolo Cortés, estuvo desconfiado con el que abrió plaza. Le faltó coraje para quedarse quieto y someter con la mano baja una embestida alta. Se pasó de faena y recibió un recado presidencial. Por contra, en el cuarto, se decidió. El toro iba a entregarse desde el primer momento, y Cortés aprovechó la circunstancia ajustándole una faena valerosa y medida, que debió prolongar más. Su mayor mérito fue la ligazón perfecta de los pases. Dos naturales y tres redondos, con sus respectivos remates, tuvieron clase de verdad.

A Roberto Domínguez le cosquilleó la inspiración en bastantes momentos. Al toro más grande de la feria, el tercero, le recibió con una larga de rodillas espeluznante, rubricada con cuatro verónicas monumentales que hubiera firmado sin dudarlo su mismísimo tío Fernando. Con la muleta estuvo torero, compuesto y valiente, construyendo una breve faena sobre la línea maestra del buen gusto. En el sexto, de evidente peligro, se vino abajo el vallisoletano, aunque de cara al respetable se tapara hábilmente lidiando sobre las piernas.

El Puno, cumplió decorosamente con su papel de torero pundonoroso, y a pesar de la falta de sitio, asumió dignamente la responsabilidad de no perderles la cara a sus enemigos, consiguiendo, en varias ocasiones, torear con sosiego y largura sobre la mano derecha. Valiente y aseado pasó el colombiano.

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