Entrevista

Si fuera a España me entrevistaría con el Rey y con Suárez

La familia Carrillo está haciendo las maletas. Dentro de unos días, de unas semanas, su casa de Champigny Sur Seine, en una de las barriadas de la periferia de París, quedará vacía. Otro piso, en el barrio madrileño de Las Ventas después de casi cuarenta años de exilio, acogerá a Carmen, la esposa, barcelonesa, que el pasado 3 de julio ya se despidió definitivamente de la farmacia en la que trabajó como empleada.

En estos momentos sólo les queda pendiente el último detalle: el pasaporte del jefe de la familia Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España.

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La familia Carrillo está haciendo las maletas. Dentro de unos días, de unas semanas, su casa de Champigny Sur Seine, en una de las barriadas de la periferia de París, quedará vacía. Otro piso, en el barrio madrileño de Las Ventas después de casi cuarenta años de exilio, acogerá a Carmen, la esposa, barcelonesa, que el pasado 3 de julio ya se despidió definitivamente de la farmacia en la que trabajó como empleada.

En estos momentos sólo les queda pendiente el último detalle: el pasaporte del jefe de la familia Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España.

Carrillo, nacido hace 61 años en Gijón, vivió desde los nueve años en Madrid. Cuando empezó la guerra era secretario general de la Juventudes Socialistas. Su ingreso en el Partido Comunista de España se realizó en el momento de la defensa de Madrid, en noviembre del año 36, cuando se unieron las Juventudes Socialistas y Comunistas. Al exiliarse, a los veinticuatro años de edad, era secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas.

Su exilio tuvo varias patrias: México, Estados Unidos, Argentina, África del Norte. En 1944, a la hora del desembarco de las tropas aliadas en la última guerra mundial, fijó su residencia en Francia: hasta finales de este mismo año fue clandestino. Después vivió libremente hasta el año 50, para estar de nuevo en la clandestinidad durante dieciocho años. Su nueva vida libre duró tres años. Y, por fin, en 1974, Giscard d'Estaing, al ser elegido presidente de la República francesa, legalizó su situación definitivamente.

Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista, con su mujer, en ParísJordi Socias

A raíz de su visita al embajador de España, Carrillo fue interrogado por EL PAIS en la capital francesa sobre su porvenir y el de su partido.

Mi regreso favorecería el diálogo entre el gobierno y la oposición

EL PAIS: ¿Qué hará, señor Carrillo, si obtiene el pasaporte?

Carrillo: Ultimar detalles y, en dos o tres días, coger el avión de regreso a España, con mi familia.

EL PAIS: Imagínese en España: ¿estaría dispuesto a entrevistarse con el Rey o con el presidente del Gobierno, señor Suárez?

Carrillo: Sin duda alguna, me entrevistaría con el Rey y con Suárez. Pero de manera pública, sin tapujos, para exponer las posiciones del Partido Comunista sobre los problemas actuales.

EL PAIS: Según reveló en Roma días pasados, durante los últimos seis meses ha ido a España, clandestinamente, varias veces. ¿Cómo encontró el país, respecto al año 39?

Carrillo: Visité no sólo Madrid, sino varias regiones. Pero no vi España con la libertad que me procurará, espero, el pasaporte en la mano. El desarrollo de los grandes centros urbanos me impresionó tanto como el retraso de algunas áreas del agro español. Ahora bien, de todas maneras, he reconocido a mi patria. En Madrid hice el peregrinaje hasta la Casa del Barco, una casa de vecinos, en Cuatro Caminos: aquí vivía yo. Aún existe, pero ha cambiado mucho su entorno. También fui hasta la Dehesa de la Villa, en donde vivía un gran amigo de mi padre, Largo Caballero, pero no encontré ni rastro de la modesta casa que habitó.

EL PAIS: Su eventual vuelta a España, ¿cree que favorecerá el diálogo entre el Gobierno y la oposición?

Carrillo: Si realmente el Gobierno desea negociar con la oposición, mi regreso no puede más que favorecer ese diálogo.

EL PAIS: ¿Las manifestaciones democráticas del Gobierno desunen a la oposición?

Carrillo: No solamente no lo creo, sino que, por el contrario, la oposición cada día que pase, se fortalecerá y ampliará.

El Gobierno provisional debería respetar las bases americanas en España

EL PAIS: En la coyuntura actual, ¿cuál sería la misión de un Gobierno con participación de todas las fuerzas políticas, en lo económico, en materia diplomática y, más concretamente, cara a la construcción europea?

Carrillo: Un Gobierno provisional, que tendría vida limitada, no podrá resolver plenamente los problemas económicos del país. Su objetivo sería más modesto en este terreno: frenar la inflación y el alza del coste de la vida. Abordar el problema del paro, uno de los más graves, con un plan de urgencia de construcción de escuelas, de hospitales y de otros servicios públicos, además de garantizar un seguro a los parados, pensiones a los más modestos y aumento - de los precios agrícolas, particularmente a los propietarios medianos y pequeños.

Pero ese Gobierno no debería proponerse otras transformaciones y cambios ambiciosos que deteriorarían la economía y, con ello, dificultarían el nacimiento de la democracia. Los problemas estructurales ya se abordarán en su día en las Cortes.

En el plano diplomático, lo primero es aplicar, consecuentemente, los acuerdos de Helsinki y revisar el Pacto Ibérico, adecuándolo a las circunstancias actuales. Por otro lado, aunque nosotros nos oponemos a las bases extranjeras, el Gobierno provisional debería respetar las bases americanas en España, a condición de que Estados Unidos no se mezclara en los asuntos internos españoles. Y esto último, en espera de una negociación internacional que afronte el problema de las bases extranjeras tanto en el bloque americano corno en el soviético. Por lo que concierne a la construcción europea, habría que iniciar rápidamente las gestiones para que España ingrese en la CEE.

EL PAIS: A propósito del bloque soviético: ¿opina usted que la URSS y demás países del Este europeo llegarán a superar algún día la dictadura del proletariado?

Carrillo: Creo que sí, que superarán la dictadura del proletariado, asumiendo formas democráticas de Gobierno. Y, sobre todo, pienso que un socialismo democrático, en países de economía desarrollada, ayudará la evolución de esos países.

EL PAIS: Sin embargo un número muy elevado de españoles no cree en la sinceridad del Partido Comunista Español cuando explica sus diferencias de fondo con el comunismo soviético.

Carrillo: Todo el mundo sabe que entre mi partido y el soviético existen diferencias importantes sobre la concepción del socialismo y sobre ciertos aspectos de la diplomacia de la URSS, como su intervención en Checoslovaquia, por ejemplo. Estas diferencias quedaron expuestas, explícitamente, en Berlín. Y, además, ya habían sido manifestadas con anterioridad. Es posible que los soviéticos prefiriesen una dirección del PCE que estuviera de acuerdo con sus puntos de vista. Pero quien decide sobre su dirección es el Partido Comunista de España. Y sólo él.

Yo no soy un asesino

EL PAIS: ¿Cómo es Carrillo?

Carrillo: Ni tan grande como algunos piensan, ni tan bueno como yo me creo, ni tan malo como dicen los ultras. Lo que no soy, desde luego, es un asesino. Creo ser un hombre que, a sus años, no cortos ya, ha acumulado cierta experiencia, humana y política. Un hombre que, por imperativo del exilio, ha conocido el. mundo, ha intentado aprender en las lecciones de nuestra propia historia y en la de otros pueblos. Y también un hombre que ve la España de hoy con ojos distintos de los que la miraban durante los años treinta. En fin, por haber participado en la guerra y por haber sufrido la derrota, no deseo otra prueba semejante para mi país, ni que ningún español tenga que sufrir lo que sufrimos los que perdimos la guerra.

EL PAIS: ¿Por qué cree usted que no le dejan volver a España?

Carrillo: Hasta ahora hubo en los Gobiernos anteriores una resistencia, no confesada, a proclamar el fin de la guerra civil. La oposición a mi vuelta, como a la de otros exiliados, se debía a ese estado de espíritu. Pero, ahora, cuando parece claro que hay que liquidar la guerra, lo que queda es una especie de mitificación, como si el que volviéramos «Pasionaria» y yo fuera a producir un seísmo. La realidad es que nuestro regreso a España contribuirá a descargar la atmósfera de electricidad y a desmitificarnos. Si el Gobierno, como lo espero, me da el pasaporte, no sólo me quitará a mí algunos dolores de cabeza, sino que se los evitará también.

EL PAIS: ¿En dónde piensa instalarse al volver a España?

Carrillo: En Madrid, aunque uno de mis primeros viajes será a Gijón, mi pueblo.

EL PAIS: ¿Cómo es, en estos momentos, una jornada de Carrillo?

Carrillo: Empieza a las ocho, desayunando y leyendo la prensa, termina a las doce de la noche. Me veo con camaradas, con hombres políticos de tendencias diversas, escribo artículos, recibo a periodistas españoles o internacionales, pero el tema Je cada una de las jornadas de mi vida ha sido y supongo que será siempre el mismo: España. Por esto, precisamente, puedo decir que cuando pisé tierra española clandestinamente no sentí la emoción de otros exiliados, porque, en realidad, nunca me he sentido alejado de mi país. En estos momentos, también estoy escribiendo un libro sobre el Estado.

EL PAIS: ¿Será heterodoxo en el marco del marxismo?

Carrillo: Ya veremos.

EL PAIS: Sus admiradores dicen que es usted un gran estratega. Otros simplifican y hablan del «animal político». Pero, hasta la fecha, toda su acción, prácticamente, se ha desarrollado en la clandestinidad. ¿Qué ocurriría si se legalizara el partido y usted se encontrara en España a la luz del día?

Carrillo: Creo que es mucho más difícil emerger de la clandestinidad, en donde no hay marketing, para fabricarse una imagen. En todo caso, para el futuro, yo sé que mi vida tiene sus límites, como la de cualquier ser humano.

EL PAIS: ¿Cree usted que el poder, en España, en Francia y, de manera general, en Occidente, debe ser el objetivo número uno de los partidos comunistas?

Carrillo: El objetivo número uno es la transformación socialista de la sociedad. Y, en España, concretamente, es la democracia. Esto significará la llegada al poder de las fuerzas que quieren este objetivo. Pero dichas fuerzas no son sólo las comunistas, sino las socialistas y las partidarias de un auténtico progreso democrático. Por esto, la toma del poder por el partido no se plantea así. Se trata de la llegada al poder, por medios democráticos, del conjunto de fuerzas obreras y democráticas, diversas, plurales, que puedan realizar entre sí un compromiso histórico.

EL PAIS: ¿Sospecha usted que los Estados Unidos, de manera muy especial, y otros muchos países occidentales obstaculizan la legalización del Partido Comunista de España?

Si se cree a algún comentarista anglosajón de gran fama, parece que Kissinger intervino en al sentido, así como el embajador norteamericano en Madrid. Hoy, precisamente, he comido con Sulzberger, el editorialista y copropietario del New York Times, y él considera improbable una intervención de este género, ya que, de realizarse, pondría en entredicho la inteligencia y el realismo político de Kissinger.

EL PAIS: ¿La pretendida evolución, en el sentido democrático, de los partidos comunistas occidentales modificaría el sentido de los partidos socialistas?

Carrillo: Sí, al hacerse los comunistas más democráticos, los socialistas, paralelamente, se hacen más socialistas. Ello conducirá a formas de unión que permitirán superar la escisión del año 1920.

El Partido va a perder la mística de la clandestinidad

EL PAIS: Otro tema distinto: en la reciente conferencia de los partidos comunistas europeos en Berlín, usted declaró que la URSS ya no existía en tanto que «Vaticano del comunismo». ¿Y a nivel de partido, del suyo concretamente, la dirección y sus estructuras de centralismo burocrático, ha dejado, también, de ser el «Vaticano» de los militantes?

Carrillo: La pregunta no es oportuna, cuando se dirige a un partido como el nuestro, cuya única fortuna es la persecución y cuyos dirigentes viven en las catacumbas, en la cárcel o en el exilio. Lo que sí puede decirse es que el PCE, al salir de esta situación, se hace más democrático, más transparente, pierde la mística de la clandestinidad y se dispone a obrar a la luz del día, sin misterios, ni dogmas, ni ritos, como corresponde a un partido demócrata de la clase obrera.

EL PAIS: Su partido actúa en España con una notable falta de humildad. Y la humildad es aconsejable mientras no se triunfe en las urnas, lo cual no ha sido logrado por ningún partido comunista en Europa Occidental. ¿Por qué hacen sus compañeros de su condición de comunistas una especie de profesión de superioridad?

Carrillo: Es posible que haya comunistas que se consideran superiores. Pero la razón fundamental para excluirlos consiste en que son portadores de un proyecto de transformación social que las estructuras dominantes rechazan. En España ser comunista, hoy, es militar en el partido que ha desarrollado la lucha por un régimen democrático, a lo largo de casi cuarenta años, de la forma más consecuente y combativa.

EL PAIS: ¿Le ha favorecido la ilegalidad al Partido Comunista?

Carrillo: Se especula fácilmente sobre lo que la ilegalidad y la persecución han favorecido al partido. Creo que lo que nos ha dado prestigio ha sido nuestra capacidad para aguantar la represión y la ilegalidad. Pero, en el momento actual, empiezo a creer que esta resistencia última contra el reconocimiento del partido quizá pueda favorecernos. En efecto, se está haciendo del PC el problema número uno de la política española, y ello atrae la simpatía de gentes que se rebelan contra tal injusticia.

EL PAIS: En España un sector, más o menos amplio e influyente propugna todavía la exclusión radical del PC. ¿Cómo ve usted este problema?

Carrillo: El partido manifestará una actitud liberal ante esas personas. Con esto quiero decir que no les negamos el derecho de defender sus ideas en condiciones de libertad democrática. Y estamos convencidos que muchos de esos hombres, cuando vean cómo somos, en vez de ver, como ahora, la caricatura horrenda de una propaganda interesada, no digo que se harán comunistas, ni que dejen de ser anticomunistas, pero se convencerán de que los comunistas, aunque estén lejos de ellos por sus ideas, son hombres con los que se puede convivir civilmente.

Estamos dispuestos a respetar la independencia de la Iglesia

EL PAIS: Después de la presentación pública, en Roma, del Comité Central del partido, ya se sabe claramente que Marcelino Camacho por ejemplo, es dirigente del partido y líder de Comisiones Obreras Muchos piensan en el sindicato, correa de transmisión del partido ¿No es comprensible la sospecha?

Carrillo: El PC ha hecho mucho por fortalecer y desarrollar las Comisiones Obreras, en favor de los trabajadores, que, sin ellas, no hubieran obtenido los logros económicos de estos últimos años. CCOO es una fuerza potente y responsable que defiende, a la vez, los intereses de la clase obrera y el interés de cada uno de los pueblos de España. El hecho de que los comunistas hayan participado activamente y que miembros de nuestro partido desempeñen un papel dirigente en CCOO no quiere decir que hay que asimilar a ambos. CCOO son un movimiento autónomo, independiente, unitario. Y los comunistas, en Comisiones, son los primeros en defender su independencia y su unidad. La vieja concepción de la correa de transmisión ha sido superada. Y, hoy, los partidos, empezando por el comunista, tienen que reconocer el movimiento obrero su plena responsabilidad y representatividad.

EL PAIS: Otra cuestión: la Iglesia y el comunismo. Alguien recordada recientemente que usted, no hace mucho, dijo lo siguiente: Sólo la mística cristiana y la mística marxista pueden conducir al mundo hacia el socialismo. ¿Es así?

Carrillo: No sé si he dicho eso. Lo que sí digo es que la fe en un ideal es lo que puede mover montañas. Y la conjunción de nuestra fe en la justicia de nuestros ideales, con la fe de los cristianos, aplicada a la transformación y al progreso social de nuestro país, pueden hacer milagros.

EL PAIS: ¿Cómo enfoca el partido su colaboración con los cristianos?

Carrillo: De hecho, en el PC ya hay una importante representación cristiana. Creo que es el único partido que tiene un sacerdote en el Comité Central. Y, por lo demás, estamos dispuestos a desarrollar una política de colaboración con los cristianos de progreso y de respeto hacia la independencia y la autonomía de la Iglesia católica.

EL PAIS: Días pasados pidió usted una audiencia al embajador de España en París, señor Lojendio, con el fin de solicitar su pasaporte. Ha sido un hecho suficiente para conmover a los medios informativos. ¿A qué atribuye usted la atención que ha despertado su gesto?

Carrillo: A fuerza de resistir a mi regreso, éste se ha convertido en un acontecimiento político europeo. Y el acontecimiento será mayor cuanto más se tarde en darme el pasaporte, cosa que, por añadidura, al final se producirá.

EL PAIS: Y si no se lo dieran, en definitiva ¿qué haría usted, señor Carrillo?

Carrillo: Exactamente lo mismo que he hecho hasta la fecha.

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