Reportaje:San Blás, hoy / 1

Quince años de lucha por viviendas dignas

Quince años de gestiones, trámites, entrevistas y cartas llevan los vecinos de San Blas I ante la Obra Sindical del Hogar, para pedir soluciones al problema de sus viviendas, progresivamente resquebrajadas por una construcción no pensada, deficiente, pésima, no obstante presentada desde alguna instancia oficial como modelo de asentamiento urbano.

«La ideade grandes barrios o centros urbanos en la periferia de la capital donde el hombre pueda gozar del aire y disponga de todo aquello de que tenga necesidad para la vida en familia; en colectividad. Basándose en esta idea, han surgido gran...

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Quince años de gestiones, trámites, entrevistas y cartas llevan los vecinos de San Blas I ante la Obra Sindical del Hogar, para pedir soluciones al problema de sus viviendas, progresivamente resquebrajadas por una construcción no pensada, deficiente, pésima, no obstante presentada desde alguna instancia oficial como modelo de asentamiento urbano.

«La ideade grandes barrios o centros urbanos en la periferia de la capital donde el hombre pueda gozar del aire y disponga de todo aquello de que tenga necesidad para la vida en familia; en colectividad. Basándose en esta idea, han surgido grandes centros urbanos de un estilo nuevo en las periferias de Madrid, como el barrio de San Blas, que pese a sus características personales todos guardan un denominador común; todas las viviendas han sido construidas en bloques cerrados eliminando los patios y los huecos interiores, para obtener mejor intimidad y mejor higiene.Los niños de poca edad pueden ser confiados a las guarderías, dotadas de terrenos de juegos al aire libre disponiendo de esta forma de un lugar para su educación y sus juegos, y donde el trabajador pueda reposar en un hogar tranquilo y abierto sobre la naturaleza».

«Tengo la vivienda deshecha, con los pisos hundidos y lo tabiques,desprendidos con grandes .rajas en los techos que, cruzan de una habitación a otra. Llevo tres años sufriendo por esta causa, pero esto ya es demasiado; vivo muy angustiada, se me llena la casa de bichos y ratas, los ruidos no me dejan dormir y son muchísimos los sobresaltos que he de soportar».

El primer texto corresponde a la «Revista del Mercado Común» de su boletín de mayo de 1964; el otro a una carta de una anciana pensionista de San Blas, enviada en 1972 al administrador de la Obra Sindical del Hogar, entidad promotora de la construcción. Calibrar las distancias entre los textos oficiales y las realidades vividas por el vecindario resulta una tarea sencilla, pero no lo es tanto explicarse cómo durante quince años, esta franja de un populoso barrio madrileño ha entrado en una fase de ruina progresiva, caracterizada por el irreversible agrietamiento de las construcciones y el deterioro de las condiciones de vida.

Los pormenores de este proceso aparecen detallados en el «Libro Negro de San Blas I» recientemente editado por la Asociación de Vecinos de San Blas-Simancas a través del esfuerzo de sus comisiones de vivienda y publicaciones, visados por su directiva y costeado desde los bolsillos de los vecinos.

Dentro de su introducción, se realiza, una aproximación al desarrollo de las zonas periféricas madrileñas como colectores de la población, laboral que a raíz de la industrialización del centro del Estado, inundó con su presencia la capital. En condiciones sociales y humanas caractelizadas por el dramatismo, miles de nuevos peones obreros y productores afluyeron desde áreas rurales hasta un Madrid incapaz de absorber siquiera el equipaje de desarraigo que los nuevos pobladores traían en sus maletas, parcas de casi todo, excepto de sueños de lograr aquí la estabilidad económica que no encontraron en sus campos de origen. La ausencia de planificación, de estudio de estos fenómenos migratorios y el descuido del equipamiento que necesariamente las zonas de los nuevos asentamientos tendrían que haber poseído, precipitó la solución más débil y vulnerable. Los nuevos vecinos construyeron sus casas desde sus manos, casi siempre exhaustas tras jornadas laborales agotadoras, suplementadas por la inseguridad que arrastra el saberse casi solo, en una tierra extraña, con el techo a medias y frecuentemente Con unos hijos cuyas preguntas no tienen respuesta.

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