Tribuna:

Soweto y Alexandra, el "porqué" de una religión

Los trágicos incidentes ocurridos en estos últimos días en las ciudades negras de Africa del Sur necesitan una explicación que vaya más allá de la de las versiones convencionales que nos indican que son el resultado de la imposición del idioma afrikaams a los estudiantes negros en las escuelas.Un primer paso en esta dirección puede consistir en analizar brevemente el ambiente en que se han desarrollado dichos incidentes, a que las noticias sólo se refieren a las ciudades negras de Soweto y Alexandra sin especificar de qué tipo de ciudades se trata, y en lo que en ellas pasa.

Soweto, abr...

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Los trágicos incidentes ocurridos en estos últimos días en las ciudades negras de Africa del Sur necesitan una explicación que vaya más allá de la de las versiones convencionales que nos indican que son el resultado de la imposición del idioma afrikaams a los estudiantes negros en las escuelas.Un primer paso en esta dirección puede consistir en analizar brevemente el ambiente en que se han desarrollado dichos incidentes, a que las noticias sólo se refieren a las ciudades negras de Soweto y Alexandra sin especificar de qué tipo de ciudades se trata, y en lo que en ellas pasa.

Soweto, abreviatura de South Western Townships, es una ciudad artificial construida a una distancia estratégica de unos 20 kms. de «no mans land» al suroeste de Johannesburgo, compuesta de cerca de 75.000 «cajas» de ladrillo y cemento de unos 45 metros cuadrados, con tres o cuatro habitaciones por término medio, de las que sólo un 20 por 100 dispone de electricidad, y separadas por amplias calles, en su mayor parte sin urbanizar, pero suficientes para permitir una fácil maniobrabilidad a tanques u otros carros de combate.

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La construcción de cada casita cuesta unas 40.000 ptas por término medio y se alquilan a los negros (un negro no puede tener propiedades inmobiliarias en zonas blancas, es decir, en todo el país, salvo un 13 por 100 ocupado por las reservas) por unas 8.000 ptas al año más 2.500 de impuestos municipales, lo que no es mal negocio.

Dado que la población oficial de Soweto es de unas 700.000 personas y la real se acerca al millón, la habitabilidad media por casita es de más de 12 personas, con menos de cuatro metros cuadrados por persona. La mayor parte de las familias que consiguen la adjudicación de una casa realquilan alguna de sus habitaciones a los no favorecidos para poder pagar el alquiler y los impuestos.

La extensión de Soweto es tan enorme (85 kilómetros cuadrados) y las comunicaciones tan pobres, que gran parte de los 500.000 negros que van todos los días, a trabajar a Johannesburgo, tienen que levantarse a las cuatro de la mañana, andar varios kilómetros, hasta los colas de la estación de tren o de autobuses, para poder llegar a su trabajo a las ocho y media. La misma operación se repite a las cuatro y media de la tarde para volver a sus casas, a las que llegan bien entrada la noche.

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Para unos 100.000 alumnos registrados existen 130 escuelas, en su mayoría primarias, con una relación de un profesor por cada 200 alumnos. Otros 50.000 se quedan sin educación por falta de medios.

La falta de oportunidades de educación, la alta tasa de abandono de los estudios, unidas a la ausencia de trabajo para los jóvenes, provoca el fenómeno llamado tsotsismo. Los tsotsis o jóvenes sin ley, se agrupan en pandillas y se dedican a aterrorizar Soweto, cometiendo toda clase de crímenes.

A los tsotsis se les une el problema de los casi 300.000 negros que viven ilegalmente en Soweto. Para poder vivir en Soweto, o en cualquier otro township, todo negro necesita un permiso especial que está inscrito en su «pass» o libro de vida, que tiene que llevar siempre con él. Dado que ellos no poseen permiso de residencia, es decir que no existen, les es muy difícil encontrar trabajo, ya que si son detenidos por la policía, saben que les deportárán a su bantustan o reserva correspondiente, y que las posibilidades de detención son grandes (un 6 por 100 de la población negra es detenida una vez al año por ausencia de «passes»). El resultado es que se dedican como los tsotsis, a sobrevivir por medios exclusivamente ilegítimos.

Todos estos problemas y frustraciones se materializan en violencia que lógicamente se experimenta con las personas que se tienen al alcance, es decir, los otros habitantes de Soweto. Semanalmente se cometen una media de 35 asesinatos, 60 violaciones 70 robos y 80 agresiones. La policía no interviene por varias razones: en primer lugar, porque tienen orden de no interferir salvo en casos en que la violencia traspase las fronteras de Soweto; en segundo lugar, por miedo de circular de noche en una ciudad en su mayor parte sin luz y, en tercer lugar, porque serían tal mal recibidos o peor que los mismos tsotsis por cualquier ciudadano honesto.

Alexandra es un «township» mucho más viejo, que por encontrarse ya en Johannesburgo dado el rápido crecimiento de éste, está siendo demolido y sus habitantes deportados a las reservas.

En su lugar se están construyendo «hostels» u «hostales» que son inmensos edificios, de tres o cuatro plantas, con barrotes en las ventanas de las dos primeras, y que se utilizan para albergar a los trabajadores urbanos que se reclutan en las reservas.

Cada «hostel» alberga hasta 3.000 personas del mismo sexo, (existen unos para hombres y otros para mujeres) en habitaciones de cuatro sin calefacción, con un cuarto de baño por cada 10 habitaciones y una cocina-comedor por cada 40, donde cada uno se cocina su comida. En los pasillos, de cada 10 habitaciones existen unas persianas metálicas muy gruesas que se accionan por control remoto, desde la entrada, para evitar disturbios.

Al entrar y salir del «hostel» los trabajadores negros tienen que pasar dos controles de su documentación. A las 10 de la noche se prohíbe entrar o salir a nadie y se apagan las luces desde la entrada, donde se mantiene un contingente amplio de policías.

Las autoridades surafricanas consideran que este sistema de hostales es más eficaz y causa menos problemas que el tradicional de viviendas unifamiliares, aunque, de hecho, sigan considerando a Soweto como la ciudad modelo, y así se lo dicen a los turistas a los que llevan en autobuses para que observen cómo el Gobierno se interesa por sus ciudadanos negros.

Después de esta breve descripción quizás se pueda comprender mejor por qué los jóvenes de Soweto y Alexandra son capaces de enfrentarse con palos y piedras a las armas de fuego del Ejército y policía surafricanos.

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