"¿Quién tiene la culpa? ¡El Viti!"

Faltaba un minuto para que comenzase la corrida. El Rey y la Reina se llevaron los primeros aplausos de la tarde. Himno nacional y miradas curiosas al palco que ocupaban Don Juan Carlos y Doña Sofía. Todos los ojos están fijos ahora en la puerta de cuadrillas.La plaza, engalanada en esta ocasión, parece una colmena de abanicos. El calor abruma y el sol ciega la mitad de los tendidos. Cuando Joaquín Moreno de Silva finaliza su faena a caballo comienza la «fiesta».

El Viti fue el primer matador de la tarde. Nada más salir Hechicero, de toriles comienza la protesta. Se abuchea la pr...

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Faltaba un minuto para que comenzase la corrida. El Rey y la Reina se llevaron los primeros aplausos de la tarde. Himno nacional y miradas curiosas al palco que ocupaban Don Juan Carlos y Doña Sofía. Todos los ojos están fijos ahora en la puerta de cuadrillas.La plaza, engalanada en esta ocasión, parece una colmena de abanicos. El calor abruma y el sol ciega la mitad de los tendidos. Cuando Joaquín Moreno de Silva finaliza su faena a caballo comienza la «fiesta».

El Viti fue el primer matador de la tarde. Nada más salir Hechicero, de toriles comienza la protesta. Se abuchea la presencia del toro y se deja constancia de la pretendida tomadura de pelo a la afición -«iSiempre igual!»- por parte del diestro de Salamanca. Los más avispados, sin embargo, llegaron a la plaza pertrechados de pancartas alusivas al tema. « ¡Gato, gato, don Santiago! », rezaba aquélla que se exhibió en el 3.

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Segundo de la tarde: Hospedero. «¿Quién tiene la culpa? ¡El Viti!». Otra vez se protesta de la presencia de la res. Incluso ese aficionado de gorrita escocesa abonado al 7 levantó la voz. «¿Quién preparó esta vez la corrida?», preguntó este llanero solitario en un momento de silencio colectivo.

La faena que Julio Robles le hizo a Cabito apenas si tuvo el eco en el 8 9. Allí todo el mundo estaba más preocupado en tratar de adivinar de qué eran los canapés que una legión de camareros servían en las gradas de preferencia

«¿Quién tiene la culpa? ¡El Viti!». Ya parece un grito de guerra. En cualquier caso, a Librero también le dedicó la afición una calurosa crítica. «No hace falta que le mates -se gritaba- ¡ya está muerto! ». El segundo del diestro -o el diestro, a saber- recibió un curioso -Curro Romero ya lo conoce- trofeo: un rollo de papel higiénico.

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