Italia: una opción histórica / 1

Las iras del Vaticano

Decididamente el Vaticano no quiere que haya dudas para las importantes elecciones legislativas italianas de los próximos días 20 y 21. Tras las declaraciones del cardenal Poma, antes y después de la reunión de la Conferencia Episcopal de la semana pasada y de las intervenciones del Papa Pablo VI, ya suficientemente beligerantes, un artículo publicado en el órhgano vaticano L'Osservatore della Domenica, pedía de una forma abierta y tajante a los católicos italianos que dijesen no al Partido Comunista y votasen a la Democracia Cristiana.La santa cólera de la jerarquía católica it...

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Decididamente el Vaticano no quiere que haya dudas para las importantes elecciones legislativas italianas de los próximos días 20 y 21. Tras las declaraciones del cardenal Poma, antes y después de la reunión de la Conferencia Episcopal de la semana pasada y de las intervenciones del Papa Pablo VI, ya suficientemente beligerantes, un artículo publicado en el órhgano vaticano L'Osservatore della Domenica, pedía de una forma abierta y tajante a los católicos italianos que dijesen no al Partido Comunista y votasen a la Democracia Cristiana.La santa cólera de la jerarquía católica italiana tiene mucho que ver con la aparición de un dato insólito en la historia reciente de las elecciones italianas: la incorporación a las listas del Partido Comunista de eminentes católicos que justifican su decisión en base al hecho de que la Democracia Cristiana, después de treinta años en el poder, ha llegado a límites intolerables de ineficacia y ha propiciado escandalosos casos de corrupción. Para los católicos del dissenso ya no es posible identificar por más tiempo las opciones políticas de los cristianos con el programa de un partido nominalmente confesional.

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La reacción de la Iglesia Católica no tiene precedentes desde la proclamación de la República, cuyo treinta aniversario se celebró precisamente el miércoles pasado. Nunca, bien es cierto, faltaron, en vísperas de elecciones, los consejos pastorales de los obispos italianos y las oportunas invocaciones a la incompatibilidad entre la doctrina cristiana y el marxismo. Ahora se dice, sin embargo, de una manera bien explícita, que los católicos italianos tienen el deber de votar a la Democracia Cristiana, árgumentando, como lo hace L',Osservatore della Domenica, que sólo así se podrán «preservar las libertades legítimas».

Un periódico conservador de Roma recordaba a este respecto que ni siquiera Pío XII habría tomado tales actitudes. La clara indicación a los votantes católicos de un partido concreto ha provocado, por otra parte, reacciones violentas, no tanto en el Partido Comunista como en otros grupos políticos laicos, hasta el punto de que el Partido Radical anunció hace días su propósito de denunciar a los obispos italianos por intromisión en los asuntos del Estado.

En las acusaciones contra el Partido Comunista, la jerarquía católica italiana olvida, de otro lado un dato sumamente revelador sobre las actitudes de aquél cuando en marzo de 1947 se propuso la incorporación integra de los Pactos de Letrán al artículo siete de la Constitución italiana, los comunistas votaron a favor junto con los democristianos.

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