Casa Miura, bombonería de lujo

El primer miura salió terrorífico. Y ya no hubo más miuras terroríficos. Los dos siguientes incluso bajaron tanto que se salían de ojo. Hasta me atrevería a decir que aun conservando la caja que tradicionalmente tiene esta ganadería, les faltaba trapío. Los tres restantes nadie podrá dudar que eran toros, aunque sin exageraciones: mayores los hemos visto en la feria. De manera que, en cuanto a presencia, los miuras no salieron como se esperaba..., o como se temía. En cuanto a fuerza, tampoco. Hubo dos, tercero y quinto, de una sola vara y gracias. En cuanto a bravura, menos: salvo ese quinto d...

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El primer miura salió terrorífico. Y ya no hubo más miuras terroríficos. Los dos siguientes incluso bajaron tanto que se salían de ojo. Hasta me atrevería a decir que aun conservando la caja que tradicionalmente tiene esta ganadería, les faltaba trapío. Los tres restantes nadie podrá dudar que eran toros, aunque sin exageraciones: mayores los hemos visto en la feria. De manera que, en cuanto a presencia, los miuras no salieron como se esperaba..., o como se temía. En cuanto a fuerza, tampoco. Hubo dos, tercero y quinto, de una sola vara y gracias. En cuanto a bravura, menos: salvo ese quinto de la única vara, que tomó encelado, los demás mansearon en el primer tercio, berrearon y hasta huían y coceaban. Y en cuanto al peligro y al sentido que a veces saca esta divisa, eso no se vio ni por asomo; antes bien, el conjunto resultó una bombonería de lujo, que tuvo su punto culminante en la nobleza, la suavidad y el temple de ese quinto tantas veces mencionadoBueno, sí, miuras eran, y no, podía faltarles la característica de la casa, aquello de que, de súbito, podían «alargar la gaita», y así lo hicieron más de una vez, principalmente los toros de Dámaso Gómez, que se llevó dos pitonazos imprevistos. Pero la tónica fue otra ayer: la tónica fue la bondad extrema en el último tercio, de tal modo que a la media hora de empezada la corrida ya estaba ésta marcada con el signo del triunfo, y como un vendaval barrió toda la leyenda. El espectáculo de la lucha y la angustia daba paso al espectáculo del arte.

La primera parte de la faena de Teruel al segundo fue de categoría: unos ayudados mandones, se lleva la res al centro del ruedo con temple extraordinario y remata con un molinete torerísimo. De ahí en adelante en cambio, todo todo fue a menos, porque no se entregó, pese a la nobleza de la embestida, y de rechazos y naturales los instrumentó con el pico y le salieron despegados. La faena al quinto fue otro cantar. Nunca he visto a Teruel tan torero, tan a gusto en el ruedo, tan fuera de la afectación. La embestida de maravilla la aprovechó para recrearse en un muleteo importante, pienso que de mayor calidad que el día triunfal con las reses de Ibán. Nuevamente lo mejor era el conjunto, la construcción de la faena, que resultó medida en los pases, y la variedad de éstos en todo momento adecuada a las características del toro. Los derechazos y naturales con el cite de frente Para luego cargar la suerte salieron limpios y hondos, se coreaban con el «¡olé!» profundo que acompaña a las suertes cuándo se ejecutan con torería. La pena fue que no los ligó, lo cual es un defecto habitual en este torero, que debe corregir. Cuando mató de estocada caída tuvo el premio justo de oreja, que paseó dos veces por el redondel, en triunfo clamoroso. El público de Madrid se entregó a Angel Teruel, no hay duda que en el mejor momento de su carrera, y hasta hoy triunfador indiscutible de la feria.

Ruiz Miguel hizo lo indecible para auparse al carro del triunfo y para ello se entregó también, como un jabato, en todos los momeritos, de la lidia. Pero sus toros no tenían ni parecido compás. Al tercero, verdaderamente bondadoso, casi un borreguito comercial, le quedó la embestida escasa, por puro agotamiento, y el sexto, que evidenció asimismo una nobleza absoluta, se vino abajo a mitad de la faena y acabó prácticamente sin recorrido. De todas maneras, el buen toreo de Ruiz Miguel -hubo cuatro natutales rematados con el pase de la firma y un ayudado de magnífica factura-, y el ambiente de triunfo q ue había en el tendido, le hubiesen deparado otro gran éxito, de no fallar lamentablemente con la espada. Un compás de espera: está tarde puede tener en la mano el desquite.

Mas, con perdón por sí esto pudiera parecer, digamos irreverente, quizás lo más importante de la tarde se vio en los toros de Dámaso Gómez, que por cierto fueron los de mayor respeto. Anotemos que sigue la «suerte» definiéndose de forma que cuanto más modesto es el espada más trapío tienen Ios toros que le corresponden. Y con ellos estuvo sencillamente valeroso hasta la temeridad, y torero. Al grandote, zancudo y cornalón que abrió plaza, también noble en el último tercio, le dio demasiados derechazos, hasta pasarse de faena y de gusto, y esto es, acaso, lo que se le debe censurar. Pero al cuarto le hizo una faena sobre ambas manos con un mando absoluto, en la que sobresalieron, seis naturales y uno de pecho, sobrios y verdaderos. Lo que ocurre es que este torero no se da importancia, anda desgarbado por la plaza. Se la juega con una frialdad impresionante. Los dos molinetes que instrumentó en el cuarto eran suicidas, se colocó a merced del toro del mismo modo que se acercaria a saludar,a un, amigo, y se llevó un pitonazo serio, que le desgarró la taleguilla. Como no hace el menor aspaviento, como jamás se entrega a baladronadas, con frecuencia su valor no trasciende a los tendidos, pero su mérito es que está «allí» jugándose honestamente la vida y mérito, aún porque no le tiembla el pulso, aguanta con la misma serenidad la embestida boyante que el tornillazo certero. Y por si fuera poco tiró los trastos y, a cuerpo limpio, se agarró al pitón del miura. Si don Eduardo, el viejo, levantara la cabeza, se volvía a morir.

Tiene además una cuadrilla ejemplar, de estupendos profesionales. Curro Alvarez colocó al cuarto dos pares de banderillas que pusieron al público en pie. Mejor el segundo, porque encontró toro en un terreno difícil y cuadró en la cara con precisión y valor. Ayer se celebró la decimosexta corrida de feria, con toros de Miura para Dámaso Gómez, Angel Teruel y Ruiz Miguel. Hubo un lleno.

Gómez. -Toreó valiente y con mando. En el primero, pinchazo a toro arrancado, otro, bajonazo, descabello (aviso con dos minutos de retraso) y tres descabellos más (fuerte división y saludos). En el cuarto, tres pinchazos y tres descabellos (vuelta al ruedo).

Teruel.-Cuajó en el quinto una faena importante. Mató al segundo de pinchazo echándose fuera, estocada delantera y desprendida y rueda de peones (petición y vuelta). Al quinto, de estocada caída (oreja y dos vueltas clamorosas).

Ruiz Miguel. -Voluntarioso y decidido toda la tarde. En el tercero, estocada baja, rueda de peones y dos descabellos (ovación y saludos). En el sexto, pinchazo hondo, otro pinchazo, estocada corta pescuecera y rueda de peones (ovación).

Finalizada la corrida, pasearon en hombros a Teruel, Ruiz Miguel y al peón Curro Vázquez, que tuvo una espléndida actuación.También pico muy bien José Luis Sánchez.

Los toros. Desiguales de presencia y mansurrones en general, resultaron nobles. El primero, impresionante de presencia, huyó en tres picotazos y una vara y acabó noble. El segundo, muy chico, se crece al castigo en una vara y se quita el palo en las dos siguientes. Noble por los dos lados. El tercero, también pequeño, sólo aguantó un puyazo trasero. Inofensivo y agotado. El Cuarto, bien presentado, como los restantes, huyó tras un piciotazo y sonó el estribo en una vara. Muy noble por el izquierdo. El quinto, bravo en un solo puyazo, que torna con clase. Ideal para la muleta. El sexto acude con prontitud y de largo en cinco encuentros, pero se sale suelto, al sentir el hierro. Muy noble por el izquierdo, se vino abajo a mitad de la faena. Los seis fueron cornalones.

Otros factores. Presidió con general acierto don Luis Gómez.

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