Sólo veinte matadores de toros pueden vivir de su profesión

La fiesta de los toros se está moviendo en un duro terreno de injusticia social. Los toreros, literalmente, se mueren de hambre. Y si no se mueren de hambre es porque se dedican a actividades extrataurinas. Los más no pueden ni torear. La inmensa mayoría, aunque toree, no gana lo suficiente para vivir. Los millones se los llevan muy pocos. Y aun de los que ganan millones, el mejor situado no alcanza más que una mínima parte de los saneadísimos beneficios que a algunas empresas les reporta este espectáculo.Un espectáculo que, por otra parte, es caro, se considera un lujo. Se basa en el dominio ...

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La fiesta de los toros se está moviendo en un duro terreno de injusticia social. Los toreros, literalmente, se mueren de hambre. Y si no se mueren de hambre es porque se dedican a actividades extrataurinas. Los más no pueden ni torear. La inmensa mayoría, aunque toree, no gana lo suficiente para vivir. Los millones se los llevan muy pocos. Y aun de los que ganan millones, el mejor situado no alcanza más que una mínima parte de los saneadísimos beneficios que a algunas empresas les reporta este espectáculo.Un espectáculo que, por otra parte, es caro, se considera un lujo. Se basa en el dominio de una fiera, lo que se hace con evidente riesgo. De manera que la situación es clara: unos profesionales del toreo se juegan la vida para diversión del público y enriquecimiento de determinadas empresas.

El dato es escandaloso: de 140 matadores de toros que por lo menos torearon una corrida en la temporada de 1975, sólo 26 alcanzaron una cifra de actuaciones equivalente o superior a 20 actuaciones. Se considera que el mínimo imprescindible que necesita torear un diestro para ganar dinero que simplemente le permita vivir (y mal) son 20 actuaciones. El cálculo lo basan suponiendo que el espada cobra por actuación 125. 000 pesetas lo cual es mucho suponer, ya que esta cifra no se paga en todas partes y, por supuesto, casi nunca en plazas que no sean de primera categoría.

De las 125.000 pesetas, el matador ha de descontar gastos de cuadrilla, con lo que suponga de dietas, y los cuyos propios, vestidos y utensilios de torear, transportes, atenciones diversas, desde entradas a propinas, etcétera. Entonces, suponiendo que todos esos gastos no hayan sido excesivos, una corrida por otra le dará una media beneficios de 20.000 pesetas. Que multiplicadas por 20 actuaciones arrojan un total de 400.000 pesetas, cifra esta que los más optimistas piensan podría bastar para vivir (mal) todo el año a una persona sola o con poca familia.

Luego, en definitiva, si apuramos mucho, aún serán menos de 26 los toreros que realmente pueden vivir de lo que es su profesión, principalmente si consideramos que de todos ellos sólo hubo 10 que llegaron a actuar por lo menos 10 veces en plazas de primera categoría.

Este estado de cosas es consecuencia directa de la situación de monopolio empresarial en que se desarrolla el espectáculo e ,incluso a otro nivel, pero en parecidas proporciones podría decirse que ocurre algo similar con los empresarios modestos. Las casas Chopera, Balañá y Nueva Plaza de Toros de Madrid, S. A., manejan el mercado taurino en España, establecen acuerdos para eliminar las mutuas competencias, se intercambian toreros a los que apoderan directa o indirectamente, se defienden de cuanto de alguna forma pueda rozar la integridad de sus intereses, como este año ha ocurrido con la unión de ganaderos para elevar los precios de las corridas de toros, etcétera.

Ante esta altísima barrera no parece que quepa otra solución que responder de la misma forma: únicamente la unión de los toreros conseguiría que se dignificara su profesión en todos los sentidos, y por supuesto el de las remuneraciones. Un espada que llega a tomar la alternativa debe de tener garantizadas todas las oportunidades que sean precisas para que su profesión te produzca medios de subsistencia. En otro caso habrá que regular las condiciones mínimas para que un torero pueda alcanzar la máxima categoría de matador de toros.

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