Todo Maradona
En ‘El pibe, el rebelde, el dios. Maradona’, el periodista Guillem Balagué ofrece una panorámica de la vida del futbolista argentino
De entre las miles de historias y anécdotas que acompañaron la vida de Diego Armando Maradona, hay una que captura con bastante precisión la magnitud del personaje. Cuentan que, en una ocasión, estaba discutiendo con alguien y, para zanjar el debate, él (Maradona), le espetó a su interlocutor: “Pero, ¿vos? ¿qué te crees? ¿Maradona?”. Más allá de la referencia a sí mismo en tercera persona, está su nombre como unidad de medida universal -de talento, de excesos, de gloria o de errores- que funciona incluso f...
De entre las miles de historias y anécdotas que acompañaron la vida de Diego Armando Maradona, hay una que captura con bastante precisión la magnitud del personaje. Cuentan que, en una ocasión, estaba discutiendo con alguien y, para zanjar el debate, él (Maradona), le espetó a su interlocutor: “Pero, ¿vos? ¿qué te crees? ¿Maradona?”. Más allá de la referencia a sí mismo en tercera persona, está su nombre como unidad de medida universal -de talento, de excesos, de gloria o de errores- que funciona incluso fuera de los límites del campo de fútbol.
La del futbolista argentino es una figura poliédrica, apasionante y casi inabarcable. Su penetración en las diferentes sociedades con las que tuvo una relación más estrecha y lo que significó para generaciones y generaciones de hinchas saca a Maradona de lo meramente deportivo para analizarlo también desde un plano sociológico. En Maradona. El pibe. El rebelde. El dios (Cúpula), el periodista Guillem Balagué ofrece una completa panorámica de la vida del malogrado futbolista. Desde sus inicios en Villa Fiorito hasta su muerte, el pasado mes de noviembre. Un relato repleto de información, detalles, ambientación y testimonios. Que arranca con un niño de ocho años tan bueno que hubo que ir a su casa para comprobar que efectivamente tenía la edad que decía. Que, en una jugada, era capaz de elevar la pelota y conducirla pegada a la cabeza, hipnotizando -y regateando- a los rivales. Eran los primeros pasos de un jugador que dibujaría las jugadas que miles de personas soñaban con imitar. De un mito que tuvo una religión en vida. De unos goles que pasarían a formar parte del ADN de un país. De un apellido que pasó a significar muchas más cosas de las que, a priori, tenía asignadas.
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