La guerra de las palabras

Una aclaración sobre la línea editorial y la elección del lenguaje que hace EL PAÍS en el conflicto de Oriente Próximo

Fernando Hernández Puente

Cuando el Ministerio de Sanidad de Gaza, controlado por Hamás, cifra los fallecidos bajo las bombas de Israel, utiliza en sus comunicados oficiales la palabra “mártir”, un concepto en el que incluye a cualquiera que muera en el contexto del conflicto con Israel, ya sea un miliciano o un niño. Cuando informa el Gobierno israelí, llama “terroristas” a los palestinos muertos, sin distinguir cuántos son combatientes, aunque la mayoría de las víctimas no lo sean.

Este uso del lenguaje en el marco de una guerra no es inocente; forma parte de la propaganda de cada bando y obliga a ser extremadamente cuidadoso en el uso de las palabras. La redactora jefa de Internacional, Lucía Abellán, destaca la dificultad ante lo que ocurre en Oriente Próximo de guardar “la proporcionalidad en el enfoque informativo”. Un ejercicio endiablado en el que resulta imposible contentar a todos los lectores.

Desde la matanza de Hamás del 7 de octubre de 2023, prácticamente cada semana llegan cartas con quejas porque EL PAÍS les parece demasiado escorado a uno u otro lado. “Toda la información sobre el tema se realiza desde el punto de vista de Israel”, critica Esther Prieto. “Este periódico está demasiado inclinado a defender a los palestinos que votaron y eligieron a Hamás”, cuestiona Rumen Yordanov.

En esta situación, es necesario mostrar con transparencia el lenguaje que la Redacción ha elegido de manera deliberada, fruto de una reflexión profesional interna que se inició el mismo 7-O:

La línea editorial. La postura de EL PAÍS sobre Oriente Próximo no ha cambiado en el casi medio siglo de vida del periódico bajo el mando de siete directores. Lo explica el subdirector de Opinión, Javier Rodríguez Marcos, quien recuerda que EL PAÍS se ha mostrado siempre inequívocamente a favor de las resoluciones de la ONU ―que defienden desde 1947 la idea de la convivencia en paz de dos Estados: uno judío y otro palestino―, pese a que no se cumplen.

Tras el ataque del 7 de octubre, el periódico se ha pronunciado categóricamente en contra del terrorismo de Hamás y Hezbolá apoyado por Irán y a favor de “la legítima defensa de Israel, pero en contra de la respuesta desproporcionada e indiscriminada de su actual Gobierno”. A una democracia como Israel, continúa Rodríguez Marcos, se le debe exigir un mayor respeto a los derechos humanos y el cumplimiento del derecho internacional.

Testigos. El cierre informativo de Gaza por parte de Israel ha impedido a los reporteros de EL PAÍS entrar en la Franja. La información se consigue a través de testigos, contactados a través de aplicaciones de móvil, y ofrecer versiones alternativas a las oficiales exige un esfuerzo redoblado. En cambio, en Israel sí es posible informar sobre el terreno, al igual que en Líbano. En Beirut trabaja Antonio Pita, corresponsal de EL PAÍS para Oriente Próximo, desde primeros de septiembre. Allí, dice, es más fácil ir al lugar de los hechos y contar con testimonios recogidos presencialmente. Sin embargo, cuenta, la realidad es aún diferente a la de Gaza: en Líbano, una quinta parte de la población ha tenido que abandonar sus casas, pero hay zonas que no han sufrido bombardeos; en la Franja, los gazatíes han sido obligados a desplazarse varias veces y todo el territorio ha sufrido ataques.

Terrorista. Pita recuerda que no existe un consenso internacional sobre la definición de “terrorismo”, porque el debate en torno al concepto se ha politizado tanto que no hay acuerdo. “Se usa más como arma arrojadiza que para aportar claridad”, afirma. “Sin hablar de los contextos y de cómo se perciben en Occidente y en el Sur Global. Es, además, más fácil calificar como terrorista un acto que una organización”. Luis de Vega, enviado especial a Jerusalén, añade que España no incluye a Hamás y Hezbolá en el listado de organizaciones terroristas, aunque sí lo hacen la UE y Estados Unidos.

Hamás. “Llamamos a Hamás organización o movimiento, porque actúan como un agente político que controla y gobierna Gaza desde 2007″, afirma Abellán. Es también frecuente que a los miembros del brazo armado se les llame milicianos, porque responden a una jerarquía.

Hezbolá. Se identifica como partido milicia chií. “Hezbolá ejerce labores de gobierno y controla redes sanitarias y organizaciones sociales en el Líbano”, aclara la redactora jefa de Internacional. “El poder de Hezbolá en Líbano es más complejo que el de Hamás, porque ejerce un poder de Estado dentro de otro Estado”, añade Pita.

Israel. Una de las dificultades para los redactores es cómo sustituir la palabra “Israel” en los titulares para evitar repeticiones, porque no es posible la fórmula tradicional de utilizar el nombre de la capital. El Gobierno israelí ha fijado su sede en Jerusalén, a la que Israel ha nombrado su capital. Sin embargo, la comunidad internacional no reconoce esta decisión y, además, los palestinos también aspiran a que sea la capital de su futuro Estado.

Palabra eludida. Una de las preguntas más repetidas de los lectores es por qué EL PAÍS no califica de “genocidio” los ataques de Israel sobre la población palestina. Antonio Pita cree que no le corresponde al periódico determinarlo, sino al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, donde está ahora bajo investigación. Se trata, recuerda, de un delito particularmente complejo, porque implica demostrar la intencionalidad en el exterminio, total o parcial, de un grupo de población.

Matar y sus sinónimos. Otra de las críticas perennes es el uso de “matar” y “asesinar” como sinónimos en una misma frase, verbos que se intercambian en los textos unas veces para recordar la matanza de israelíes a manos de Hamás del 7-O, otras para los palestinos bombardeados por Israel. Estos lectores reprochan asimetría de trato según el uso que se haya dado ese día: “La descripción de un mismo hecho (matar a un ser humano) se describe de diferente manera para unos y otros”, escribe el lector Carlos López-Aguirre. “En definitiva, matices que dicen mucho de lo que se piensa”.

Llama la atención cómo en la espiral de violencia del conflicto se asume que el verbo “matar” es aséptico, como si no tuviera la connotación de gravedad que se da a “asesinar” u otros sinónimos, cuando también significa “quitar la vida a un ser vivo” y es un delito. El conflicto en Oriente Próximo es lo suficientemente grave y profundo. Basta con describir los hechos con profesionalidad, sin cargar las palabras. En mi opinión, esta es una elección que respeta la inteligencia de los lectores, para que sean ellos, ustedes, quienes se formen su propio criterio.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

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