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Elemental
Coordinado por Juan Carlos Galindo

23 novelas negras muy especiales para regalar en Navidad

¿No sabe qué elegir? Analizamos una selección perfecta del género por excelencia: clásicos contemporáneos en formato XXL, algunas novedades de calidad, historias ambientadas en estas fiestas y más

Una mujer con altavoces leyendo en un salón.Compassionate Eye Foundation/Dav (Getty Images)

Llega la época de los regalos y uno de los mejores momentos para el sector editorial. Dada la cantidad de libros que existen y la buena salud del género negro, la selección incluye apuestas infalibles desde distintos puntos de vista: recopilaciones de series que han hecho historia contemporánea en la ficción negrocriminal, novedades para no quedar mal con esa amiga lec...

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Llega la época de los regalos y uno de los mejores momentos para el sector editorial. Dada la cantidad de libros que existen y la buena salud del género negro, la selección incluye apuestas infalibles desde distintos puntos de vista: recopilaciones de series que han hecho historia contemporánea en la ficción negrocriminal, novedades para no quedar mal con esa amiga lectora que está siempre a la última, alguna curiosidad y un repaso a lo mejor del año para no olvidarme de las grandes novelas que han aparecido en los últimos meses. Todo, como siempre, devorado y analizado. Pasen, compren y lean.

Talla XXL

Elena Blanco, El origen. Carmen Mola (Alfaguara). Alfaguara recoge en un solo volumen las cuatro primeras novelas protagonizadas por Blanco antes de que sus dueños remataran la serie en Planeta con El clan. Un libro esencial para comprender una historia que marcó el género negro en español y le dio un impulso notable. Supuso, además, un motor esencial a la hora de crear una corriente más violenta, más rápida y más cercana al guion. Blanco, Zárate, Chesca, Mariajo y los demás tienen una última cita con los lectores. Quien se haga con este volumen tiene garantizadas unas cuantas horas de diversión.

Las tres novelas de Domingo Villar. 2006, 2009 y 2019 son fechas en la historia del género negro en español. En estos años se publicaron Ojos de agua, La playa de los ahogados y El último barco, las tres aventuras de Leo Caldas y su escudero, el gigantón Rafael Estévez. No le dio tiempo a más, pero ahí dejó tres novelas emocionantes y tranquilas, con un delicado gusto por el policial, con un protagonista que se alejaba de todos los policías literarios que habíamos visto hasta ahora. Siruela, su editorial de siempre, saca las tres reunidas en un estuche. Novela negra blanca, sin los excesos tan en boga ahora, con buenas tramas y mejores diálogos, un rincón en el que quedarse a vivir.

El comisario Montalbano, tres nuevos casos. Andrea Camilleri (Salamandra, traducción de Maria Antonia Menini). Se publican en español los casos del mítico comisario en formato omnibus y según el orden de su edición en italiano, a cargo de Sellerio. Este volumen es especialmente interesante porque, como recoge el propio autor en una introducción deliciosa, los cambios introducidos en la evolución de los personajes (y la sustitución definitiva de algunos secundarios) le permitía arrancar “casi de cero”. Imaginen. En La excursión a Tindari, por ejemplo, nos encontramos a Montalbano con miedo a envejecer. Tiene más de 50 años, pero ese no es el problema, el verdadero drama es que se está quedando viejo: ya no entiende la realidad delictiva que lo rodea. Y atentos al juego de El olor de la noche, donde trata de insertar un relato suyo en uno de Faulkner. El envite y la perspectiva que nos ofrece de un personaje tan conocido merecen la pena.

Novedades criminales

Manifiesto criminal, Colson Whitehead (Random House, traducción de Luis Murillo). Poco se puede decir que sorprenda de uno de los cuatro únicos autores que han ganado el Pulitzer dos veces. Sin embargo, lejos de la comodidad, Whitehead se ha impuesto la tarea de retratar Harlem, Nueva York y por extensión EE UU en los setenta a través de una trilogía criminal. Hoy les traigo la segunda entrega, que supera a El ritmo de Harlem en calidad, fuerza y estilo, y que comparte con el mejor James Ellroy un retrato despiadado, real y atractivo de la corrupción policial. Pero la novela es mucho más, puesto que se trata de un fresco rico y nada amable de una época y de una ciudad. En la trama, encontramos a Ray Carney (hombre de negocios, dueño de una próspera tienda de muebles, antiguo contrabandista de objetos robados y entregado padre de familia) de vuelta al mundo del crimen: la desesperación por conseguir entradas para el concierto de Jackson five le lleva a pactar de nuevo con Mundson, una rata de la alcantarilla policial. Whitehead consigue que nos identifiquemos con Carney incluso ante sus peores decisiones. A mitad de trayecto, el autor nos embarca en otra aventura criminal con Pepper, el amigo de Carney, un delincuente legendario y discreto con cerebro y gusto y tantos matices como personaje que casi supera al protagonista. Lo han contratado como jefe de seguridad de una película de blaxploitation que usa la tienda de muebles de Carney de escenario. Esta incursión en la parte más oscura de una Nueva York en descomposición es magnífica, pero no distrae del objetivo principal. Hay capas que se mezclan sin problemas, imágenes que fluyen, pura literatura que, como diría Javier Cercas, lo es más en tanto que no suena a literatura. En la tercera y última parte todo confluye con un ritmo soberbio: drama social, acción criminal, historia cultural, incendios que arrasan media ciudad, lazos de amistad… El libro tiene tantos niveles de lectura que lo mejor es dejar que se zambullan en él.

Las que no duermen. NASH, Dolores Redondo (Destino). Antes de nada, esta la he escuchado en audiolibro, narrado por la actriz Neus Sendra, una voz habitual y estupenda para este formato. Segunda entrega de un cuarteto que se inició con Esperando al diluvio (en mi opinión, la mejor novela de la autora) en la que nos adentramos en un misterio profundo en los Valles tranquilos con la doctora NASH Elizondo (NASH, en efecto, por muerte Natural, Accidental, Suicidio u Homicidio). La joven Andrea Dancur lleva tres años desaparecida cuando, sin pretenderlo, el equipo de espeleología de la psicóloga forense que dirige la protagonista encuentra su cadáver en las profundidades de la Sima de Legarrea. “En estos pueblos no gusta desenterrar muertos ni desvelar verdades”, le dicen a la impetuosa Elizondo en los primeros compases. Ella se apellida como la localidad porque todo está preñado aquí de la tierra, del valle del Baztán y de todas las zonas transitadas y explotadas por la autora como lugares míticos y criminales. Hay al menos cuatro mujeres bien definidas aparte de la propia víctima, a la que vamos construyendo a través de los ojos de otros: NASH, su madre y los misterios que arrastra a su tumba; la madre de Andrea (una mujer, como tantas, marcada por ese mal socialmente invisible llamado fibromialgia y por miedos inconfesables. ¿La obsesión con la seguridad de su hija tenía algún fundamento?) y la falsa culpable, Salomé, una mujer que se enamora de la madre de Andrea y termina en la cárcel por la desaparición de la joven. Sobre esto, resulta evidente el rastro del caso Rocío Wanninkhof y Dolores Vázquez, pero como ocurría con el asesino John Biblia en Esperando al diluvio (ahí de forma más directa) la realidad se estira y alimenta de otras maneras la ficción. No me interesa lo mítico, las brujas o las leyendas, pero aquí están presentes sin locuras, y la contraposición y la convivencia con la parte científica, encarnada en NASH, confieren equilibrio. Los fans de la autora encontrarán cameos de Amaia Salazar (muy gracioso el juego metaliterario y bien integrada en la trama general) o el policía Noah Scott Sherrington (más anecdótico). Hay aspectos añadidos en la trama (históricos, míticos, forenses, anecdóticos) para construir un tejido que se lee muy bien. Y respiros bien situados, que buscan el confort del lector: ¿quién no querría hablar, y cenar, todos los días con las misteriosas Michelena? De la evolución del crimen, del papel que juega el contexto del primer confinamiento y de otros asuntos deberán enterarse leyéndolo. Se vislumbra en el horizonte una pareja Salazar- Elizondo.

Un corazón tan negro, Robert Galbraith (Salamandra, traducción de Gemma Rovira). Sexta novela de la serie de Cormoran Strike y su compañera Robin. 1.200 páginas de puro entretenimiento ofrecido por J.K. Rowling en su versión negrocriminal. El presupuesto argumental es el siguiente: empieza poniendo sobre la mesa las piezas del juego de tensión sexual no resuelta en las anteriores novelas entre los dos protagonistas y compañeros investigadores para pasar, sin avisos de ningún tipo, a una sarta de noticias y mensajes cruzados en chats de fans de Un corazón tan negro, la serie de animación del momento. Cuando el lector se recupera del shock y se acostumbra a leer páginas partidas en dos columnas con los mensajes de los fans y los moderadores descubre que hay algo muy turbio en torno a esa serie y quienes la veneran. Las conversaciones son de Twitter y foros (es 2015) y a la velocidad que va el mundo parecen arqueología, pero funcionan y son ágiles. Un asesinato termina de complicar el asunto, mucho más oscuro de lo que parece. Pero hay más: Galbraith mantiene abiertas otras investigaciones en las que transita por el procedimental puro (no es normal ver tantas horas de vigilancia o de seguimientos a sospechosos tan bien contadas) y que encuentran tarde o temprano su acomodo en el sentido general de la historia. Es tan buena entreteniendo que llega uno a la página 140 y donde otros muestran los primeros signos de agotamiento o donde algunas novelas se juegan el todo por el todo para la creadora de Harry Potter todo está por empezar. Los engaños, las mentiras que nos contamos y que contamos a los demás, se convierten en la piedra angular de cualquier relación si uno de los dos es detective, y esta idea recorre el libro con especial fuerza. Una novela, por cierto, que entra de plano en el ciberacoso y los ataques de odio, un tema que ha sufrido la autora en sus propias carnes a raíz de unas declaraciones calificadas de tránsfobas por sus críticos. Más de 1.200 páginas dan para muchas cosas, y una de las subtramas más interesantes es la que se desarrolla entre Strike y su antigua pareja Charlotte (una pija acostumbrada a salirse siempre con la suya); un asunto que pone en peligro a la agencia de detectives. Es como una serie de las de antes, de 21 o 23 capítulos, en las que cabe todo. Ah, para los fans: la relación entre Robin y Cormoran sigue entre escarceos e indecisiones. ¿Cuánto dará de sí? Es una locura de novela, por extensión y propuesta, pero funciona así que, ¿por qué no?

Nieve negra, David Torres (Reino de Cordelia). Vuelve Roberto Esteban, el heredero natural por estilo e idiosincrasia, de Bellón y Toni Romano: el héroe solo, el bar cutre, la violencia, la lucidez del que no tiene nada que perder. Un personaje al que conocimos en El gran silencio (2003, finalista del Nadal) y en Niños de Tiza (2009, premiada con el Hammett de la Semana Negra y el Tigre Juan). Doy estas referencias para que el lector se sitúe y vea el recorrido de Esteban, del que hacía demasiado que no sabíamos nada. El envite para Torres era, por lo tanto, considerable. Vemos aquí al boxeador retirado, al buscavidas retirado, compartiendo labores de guardia de discoteca con matones búlgaros. Su vida triste y anodina —de “perro al que nunca le gustaron los collares”—, va a sufrir un terremoto cuando matan a la nieta de la Viuda, la mafiosa para la que trabaja. Esta mujer enigmática y despiadada se lanza a una caza del asesino que apunta a la mafia búlgara y a Bobo, amigo de Roberto Esteban. Ya tenemos los mimbres para iniciar una carrera por los bajos fondos de un submundo criminal descrito sin mitificación alguna. En su lucha por descubrir la verdad y salvar el pellejo, irá acompañado de Gabriela, una joven delincuente hondureña con la que establece una relación muy personal. Sebas, el camarero del Oso panda, el bar en el que siempre son las tres de la madrugada y al que va a menudo a penar el abstemio Esteban, es solo una prueba de la habilidad de Torres para las historias de amistad y los personajes sacados del cine de Howard Hawks. En un final melancólico y cargado de autoironía, Torres deja la puerta abierta a nuevas incursiones en el género y no se despide del todo de su héroe. Esperaremos.

Unos crímenes navideños

La apelación de Navidad, Janice Hallet. (Ático de los libros, traducción de Claudia Casanova). Si se han vuelto locos con El código Twyford, si se engancharon hasta el final con El misterioso caso de los ángeles de Alperton, si han tenido la suerte de caer en cualquiera de las obras de esta Agatha Christie del siglo XXI, llega ahora un cosy crimen con ambiente navideño y que supone una vuelta a su éxito más sonado: La apelación, una novela judicial de gran nivel. Los ingredientes, los de siempre: una trama impecable, mezcla de recursos (interrogatorios, correos electrónicos, mensajes, etc.) y un final puesto con lazo. ¿Se puede pedir más?

Blue Christmas, José Luis Correa (Alba). Sexta entrega de las desventuras de Ricardo Blanco, uno de los personajes más carismáticos y particulares de la novela negra española. ¿No lo conocen? Este es un buen ejemplo de lo que se van a encontrar. Una mujer muerta por sobredosis de cocaína en circunstancias sospechosas da trabajo al policía Gervasio Álvarez en plena Navidad. Y este, de cuya inteligencia no disfrutaremos en entregas posteriores, recluta a Blanco para que vuelva al ruedo, más frágil, más auténtico, un detective único. La resolución del caso es lo de menos, créanme, aquí lo que cuenta es el personaje y su visión de la vida. Sin gabardina ni sombrero, este flaco detective canario desprende clasicismo. Es de hace unos años, pero merece la pena buscarla.

Georges Simenon, con su mítica pipa junto a los canales navegables de Milán en algún momento sin precisar de la década de los cincuenta.Emilio Ronchini (Mondadori via Getty Images)

Los clásicos del género tienen también su episodio ambientado en estas fechas: Agatha Christie (Navidades trágicas, con Hércules Poirot) o George Simenon (La agitada navidad de Maigret), por ejemplo. Y entre las contemporáneas me encanta Un destello de luz, de Louise Penny, porque en pocos lugares la Navidad puede ser más acogedora y peligrosa que en pleno corazón de Quebec, en Three Pines. Una de las mejores investigaciones de la serie del inspector Armand Gamache.

Una de no ficción

El lugar de los hechos, Ricardo Bosque y Jesús Lens (Cazador). Dos grandes conocedores del género (Lens, además, organiza Granada Noir, un ejemplar festival negrocriminal) se juntan en esta aventura lúdica y viajera para enseñarnos el mundo a través de la novela negra y sin movernos del escritorio. El viaje empieza en Londres y acaba en Dakar. Hay datos, anécdotas e historia, elementos bien entrelazados y acompañados de un tono desenfadado, que no informal. Bosque y Lens pasean su erudición por grandes capitales mundiales (París, Praga, Beijing), grandes capitales del género (Fife, Marsella, la imaginaria Vigàta) y sitios pintorescos como St. Mary Mead. No es una guía de viajes, no es un diccionario o un libro más académico (como, por ejemplo, el minucioso Geografías en negro, con los sabios Àlex Martín Escribá y Javier Sánchez Zapatero como editores), no es, en definitiva, tanto un libro de consulta como de disfrute. Algún aficionado se habrá dado cuenta de que no incluye Boston, Los Ángeles o Galveston, es decir, que han dejado fuera Estados Unidos. El hecho de que se subtitule “Un viaje alrededor de la novela negra” puede dar alguna pista.

Algunos tesoros de 2024

Ha sido una estupenda cosecha la de este 2024. Dos de los mejores autores del género (en la actualidad y en la historia) han publicado dos de las mejores obras de su extensa carrera. Me refiero, claro, a Michael Connelly y La espera (AdN) vigesimoquinta entrega de la serie de Harry Bosch y, aunque parezca increíble, una de las mejores.

Y Dennis Lehane, que completa el Golpe de gracia (Salamandra) un extraordinario tour de force de su universo: Boston, crimen y conflictos raciales en una novela que actualiza si no supera a Mystic River. No se pierdan cómo lo contó Carlos Zanón a principios de año.

Y aquí les dejo la lista de los mejores del año de Babelia, en la que ocupa el puesto 17º.

Alicia Giménez Bartlett, en Valencia, abril de 2022.Mònica Torres

Pero no son los únicos nombres a reseñar, ni mucho menos. Si esos dos gigantes tienen un equivalente en España es Alicia Giménez Bartlett, que volvió con una historia de Petra Delicado. La mujer fugitiva (Destino) es la decimotercera entrega de la serie que en 1996 cambió para siempre el panorama noir español con Ritos de muerte. La novela que tenemos entre manos es una delicia que prueba hasta qué punto la autora está en forma, y su personaje también. No les cuento más, les dejo con su entrevista en el pódcast Qué estás leyendo en el que, además, ofrecemos algunas claves para entender su obra y su explosión inicial y les animo a ir corriendo a por sus libros.

Dentro del género surgen continuamente voces poderosas. Es el caso de Liz Moore, quien con El dios de los bosques (AdN) se ha confirmado como una de las grandes autoras de novela negra (y nada convencional). Aquí les dejo la entrevista que le hicimos.

No me quiero olvidar de Rebecca Makkai y su Tengo algunas preguntas para usted (Sexto Piso), un libro que revienta las costuras del género y aporta una visión nueva, compleja y turbadora al tema del consentimiento. Así hablamos de ella en Elemental.

Y me gustaría cerrar este repaso, que es cualquier cosa menos exhaustivo, con una loa a Davide Longo. Su trayectoria lo avala como uno de los grandes autores contemporáneos del género en Italia, donde la competencia no es menor. En este caso nos llegó en 2024 la tercera entrega de su serie de Los crímenes del Piamonte (Destino), a cada cual mejor. Como me apasiona, ya lo recomendé en su día. Lo pueden encontrar aquí.


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