Laura Lippman, la más orgullosa integrante de la tribu negrocriminal
La autora, una de las grandes del género, reflexiona sobre el racismo, la violencia y el lugar desde el que escribe. Asegura que no echa de menos el mundo del periodismo, que retrata con pasión en ‘La dama del lago’
“Desde el inicio tuve claro que iba a escribir novelas de detectives y que, si bien nadie más tenía por qué saberlo, yo necesitaba ser consciente de qué había ahí más allá del misterio de quién era el culpable. Algo más”. Laura Lippman resume así el impulso esencial detrás de su carrera en la novela negra. Habla con frases largas, un torrente verbal potente, dulce y sin rastro de acento de Baltimore, y una sonrisa casi continua. Acaba de aterrizar en Barcelona desde París, donde ha pasado dos días investigando para su próximo libro. Es un jueves frío pero Lippman, una de las ...
“Desde el inicio tuve claro que iba a escribir novelas de detectives y que, si bien nadie más tenía por qué saberlo, yo necesitaba ser consciente de qué había ahí más allá del misterio de quién era el culpable. Algo más”. Laura Lippman resume así el impulso esencial detrás de su carrera en la novela negra. Habla con frases largas, un torrente verbal potente, dulce y sin rastro de acento de Baltimore, y una sonrisa casi continua. Acaba de aterrizar en Barcelona desde París, donde ha pasado dos días investigando para su próximo libro. Es un jueves frío pero Lippman, una de las estrellas del festival BCNegra, parece no notarlo.
La autora estadounidense (Atlanta, 63 años) está en España para hablar de su última novela traducida al español, La dama del lago (Salamandra), una historia negra y criminal que narra la lucha de Madeline Schwartz por hacerse un lugar en el mundo después de haber dejado a su marido y su vida placentera de clase media alta. “Lo tiene todo, pero para ella no es suficiente”, resume su creadora. “Y nadie la apoya cuando toma esa decisión”. Es el Baltimore de 1966 y nada de eso es fácil, menos aún si la mujer pretende triunfar en el periodismo de sucesos. “A Maddie le gusta el crimen porque sabe que no le puede afectar”, reflexiona Lippman con cierta sorna sobre su personaje. Lejos de quedarse en una novela enigma o en un policial al uso, la autora recurre a su propósito inicial, va más allá y elabora una carta de amor al periodismo clásico, al tiempo que describe una ciudad fascinante pero marcada por un clasismo brutal, muy relacionado con un racismo estructural, y carcomida por la violencia. Todos los problemas perennes de la ciudad que adora y en la que aún vive. “Baltimore va mal, pero los que la aman, la aman”.
Los dos crímenes centrales de la novela ocurrieron en aquel Baltimore de los sesenta en el que ella creció. La diferencia, cuenta, es que del primero, una chica blanca, lo supo todo, estaba por todas partes, concentraba el esfuerzo de la policía; de la chica negra del lago (Cleo Sherwood en la novela) no supo nada hasta muchos años después.
Cada libro encierra un reto particular para Lippman. Este es “una suerte de metalibro” en el que pone a una mujer blanca a buscar respuestas, algo que ella lleva haciendo toda su vida, y la rodea de 20 voces distintas que aportan su grano de arena en la historia. “No soy ninguna de esas voces, de esos personajes, pero Cleo podía ser muchas de las chicas con las que fui al colegio. Es más, está inspirada en una amiga de mis tiempos en The Baltimore Sun que ahora trabaja en CNN”.
Fiel a su estilo de abordar cada tema como si fuera el último, Lippman partió de Marjorie Morningstar, de Herman Woke, un libro que lee cada año y con el que está tan obsesionada que sus amigos ya le toman el pelo, para desarrollar el punto de partida de la rebelión de Maddie. ¿Qué pasaría, se preguntó, si lo viéramos desde el punto de vista de la mujer, si fuera ella la que se va, la que ve que aquello con lo que soñaba en el instituto está lejos de cumplirse? Ya en Piel quemada, su anterior novela traducida al español, hay una mujer que deja atrás su vida convencional. “Que un hombre lo abandone todo no es una historia”, suelta con una risa. “Ya lo he usado dos veces, ¿lo volveré a usar? No sé, no sé”. Ella también dejó un trabajo seguro pero que ya no le llenaba en The Baltimore Sun para lanzarse al vacío y tratar de vivir de la literatura tras publicar sus primeras novelas finales del siglo XX. “No echo de menos el periodismo. No, nunca. Hice cosas que me encantaron, muy diversas y necesarias, pero me gusta mucho más escribir y me va mucho mejor. Fuimos, quizás, la última generación que se divirtió haciendo periodismo”, asegura con cierta melancolía pero sin rastro de arrepentimiento. “Hice lo que tenía que hacer. Lo deseaba con todas mis fuerzas y al final lo conseguí”.
Un encuentro con un clásico del género, Donald E. Westlake, fue esencial en ese paso de gigante de esta mitómana de la novela negra. “Es uno de mis grandes héroes y en 2001 lo conocí y me dio un consejo: si piensas con todas tus fuerzas en lo que vas a hacer, saldrá bien. Usa tu imaginación. Y ese consejo de alguien que admiro tanto me valió mucho”.
La herida abierta
Lippman ha vivido siempre en minoría, en barrios negros de ciudades de mayoría negra, (Baltimore, Nueva Orleans y dos años en Houston) renunciando al suburbio blanco de clase media acomodada, la opción mayoritaria para su entorno. Ni así resultaba sencillo entrar en el tema racial. “No lo hice hasta la tercera novela, y la forma en que hablo de ello sigue evolucionando. Creo que puedes escribir lo que quieras, pero entonces tienes que estar abierto a que te digan que lo haces mal. Es muy difícil escribir una novela sobre Baltimore en la que no se aborde el racismo, que es un problema endémico de la ciudad y de todo el país”. La dama del lago se publicó en Estados Unidos en 2019, con Baltimore todavía herida por la muerte en 2015 del joven negro Freddy Gray a manos de la policía. Un conflicto racial que salta rápidamente al lenguaje. Lippman propone reflexión, apertura y calma. “¿Cuál es el problema de pararse cinco minutos a pensar qué palabra usamos? ¿No se supone que es lo que tiene que hacer una escritora todo el tiempo? No es que las palabras cambien, tampoco es que fueran mejores. No me importa dañar los sentimientos de la gente, pero no lo haré por ignorancia. Lo podemos decir de esa manera”, remata tras un silencio no muy largo pero sí significativo.
La dama del lago ha sido adaptada por Apple TV+ con Natalie Portman y Lupita Nyong’o como protagonistas, un proceso del que Lippman se ha mantenido alejada. “Es algo demasiado duro”, bromea. “Lo conozco bien. Demasiadas cosas con las que lidiar: gente, los días de lluvia en los rodajes, los presupuestos que se desbordan… Soy una persona muy sociable, pero si se trata de trabajar, mejor déjenme sola”
En 1997 Baltimore Blues fue el primero de los 13 libros protagonizados por la detective y experiodista Tess Monaghan, una serie que le otorgó sus primeras apariciones en la lista de los más vendidos de The New York Times. No cree que haya terminado con ella, pero se mantiene a la espera de que surja la gran historia, “la que cerrará el ciclo, la última”. Mientras ha ido construyendo un esquema balzaquiano por el que algunos familiares de Tess aparecen en La dama del lago y la propia detective tendrá un cameo en la próxima novela de Lippman.
La conversación vuelve a esa historia en ciernes, al París donde la protagonista busca algo de felicidad, antes de pasar de nuevo por los clásicos, sobre todo Ross MacDonald y su empatía con los personajes, y la discusión eterna sobre los límites del género que, básicamente, le dan igual. “Estoy orgullosa de formar parte de la tribu. Y nunca voy a abandonarla”.