‘Gaua’: las brujas del siglo XVII solo querían amar y vivir en libertad
Paul Urkijo se ha hecho un loable hueco en el cine español con un tipo de película que no hace nadie más: fantasía de época, mitología vasca, cuentos ancestrales, terror de bosque
Paul Urkijo se ha hecho un loable hueco en el cine español con un tipo de película que no hace nadie más: fantasía de época, mitología vasca, cuentos ancestrales, terror de bosque, dolor de seres humanos desfavorecidos. Películas tan influidas por la historia de su tierra y la mitología euskaldun como por el cómic, la novela de aventuras y el ci...
Paul Urkijo se ha hecho un loable hueco en el cine español con un tipo de película que no hace nadie más: fantasía de época, mitología vasca, cuentos ancestrales, terror de bosque, dolor de seres humanos desfavorecidos. Películas tan influidas por la historia de su tierra y la mitología euskaldun como por el cómic, la novela de aventuras y el cine de fantasía. Así eran la singular Errementari (El herrero y el diablo) (2017) y la notable Irati (2022). Con Gaua repite fórmula, pero esta vez con una película de tesis social, y además expuesta desde el inicio: sociedades patriarcales, violencia de género y sororidad, viajando desde el siglo XVII.
Nadie duda que fuera así. Pero la sutileza es invisible en Gaua, con personajes de un solo trazo, buenos y malos de convencionales películas de fantasía. El alcance de aquellas féminas quemadas en la hoguera y consideradas brujas en tiempos de la Inquisición ha cambiado tanto en los últimos tiempos que, más que una reivindicación, lo que quizá necesitaban aquellas mujeres era una reflexión profunda sobre los poderes que las llevaron a la muerte en llamas. Los dos villanos de Gaua —un marido maltratador con todos los tics del siglo XXI, y un sacerdote rijoso—, sin embargo, son de una sola pieza. Y eso al cine nunca le viene bien. A Urkijo le honra haber hecho una oda a la identidad femenina del siglo XVII, entre aquelarres, pasiones, torturas y huidas, pero algunas de sus actitudes más íntimas parecen trasplantadas desde la contemporaneidad.
Lo que sí mantiene Urkijo es su talento para componer imágenes visuales de impacto en torno a la noche, el misterio de los bosques y la superstición. Su cine no tiene parangón por estos pagos. De hecho, salvando las distancias, sobre todo en cuanto a su imaginería, lo más parecido a Gaua y a sus anteriores trabajos serían Akelarre (1987), de Pedro Olea, ambientada también en el siglo XVII, y El aliento del diablo (1993), dirigida por Paco Lucio y coescrita por Elías Querejeta y Manuel Gutiérrez Aragón: épica medieval, choques de poder civil, religioso y social con cierto sentido fabulador. Las brujas de Zugarramurdi (2013), de Álex de la Iglesia, en cambio, circulaba por otra línea, la de la extravagante comedia de terror.
Paganismo y homosexualidad femenina, superstición y religión, opresión y libertad, monasterios y demonios, se funden en Gaua, que encuentra su mejor camino para salir de la discursiva espesura de su primera mitad con un segundo trecho mucho más espectacular y libre en su despliegue de los efectos especiales. Es entonces cuando Urkijo conmueve y divierte con su mitología rural y sus muy documentados demonios, sin tantas (auto)imposiciones morales, e incluso cuando su juego narrativo de muñecas rusas converge finalmente en su estructura circular de fábulas cruzadas.
Por supuesto que es necesaria la dignificación de las brujas de aquella Edad Moderna tan brutal, pero en este caso quizá lo sean más el entretenimiento, el brío y el atractivo visual de un relato, ambientado casi íntegramente durante la noche, y filmado en euskera, que tarda un tanto en encauzar su tono.
Gaua
Dirección: Paul Urkijo Alijo.
Intérpretes: Yune Nogueiras, Erika Olaizola, Elena Irureta, Xabi López.
Género: fantasía. España, 2025.
Duración: 87 minutos.