David Trueba: “Adaptarme a mí mismo ha sido una experiencia traumática”
El cineasta y novelista presenta en Valladolid ‘Siempre es invierno’, una película sobre amores y desamores entre edades no convencionales basada en su novela ‘Blitz’
El cineasta y novelista David Trueba (Madrid, 56 años) clausura este viernes el festival Seminci de Valladolid con el estreno de su nueva película, Siempre es invierno, que llegará a las salas de el 7 de noviembre y que es una adaptación de su novela Blitz. Es la primera vez que el director lleva al cine uno de sus libros, experiencia que considera “traumática”, según confiesa. La película está protagonizada por David Verdaguer, que interpreta a un arquitecto paisajista cuya vida da un giro durante un viaje a Bélgica en el que rompe con su pareja (Amaia Salamanca) y empieza una r...
El cineasta y novelista David Trueba (Madrid, 56 años) clausura este viernes el festival Seminci de Valladolid con el estreno de su nueva película, Siempre es invierno, que llegará a las salas de el 7 de noviembre y que es una adaptación de su novela Blitz. Es la primera vez que el director lleva al cine uno de sus libros, experiencia que considera “traumática”, según confiesa. La película está protagonizada por David Verdaguer, que interpreta a un arquitecto paisajista cuya vida da un giro durante un viaje a Bélgica en el que rompe con su pareja (Amaia Salamanca) y empieza una relación con otra mayor que él (Isabelle Renault).
Pregunta. Bienvenido a Valladolid, donde muchos dicen que siempre es invierno.
Respuesta. (Ríe). Es de esas ciudades de áspera climatología que acrecienta la sensación de soledad. La climatología es el carácter, el turismo no viene porque seamos guapos sino por el clima. El carácter español, esta vivencia en la calle, la socialización, familias grandes, bares, sobremesas largas… es fruto del clima, no de ser bendecidos por la simpatía.
P. Dicen en la película que en Bélgica todo es muy belga. ¿En España es todo muy español?
R. Me burlaba de quien se metía con el cine español porque cuando venían a hacer una película Coppola, Woody Allen o Jarmusch, les costaba. España es un país vivo y es difícil retratar a la gente viva. Me gustan la complejidad, las personas con altos, bajos, emociones calientes, melancolía, tristeza, ironía, alegría, humor.
P. El protagonista protesta porque “no se puede estar con un cantante, solo dan para un rato”. ¿Y con un cineasta o escritor?
R. Son personas con disociación. Aunque estén en una situación vital normal, tienen el elemento creativo funcionando. Eso hace que la persona sea más difícil. Vive dos realidades. Un cantante es aclamado en el escenario y luego es difícil que se baje y le haga la cena a sus hijos, que ayuda a mantener el sentido común.
P. ¿Hay algo más triste que una cama doble de hotel formada por dos individuales?
R. Estar fuera de tu ciudad. En ferias o festivales pasas días donde no conoces a nadie, en habitaciones de hotel tristes, frías. Son momentos de reflexión sobre qué haces, qué eres. Lo tenía presente en la película. Cuando estás fuera, solo, no vas a un gran restaurante. Me gusta lo que cuenta el protagonista, el arquitecto, de su trabajo: en un lugar vulgar puede suceder la cosa más extraordinaria. Que la ruptura sea en un bar de kebabs y no en la torre Eiffel, en un sitio cutre y feo, hace reflexionar de por qué nos encariñamos con cosas feas. Les aportamos un valor sentimental.
P. ¿Se vive mejor con ojos que no ven o con un corazón que siente?
R. Es la gran pregunta. Fernando Fernán Gómez me decía: “Si te garantizaran que siendo tonto no sufres, preferirías ser tonto”. Tener sentimientos y vivir con los ojos abiertos provoca dolor. ¿Es mejor la alternativa, meterte en una nevera? El protagonista, tras una ruptura, queda en bloqueo emocional, la película trata de cómo se desbloquea. El cine ofrece compañía, pero también asomarse a experiencias vitales de otros que acaban conformando tu educación. A la gente le cuesta ponerse en el lugar del otro. El fascismo, machismo, antiinmigración, homofobia… tienen que ver con esa incapacidad.
P. Amaia Salamanca, coprotagonista, sufre en Blitz la crisis de los 36. ¿Ha sufrido usted la de los 56? ¿Qué le queda por hacer?
R. ¡Los acabo de cumplir, no me ha dado tiempo! Combinar los oficios de novelista y de director de cine siempre me permite regresar a cada faceta con el entusiasmo de la primera vez. Mantener el entusiasmo por nuestros oficios es casi una obligación laboral.
La sociedad es muy cruel con las mujeres al no aceptar que sigan teniendo vida pasados los 60″
P. En la película aparece también una mujer de 63 años que dice que ya ha cerrado el capítulo del amor. ¿El amor tiene edades?
R. La sociedad es muy cruel con las mujeres al no aceptar que sigan teniendo vida pasados los 60. En la lista de hombres más atractivos hay dos o tres de 60 años, Brad Pitt, George Clooney, pero no mujeres. Es una lectura cultural injusta. La belleza no está solo unida al esplendor de la juventud. Cuando te haces maduro cierras la puerta a elementos que tienen que ver con la pasión, la locura, dejarte llevar, pero es un poco limitativo. Una escena sexual de una mujer de 63 años y un joven provoca turbación a los espectadores porque no están acostumbrados, es deliberado. Una motivación del cine y la literatura es enseñar lo que no vemos y crear incomodidad placentera.
P. El cine y las artes han expresado el amor y el desamor en todos los lenguajes. ¿Qué hay que considerar para trasladar la era del WhatsApp?
R. El móvil ha contribuido a acelerar las relaciones. Cuando íbamos al instituto, quedar con quien te gustara conllevaba meses de observación. Ahora se resuelve en 35 segundos. Viven 35 años más que nuestros abuelos, pero los jóvenes están angustiados porque se les escapa la vida. No se hace una utilización correcta del tiempo.
Es más fácil adaptar un libro de otros que uno propio, te tienes que enfrentar al autor que lo escribió
P. Ha tardado 10 años en llevar Blitz al cine. ¿Por qué? ¿Se lo plantea con otras?
R. Con novelas mías no, solo Blitz. Hace siete años estuve a punto de rodarla, pero hubo problemas financieros. He tenido muchísimas ofertas para otras y me he resistido. Son más largas, sin los elementos de Blitz para transportarlas. Son más interiores, donde el tiempo pasa en la cabeza. No creo que lo vuelva a hacer porque ha sido una experiencia un poco traumática adaptarme a mí mismo. Es más fácil adaptar un libro de otros que uno propio, te tienes que enfrentar al autor que lo escribió, que era distinto. Cuando lo escribí estaba muy cerca del protagonista masculino, pero ahora más del femenino.
P. ¿Qué producto es más redondo respecto a la idea inicial, el libro o la película?
R. La novela surgió escribiendo Tierra de Campos. Surgió esta historia potente, inmediata, breve, y tuve que escribirla. Es la primera vez que paré una novela para escribir otra. Con la película no tenía esa urgencia y me permitía una reflexión global. El problema de las adaptaciones no es trasladar un libro idénticamente, sino coger la esencia y volverla a crear. En literatura hablas en la intimidad con alguien que va a tomarse pausas. En cine convocas a hora y media de consumo lineal delante de una pantalla con más gente.
P. “A Marta no le gusta perder, ni con su pasado”. ¿Usted ha aprendido a saber perder? ¿Con qué?
R. De pequeño, con hermanos mayores que me ganaban a todo. Ahora miro los festivales desde la distancia, en la Seminci he tenido el lujo de no competir, de solo venir a clausurarlo, pero se generan frustraciones, insatisfacciones, porque compiten películas, libros. No hacemos esto para competir sino para expresarnos. La vida es para estar en ella, no ganar o perder, sin baremo deportivo. Mi libro Saber perder, sobre personas que están traicionándose a sí mismas, transmite que la mayor derrota es no convertir las derrotas en enseñanzas.
P. ¿A quién votarían hoy los veinteañeros de su novela Cuatro amigos?
R. Habría división. Los jóvenes entonces estaban muy despolitizados. A partir de la crisis del 2008 se politizaron en términos laborales y de vivienda. Eso hace que sean más extremistas. Aprendí mucho de tolerancia hablando con la generación de mi padre, agricultor de un pueblo de Castilla, amigo de quienes habían luchado en el bando contrario. Ahora hay gente incapaz de sentarse con quien piensa lo contrario. Los políticos están enervando y crispando, traicionando su misión de que el pueblo pueda convivir pensando diferente.