Víctor Erice antes de recibir el Premio Donostia: “Rechazo esa leyenda épica sobre mí”
El director de ‘Cerrar los ojos’ habla de la faceta sanadora del arte y sobre sus cineastas favoritos apunta: “Son aquellos que hicieron arte sin ser conscientes de ello”
Hoy es el día de Víctor Erice. En las salas comerciales donde llega Cerrar los ojos, y a la vez, en el festival de San Sebastián, donde esta noche recibirá el Premio Donostia, el primero, curiosamente, que logra un cineasta vasco. En su rueda de...
Hoy es el día de Víctor Erice. En las salas comerciales donde llega Cerrar los ojos, y a la vez, en el festival de San Sebastián, donde esta noche recibirá el Premio Donostia, el primero, curiosamente, que logra un cineasta vasco. En su rueda de prensa matinal, previa a la concesión del galardón en la noche del viernes, ha habido tiempo para que Erice, una leyenda a su pesar, hablara tranquilo, incluso se emocionara, al repasar su obra, sus referentes y sus amigos, como Jorge Oteiza.
Aunque nació en Karrantza (Bizcaia) hace 83 años, Erice creció en San Sebastián, y vio su primera película en el Gran Kursaal, el viejo palacio precedente al actual Kursaal. Dedicó unos mimutos a rememorar aquellas tardes de crío. “Hay arte que irrumpe en nuestras vidas, y nos cambia. Por ejemplo, en su faceta sanadora”, algo presente en Cerrar los ojos, “recuerdo desde luego a Jorge Oteiza, algo más que un artista”. En ese momento, Erice se emocionó y se detuvo unos segundos. “Oteiza pensaba en que el arte tenía que convertirse en educación estética e incorporarse a la sociedad. Fue un proyecto truncado. Él decía de manera rotunda: ‘El arte debe morir para que el hombre viva’, que es el gran tema artístico del siglo XX”.
Sobre el cine recuerda que “en épocas de miserias, a aquellos espectadores nos hizo ciudadanos del mundo”. Para Erice, que no quiso hablar de referentes “a los que no llego a la altura de los zapatos”, sí apuntó que sus cineastas favoritos “son aquellos que hicieron arte sin ser conscientes de ello”. Y del viaje histórico del cine, “aquello que inventaron los hermanos Lumière”, solo quedan las salas cinematográficas, “nada más”. Y hasta eso peligra, “abandonando el concepto original de ver algo como experiencia ciudadana compartida, como un arte comunal contemplativo”. Por eso Erice ha reivindicado “la experiencia pública”.
El director de El espíritu de la colmena, Concha de Oro hace ahora medio siglo, he devenido, a su pesar, en leyenda. “Lo siento, desconfío, rechazo esa leyenda épica sobre mí. Como cuando oigo eso de que no hago películas desde hace 30 años. No, he hecho cine, pero fuera del sistema, donde hay muchísima vida. Si me quedo con la leyenda, solo me quedarían tres salidas: el museo de cera, la jubilación o el cementerio. Entenderán que me resista a ello”. Y tampoco, aclara, Cerrar los ojos es un filme “testamentario”. “No soy nostálgico. Y, por cierto, ni un fetichista de la tecnología. ¿Saben cuál es el sistema que ha conservado mejor las imágenes? El óleo”. Aunque hay una gran diferencia entre pintores y cineastas: el azar. “Aunque luches porque intervenga poco, a veces el azar mejora una película, porque no se puede hacer cine a través de procesos inertes”, apuntaba. “Y en su creación formas parte de una fraternidad universal. Los mismos gesto de un director en Tokio los repetirá otro de San Francisco. Te sumerges en una gran familia. A mí me pasó con Abbas Kiarostami, que poseía una gran cultura aunque no era muy cinéfilo. Gracias a nuestras 10 cartas audiovisuales, pude conocer al que creo ha sido el cineasta más importante contemporáneo, la figura fundamental surgida desde los años noventa”.
Erice sigue dando talleres a jóvenes cineastas, y cree que su futuro es más pesimista que el de su generación: “Por culpa de la polución actual de las imágenes”. Y a ellos les recomienda que como espectadores “hagan suyas las películas, porque el cine es del público”.
En su rueda de prensa, Erice ha hablado de varias derrotas de su generación: “Hemos visto morir a los grandes cineastas. Hemos luchado por la excepción cultural, y ¿dónde está ahora la excepción cultural?”. Y de la Concha de Oro para su primer largo, El espíritu de la colmena, que recogió junto al productor Elías Querejeta, el cineasta ha recordado que la mitad del público del acto lo pateó y la otra lo aplaudió. A su lado, Ana Torrent ha sonreído cuando le han recordado la repetición de una frase (”Soy Ana, soy Ana”) presente en ambos filmes: “En todo caso, yo no he estado medio siglo sin Víctor, porque hemos colaborado entre medias, y ahora, al entrar en esta sala y oír los aplausos, es cuando he asumido el tiempo y el viaje”. Más concreto, Erice rememoró: “Fue una película hecha a contratiempo, confirmación de su vitalidad”. Y confesó: “En mi trabajo intento poner lo mejor de mí mismo”. Y en ello sigue.