‘María Callas’: qué frío me resulta el retrato de la diosa
No me hace sufrir su tragedia, estoy deseando que se acabe porque me siento inmune a lo que hace y dice la estilizada, resignada y desolada diva de la ópera
La gente que ama la ópera no encuentra suficientes adjetivos admirativos y enamorados cuando aparece el nombre y el recuerdo de María Callas. Imagino que supone para ellos una eterna e insustituible diosa. Profesando otros ancestrales amores melómanos como el jazz y el rock, tengo idénticas sensaciones que los adictos al bel canto cuando escucho ejerciendo su arte a cantantes que pueden despertar el escalofrío como Billie Holiday y ...
La gente que ama la ópera no encuentra suficientes adjetivos admirativos y enamorados cuando aparece el nombre y el recuerdo de María Callas. Imagino que supone para ellos una eterna e insustituible diosa. Profesando otros ancestrales amores melómanos como el jazz y el rock, tengo idénticas sensaciones que los adictos al bel canto cuando escucho ejerciendo su arte a cantantes que pueden despertar el escalofrío como Billie Holiday y Janis Joplin, dueñas de voces y expresividad legendarias y que al igual que María Callas tuvieron una existencia sufriente y machacada por una inconsolable soledad interior.
En el caso de las dos primeras, aliviada por el voraz alimento de heroína. En el caso de María Callas, murió consumida por el pastilleo y el abuso de la medicación a los 53 años, paseando en plan fantasmal por París, cuidada y protegida exclusivamente por un mayordomo y una sirviente que la conocían mejor que nadie y que la amaban como si fuera su hija.
El director chileno Pablo Larraín, autor de la retorcida y terrible El club y retratista en el cine de otras dos señoras, tan famosas y adoradas como infelices llamadas Jacqueline Kennedy y Diana de Gales, insiste en María Callas haciendo su particular biografía de mujeres que fueron amadas por la gente, pero interiormente heridas o rotas. Aparte de su fama, no se conocen labores creativas de Diana y Jacqueline, pero cuentan que el mundo se paraba cuando María Callas cantaba y actuaba en los escenarios.
Además de la entrañable relación con sus cuidadores, la diva habla de su pasado, y es filmada en el último documental que hicieron sobre ella. Y me cansa un poco la tormentosa relación que tuvo con su devoradora madre o su persistente amor con un fulano que se define a sí mismo en estos términos: “Soy un hombre feo, pero también el más rico del mundo”. No me interesa la madre castradora ni Aristóteles Onassis, el magnate convencido de que todo estaba en venta. Tampoco me fascina excesivamente esa dama tan interiorizada que parece estar despidiéndose de todo, con un estilizado desgarro interior, sabedora de la admiración y el amor que despierta en su amplio y cultivado público.
No me hace sufrir su tragedia, estoy deseando que se acabe porque me siento inmune a lo que hace y dice la estilizada, resignada y desolada protagonista. En ningún momento me abandona la frialdad. Incluso hay momentos en los que involuntariamente se me abre toscamente la boca. Pablo Larraín hace un retrato prescindible aunque hierático y pretencioso de la mujer que regaló con su arte tanto placer y sentimiento a los que escuchaban su voz.
¿Y cuál es el atractivo de esta irregular, estilizada y monótona película? En mi caso, no puedo quitar la vista ni el oído de esa señora que además de belleza natural posee estilo y magnetismo llamada Angelina Jolie. Imagino que esta era una interpretación pensada y planificada para que le concedieran el Oscar. Interpretar a personaje tan mítico se prestaba a ello, pero sorprendentemente no ha sido nominada. Y, bueno, es agradable mirarla. Me ocurre lo mismo con la excelente Nicole Kidman en esa película tan boba, presuntamente audaz, hambrienta de originalidad titulada Babygirl. Algo es algo. Una virtud continua del estrellato con causa.
María Callas
Dirección: Pablo Larraín.
Intérpretes: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer.
Género: biopic. Italia, Alemania, 2024.
Duración: 95 minutos.