‘Las chicas de la estación’: la indefensión de unas niñas abocadas a la prostitución
Juana Macías ahonda en las vidas de unas adolescentes de un centro de menores que esperan algo mejor mientras tienen sus primeros encuentros sórdidos y repugnantes vendiendo sexo
El cine español continúa haciéndose eco de algunos de los grandes temas de nuestra más desequilibrada y penosa sociedad. Si hace dos años Pilar Palomero nos confrontaba en La Maternal con una serie de niñas que, por diversas circunstancias, habían desafiado (o habían sido desafiadas) el fluir natural del crecimiento personal con un embarazo a destiempo, en una película ambientada en un centro en el que crías de apenas 14 años lidiaban con una existencia a contrapelo j...
El cine español continúa haciéndose eco de algunos de los grandes temas de nuestra más desequilibrada y penosa sociedad. Si hace dos años Pilar Palomero nos confrontaba en La Maternal con una serie de niñas que, por diversas circunstancias, habían desafiado (o habían sido desafiadas) el fluir natural del crecimiento personal con un embarazo a destiempo, en una película ambientada en un centro en el que crías de apenas 14 años lidiaban con una existencia a contrapelo junto a sus bebés, ahora Juana Macías da un paso más.
Las chicas de la estación también está protagonizada por chicas de esa misma edad, alojadas en un centro de menores de Palma de Mallorca donde están básicamente a la espera (de un regreso con sus progenitores; de ser acogidas por otra familia; de cumplir la mayoría de edad…), mientras dan los primeros pasos hacia la prostitución con una serie de encuentros fugaces, furtivos, sórdidos y repugnantes en los baños de las estaciones.
Como en varias recientes películas y cortometrajes dirigidos por mujeres sobre temas tan sangrantes como este, hay una mirada radiante de la directora, dentro de la evidente aflicción. En su envoltorio formal, fotográfico y musical (trap y sonidos urbanos), no estamos ante un trabajo lúgubre y sucio, aunque la procesión, evidentemente, vaya por dentro. Y en ese contraste entre la luz exterior de las niñas, pues niñas son, y las tinieblas interiores encuentra Macías algunos de los mejores momentos de una obra inspirada en hechos reales acaecidos en 2019.
En la puesta en escena, Macías, que comenzó su andadura con el Goya al mejor corto de ficción por Siete cafés por semana (1999), seguido de una carrera quizá un tanto desigual pero muy trabajada con títulos de todo tipo y condición, desde el drama más personal (la notable Planes para mañana) hasta la comedia más comercial (las ordinarias Embarazados y Bajo el mismo techo), ofrece una lección de elegancia y pudor, sin perder el contacto con las desgracias. El recurso del fuera de campo (la acción principal se desarrolla fuera del ojo de la cámara) domina el conjunto en los momentos de sexo (¿Sexo, es eso sexo?). Por el contrario, en los berrinches, las discusiones y los desvaríos, entre ellas o con las familias, la espontaneidad y el coraje de sus criaturas hacen saltar chispas a unos palmos del objetivo.
Otras tres vertientes articulan una historia demoledora, con la que resulta inevitable el sobrecogimiento y en la que destacan sus tres magníficas debutantes: Salua Hadra, Julieta Tobio y María Steelman. Primera, la de los padres y madres, irresponsables, cuando no directamente criminales. Segunda, la de las instituciones públicas encargadas de las menores no acompañadas, que quedan más favorecidas en la delicadeza y la comprensión de sus trabajadores que en el esfuerzo de las autoridades. Y tercero, y esencial, el de los hombres que pululan por la historia, elementos imprescindibles para la sangría femenina. Sin ellos, malditos podridos, no habría explotación sexual ni trata de niñas. No habría chicas de la estación.
“No puedes elegir de dónde vienes, pero sí adónde vas”, le dice uno de los educadores del centro de menores a la protagonista. Frase con apariencia de taza pija de autoayuda que, sin embargo, ejerce de bisagra para la autoafirmación de la chica. Y pese a todo, pese a lo descorazonadora que es la película, pese al estómago revuelto que deja con su tristeza y con su rabia, con su amargura y su ímpetu colorista y efervescente, como debe ser la adolescencia, hay un poso de esperanza. He aquí a unas verdaderas guerreras, a las que han obligado desde la infancia a sobrevivir en una batalla continua e injusta, inhumana y terrible. Y el cine español nos sigue contando nuestra mierda debajo de la alfombra.
Las chicas de la estación
Dirección: Juana Macías.
Intérpretes: Salua Hadra, Julieta Tobio, María Steelman, Pepo Llopis.
Género: drama. España, 2024.
Duración: 112 minutos.
Estreno: 22 de noviembre.