Emoción sin arrebato

Fernando Adrián y Borja Jiménez exhibieron un derroche de entrega y compromiso sin remate en el último tercio ante una desigual corrida de Victoriano del Río

Borja Jiménez recibe de rodillas a uno de sus toros.Alfredo Arévalo (Imagen cedida por Plaza 1).

Hubo emoción hasta el final, lo que no es poca cosa; incluso una leve división de opiniones durante la faena de Adrián al quinto, que parecía perdida en el tiempo, y aunque la corrida no respondió a las expectativas, mantuvo el interés por la exhibición de entrega y compromiso de los dos toreros.

Fernando Adrián y Borja Jiménez se tomaron muy en serio el festejo; y eso se notó desde que se rompió el paseíllo y saludaron una larga ovación del respetable.

Cuando no habían acabado lo...

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Hubo emoción hasta el final, lo que no es poca cosa; incluso una leve división de opiniones durante la faena de Adrián al quinto, que parecía perdida en el tiempo, y aunque la corrida no respondió a las expectativas, mantuvo el interés por la exhibición de entrega y compromiso de los dos toreros.

Fernando Adrián y Borja Jiménez se tomaron muy en serio el festejo; y eso se notó desde que se rompió el paseíllo y saludaron una larga ovación del respetable.

Cuando no habían acabado los sones de clarines y timbales, Adrián allá que se fue a los medios a esperar de rodillas al primero de la tarde; pero es que Borja Jiménez hizo lo propio en sus tres toros. Y los dos compitieron en quites y destacaron con el capote en largas cambiadas y afaroladas, a la verónica, por delantales, chicuelinas ceñidas y medias y largas muy airosas. Después, con la muleta ya fue otro cantar. La ilusión se mantuvo hasta el final, pero no hubo lugar a esa faena de arrebato, emocionante y conmovedora que esperaba toda la plaza. Y la responsabilidad fue de los toreros, claro está, y también de la desigual corrida de Victoriano del Río, alegre y mansa en los caballos con la excepción del sexto, que empujó de verdad, pero decepcionante en la muleta; encastado el primero, muy noble el segundo, y sosones y desfondados los demás.

Hasta cuatro largas afaroladas de rodillas trazó Adrián en el recibo a su primero, la primera en los medios y las otras en el tercio. Sus cartas credenciales estaban claras. Lo que sucedió después es que ese primer toro llegó a la muleta pidiendo guerra, vibrante y codicioso, y aunque el torero asentó las zapatillas con firmeza, dio la impresión de que se sintió desbordado por el brío del animal. Las tandas resultaron muy cortas, y solo una de ellas destacó sobre las demás, algo embarulladas por la exigencia del animal.

Con otra larga en el tercio recibió a su segundo, de corto viaje, deslucido y poco agradecido a pesar de la disposición del torero. Su labor supo a muy poco porque, quizá, su oponente no era para recibir pases y más pases sin sustancia. Y quiso echar el resto Adrián en el quinto; de rodillas en los medios comenzó la faena de muleta, con un ajustado pase cambiado por la espalda hasta resultar enganchado por la chaquetilla sin más consecuencias. Su disposición fue total, pero la labor no alcanzó las cotas de interés que se vislumbraron en los inicios. Hubo algún que otro susto más, y poco toreo de verdad. Al final, unas bernadinas ceñidas levantaron los ánimos y también la división de opiniones en el público. Ciertamente, se esperaba más de Fernando Adrián.

Fernando Adrián, en un muletazo cambiado por la espalda a su segundo toro.Alfredo Arévalo (Imagen cedida por Plaza 1).

Como se esperaba de Borja Jiménez, otro derroche de pundonor de principio a fin, pero sin rematar faena de triunfo en ninguno de sus tres toros. Escuchó un aviso en cada uno de ellos, lo que es mala señal, se empeñó en tandas muy cortas, sin tiempo material para saborear nada, y mató mal.

Muy noble fue su primero, y, después de un torerísimo inicio de faena sentado en el estribo de las tablas, los primeros compases con la mano derecha fueron un modelo de suavidad y hondura. Después, bajó el diapasón de la faena por ese interés en acortar las tandas, y cuando su labor descendía por la pendiente del desencanto, dibujó dos naturales brillantísimos y cuatro ayudados por bajo que supieron a gloria, pero mató mal.

Volvió a recibir de rodillas a los otros dos toros, sosos ambos, incómodos, de escaso fuelle en sus entrañas, y Jiménez lo intentó de nuevo en una actuación con destellos de calidad en algunos instantes, pero garabateada por desarmes y enganches.

No fracasaron los toreros, pero de ambos se esperaba más, mucho más. Hubo emoción, pero no arrebato.

Del Río/Fernando Adrián y Borja Jiménez

Toros de Victoriano del Río, bien presentados y astifinos; acudieron con alegría a los caballos pero ninguno hizo una brava pelea a excepción del sexto; encastado el primero, muy noble el segundo, y sosos y descastados los demás en el último tercio. Los tres primeros fueron aplaudidos en el arrastre.

Fernando Adrián: estocada baja (algunos pitos); estocada (silencio); media estocada _aviso_ y dos descabellos (ovación).

Borja Jiménez: pinchazo _aviso_ estocada (vuelta al ruedo); pinchazo y media tendida, descabello _aviso_ y dos descabellos (silencio); estocada baja _aviso_ (silencio).

Plaza de Las Ventas. 5 de octubre. Quinto festejo de la Feria de Otoño. Lleno (21.412 espectadores, según la empresa).

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