‘Joker: folie à deux’: un osado musical amargo con demente plenitud romántica

La vertiente política de la primera parte, coescrita y dirigida por Todd Phillips hace cinco años, fundamental entonces, se ha diluido casi por completo. Pero ha llegado otra revolución

Joaquin Phoenix y Lady Gaga, en 'Joker: folie à deux'.

El Joker ha perdido parte de su gracia, pero no toda. La vertiente política de la película coescrita y dirigida por Todd Phillips hace cinco años, fundamental entonces, se ha diluido casi por completo. Pero ha llegado otra revolución. La revuelta de un autor que ha querido escapar de lo ya demostrado con aquella obra plena de energía visual y sonora, para alcanzar una nueva dimensión estética: la de un musical amargo con temas felices en pleno 2024, cuando a no pocos espectadores les suele salir un sarpullido cada vez que...

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El Joker ha perdido parte de su gracia, pero no toda. La vertiente política de la película coescrita y dirigida por Todd Phillips hace cinco años, fundamental entonces, se ha diluido casi por completo. Pero ha llegado otra revolución. La revuelta de un autor que ha querido escapar de lo ya demostrado con aquella obra plena de energía visual y sonora, para alcanzar una nueva dimensión estética: la de un musical amargo con temas felices en pleno 2024, cuando a no pocos espectadores les suele salir un sarpullido cada vez que en la pantalla un personaje muestra sus interioridades a través de una canción

A Joker (2019) le sucede Joker: folie à deux. Una sorpresa creativa con mucho de valentía, que sin embargo no logra la excelencia de su predecesora. Y no precisamente por sus características musicales, sino por su lado más terrenal: el de un trabajo que cabalga de una forma un tanto desvaída entre el drama carcelario y el drama judicial, dos subgéneros clásicos, por medio de clichés. En el terreno armónico, en cambio, no puede tener más coherencia.

Joaquin Phoenix y Lady Gaga, en 'Joker: folie à deux'.

En los últimos minutos de la primera entrega, con aquella famosa bajada por las escalinatas de Highbridge, en el Bronx neoyorquino, Joker se desembarazaba del tono áspero y lúgubre de la formidable partitura de la islandesa Hildur Guonadóttir, también presente en Folie à deux, para conformar un último trecho que, sin ser un musical al uso, utilizaba un par de canciones que, sonando desde fuera —es decir, extradiegéticas—, partían del interior de un personaje torturado que encontraba en la música y hasta el baile otra variante demente, pero esta vez particularmente lúdica y sanadora. En aquellos instantes previos al desenlace sonaba el clásico That’s Life, con la rotunda voz de Frank Sinatra, y esa última canción de Joker es precisamente la primera que retumba con contundencia en Folie à deux: “Estás en todo lo alto en abril y derribado en mayo / pero sé que voy a cambiar esa melodía”.

Como Bob Fosse, que en 1979 dio responso definitivo al musical clásico americano con la maravillosa All That Jazz (Empieza el espectáculo), otra agria muestra de género sobre el éxtasis y la muerte, que pese a todo contenía canciones con letras felices ilustrando imágenes desesperadas, Phillips ha compuesto una atormentada historia de infelicidad. La sustitución de la lectura política de la primera entrega por una lectura humana y romántica es sorprendente. Ahora bien, aún más chocante es que, desde su estreno en Venecia, se haya intentado esconder que se trata de un musical de forma un tanto ridícula por parte de los encargados de vender el producto y con cierta complicidad de sus artistas. Como si eso fuera un defecto. Si finalmente resulta ser veneno para la taquilla está por ver, pero en el plano artístico, aunque no alcance la cima de la que habla la letra de una de sus canciones principales, al menos sí resulta una muestra de osadía. Al frente, un casi cadavérico Joaquin Phoenix cantando tan mal como cualquiera de nosotros, pero como un torrente de carisma, y una Lady Gaga que lo mismo suelta su chorro de voz que susurra al oído su dolor mental en la prisión psiquiátrica donde se ambienta la historia.

En una película sin apenas exteriores, Phillips se guarda para el final la vertiente sociopolítica, en compañía del complejo túnel del amor. En el flanco romántico, la persona que pretende seguir con la magia del musical, con la falacia del onirismo, choca con el sucio realismo de una demencia cada vez más consciente. Ambas son hermosas, pero quizá ya no conjuguen. Y en el aspecto social, como le ocurría a la primera entrega, el director muestra de qué modo un relato nacido en la fantasía puede tener una interpretación no solo histórica, sino contemporánea: las masas de ciudadanos heridos y enfadados, cuando se juntan, no suelen pensar; solo escupen y además suelen elegir fatal a sus ídolos. Miren si no, en la plena actualidad, hacia qué tipo de personaje se dirigen las loas con el objetivo de salir de su propio atolladero. La masa enfurecida, como ente social, es la que no suele tener ninguna gracia. Incluso menos que el Joker.

Joker: folie à deux

Dirección: Todd Phillips.

Intérpretes: Joaquin Phoenix, Lady Gaga, Brendan Gleeson, Catherine Keener, Zazie Beetz. 

Género: musical. EE UU, 2024.

Duración: 138 minutos.

Estreno: 4 de octubre.

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