Pol Guasch, escritor: “¿Qué sentido tendría amarse si la vida durara para siempre? Ninguno”

El autor de la aclamada ‘Napalm en el corazón’, ganadora del Llibres de Anagrama y traducida a varios idiomas, regresa con su imaginario apocalíptico en su segunda novela, ‘En las manos el paraíso quema’

El escritor Pol Guasch, en el parque de El Retiro de Madrid.Moeh Atitar

El poeta Pol Guasch publica libro. El primero desde de que, en 2021, la novela que había escrito como experimento ganase el premio Llibres de Anagrama y se publicase primero en catalán, Napalm al cor, luego en castellano, Napalm en el corazón (Anagrama) y, más recientemente, al inglés, francés, alemán e italiano. Todos los países la han recibido de forma similar: críticas aplastantemente elogiosas donde el autor es ...

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El poeta Pol Guasch publica libro. El primero desde de que, en 2021, la novela que había escrito como experimento ganase el premio Llibres de Anagrama y se publicase primero en catalán, Napalm al cor, luego en castellano, Napalm en el corazón (Anagrama) y, más recientemente, al inglés, francés, alemán e italiano. Todos los países la han recibido de forma similar: críticas aplastantemente elogiosas donde el autor es el nuevo fenómeno en las letras españolas, una de las firmas con más sensibilidad y futuro de la generación Z europea.

Ahora, Guasch (Tarragona, 26 años; pronúnciese guasc como en ayahuasca) regresa con En las manos el paraíso quema, su segunda novela (y tercer libro tras el poemario La parte del fuego): como en Napalm en el corazón, la historia transcurre en un entorno rural al filo del apocalipsis y se centra en reflejar, entre la hecatombe, lo más valioso de la vida, en este caso, la amistad. En el libro, traducido al castellano por Carlos Mayor, Guasch convierte la relación entre un chico de ciudad y una de pueblo en un catedralicio despliegue de observaciones sobre apegos, apoyos y esperanza en el alma humana.

Pregunta. La parte del fuego, Napalm en corazón, En las manos el paraíso quema. ¿Qué le pasa con el fuego?

Respuesta. Supongo que me obsesiona la idea de la destrucción. La he llegado a vivir como algo bueno. Quizá lo que viene antes de la destrucción, lo que pasa antes del fuego, más que el fuego, ese momento tan fulminante, tan emocionante, que está en tantas cosas que vivimos. El amor, por ejemplo.

P. Ahí van varias respuestas.

R. Si he escrito tres obras que tratan sobre el fuego, ¿cómo voy a ser capaz de responderlo aquí?

P. En un pasaje importante de la novela, un personaje se deprime en una fiesta pensando en su muerte, inminente, prematura. Entonces ve a su amiga, Rita, y vuelve a la fiesta. “Vuelves porque te esperan”.

R. Las cosas tienen sentido porque se acaban. ¿Qué sentido tendría amarse si la vida durara para siempre? ¿Qué sentido tendría tener buenas amigas si la vida durara para siempre? Yo creo que ninguno. ¿Qué pasa cuando te pones en contacto con el límite, cuando lo tocas? La imagen del fuego es muy física. Quema, arde, no lo puedes tocar. Te pone ante el límite, el límite está marcando tu experiencia y lo que tú hagas al verlo la va marcar también.

P. La belleza en el apocalipsis es una constante en su obra.

R. Siempre he vivido la felicidad como algo que es triste y la tristeza como algo que es feliz. Ni en los momentos más felices de mi vida he dejado de estar triste ni en los momentos más tristes he dejado de sentir algo de felicidad. Eso impregna mi obra.

P. Pero no hace literatura deprimente.

R. La gente se sorprende cuando me conoce. Dicen que no se esperaban que sea como soy, que encuentran en mis novelas una oscuridad que no encuentran en mi conversación, y descubren que en realidad hay mucha esperanza en mis novelas también. Lo único que no es una esperanza evidente. Hay que buscarla, hay que encontrarla, pero está.

P. Tampoco usted se prodiga mucho por medios y charlas.

R. Me agobia bastante la exposición porque me aleja de lo que me interesa, que es la literatura. Es más, es que está totalmente en contra de lo que la literatura me ofrece, que es precisamente entrar en espacios de complejidad.

Me agobia bastante la exposición porque me aleja de lo que me interesa, que es la literatura”

P. ¿No se siente famoso?

R. Creo que no lo soy. [Arquea las cejas] Me quieren mucho en mi casa, que no es poco.

P. ¿Le atrae la fama?

R. Yo ni quería ser escritor.

P. ¿Qué pasó?

R. Cuando mi padre murió, yo tenía 15 años. Antes había escrito cositas, mis cuentos de niño pequeño, de un párrafo: con la muerte de mi padre empecé a escribir poemas. Vi que era una forma de comunicarme, expresar, encontrar cobijo, transitar silencios también. [Baja la mirada] Llegué a la escritura de una forma muy obvia, buscando consuelo. Son poemas horribles, tengo que decir.

P. Si le siguieran pareciendo buenos 10 años después...

R. ¿Te imaginas? Antes de esa llegada hubo otra: cuando le escribí un poema a mi madre, no sé, con 6, 7 años. Yo era un niño heavy. Quejica, desobediente, que lleva la contraria por llevarla, ese deporte. Mi madre se enfadaba conmigo, pobrecita. Después de haber intentado pedirle perdón de mil formas distintas y no haberlo conseguido, recuerdo escribirle un poema que todavía tiene colgado en su habitación. Me perdonó gracias al poema. Eso es poderosísimo. De repente yo tenía un poder que nadie me había enseñado en mi casa.

El escritor Pol Guach, en el Parque de El Retiro de Madrid.Moeh Atitar

P. ¿No era una casa cultural?

R. En casa no eran lectores, nadie escribía. Pero había una sensibilidad muy fuerte que pasaba por otros canales. Mi padre era abogado de oficio, o sea, hablaba muy bien. Mi madre era profesora de guitarra, o sea, es músico y tenía una sensibilidad extrema que heredamos silenciosamente. Cada viernes nos llevaba la biblioteca pública. Nos grababa cuentos en casetes y nos lo ponía antes de dormir.

P. Y su entorno tampoco era una capital.

R. Crecí en un sitio donde sentía que la realidad era demasiado pequeña, que yo no tenía las posibilidades que necesitaba para existir. No era un pueblo pequeño, era una ciudad mediana como es Tarragona. Y fui a un instituto público con 1.400 alumnos, ahí había de todo: diversidad no me faltaba. Pero había algo que me ahogaba. Supongo que tiene que ver con este deseo que tengo de trascender los orígenes, también lo tienen mis personajes. Huir del sitio de donde vengo para después volver más tranquilo, más calmado.

P. ¿Para después volver?

R. Es imposible no pensar en volver. Muchas veces me pregunto qué pasará con Tarragona el día que toda la gente que yo he querido ahí no esté, mis abuelos y mi madre. ¿Querré yo volver a ese sitio? Esta pregunta me persigue. Un día volveré a Tarragona, me pasearé por las calles y me diré: “Ay, aquí crecí y fui feliz”. Y ya está, y me volveré después a mi casa, fuera, y tan tranquilo. Pensar eso ahora me desgarra de dolor.

P. ¿Talento y juventud son una mala combinación?

R. Tiene sus cosas difíciles. Entras en un mundo diseñado por y para los adultos, los cuales te leen como si estuvieras todavía por hacer. Hay una cantidad de paternalismo ingente, una mirada muy condescendiente que ve a un escritor joven como alguien que se está formando, está experimentando, que está jugando a ser algo que no es. Y evidentemente estoy experimentando, pero no por ser joven sino porque escribo y para mí la escritura es experimentación. Si escribo de aquí a 20 años espero conservar la manera con la que me relaciono ahora con la escritura. Mucha gente, de mi editorial, los lectores, otros escritores, me habla como a un igual. Pero esto no significa que no haya mucha gente que me mire con condescendencia. Por ser joven, por ser catalán, por ser queer.

P. Quizá si fuera reivindicativa y autobiográficamente queer, le arrogarían menos cosas.

R. Más que mostrar a dos maricones que están solos me interesa preguntarme por qué estos dos maricones están solos, porque también me ayuda a preguntarme por qué muchos maricones hoy están solos.

Más que mostrar a dos maricones que están solos me interesa preguntarme por qué estos dos maricones están solos, porque también me ayuda a preguntarme por qué muchos maricones hoy están solos”

P. ¿Eso se lo pregunta mucho?

R. Hombre, ¿la soledad queer? ¿No crees que es una cosa que nos preguntamos todos, aunque no lo digamos y no lo aceptemos?

P. ¿Usted está solo?

R. No. Pero no sé cómo me sentiré en 30 años, en 40 años.

P. ¿Tiene ese miedo?

R. Es que creo que es inevitable, forma parte de nuestra forma de estar. Tener ese miedo es casi constitutivo de la experiencia marica.

P. ¿Por eso ha escrito un libro sobre la amistad?

R. Yo siento que mis amigas me han salvado. Eso no quita que haya amigas que me hayan abandonado, que me hayan enfadado, que hayan sido en momentos malas amigas. Decir que la amistad te salva no es romantizar la amistad.

P. ¿La romantizamos?

R. Nos pensamos que la amistad es un vínculo libre, desinteresado, emocional. Y no. La amistad puede ser eso, pero también es una negociación. Nace de la necesidad y tiene algo de cálculo. Quería mostrar todo eso. Para mí la protagonista de esta novela no es ni Liton ni Rita, es la amistad, es la cosa que miran juntos y que construyen juntos. Y de la cual se separan juntos. Y que, por tanto, echan de menos juntos.

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