Ancianos y obesos

Talavante cortó una oreja al único toro con clase de una desfondada corrida de Juan Pedro Domecq; Morante y Aguado solo mostraron detalles con el capote

Alejandro Talavante, en el tramo final de su faena de muleta al quinto toro de la tarde.Kiko Huesca Efe

Las tres primeras faenas de muleta comenzaron con fuerza…, con la fuerza de una gaseosa que tras el estampido inicial las burbujas desaparecen al instante. Las tres, como un deslumbrante fuego artificial que pronto se apaga y abre paso a la penumbra.

Morante y Aguado de idéntica manera, con una inspirada mezcolanza de trincherazos, molinetes y remates por bajo elegantísimos que en ambos casos abrieron la espita de la esperanza; y Talavante, de rodillas, en los medios, con cuatro derechazos un poco atolondrados y, ya en posición vertical, una trincherilla y un pase de pecho emocionantes.

Pero en los tres casos se desmoronó la ilusión a causa de la falta de casta y de fuerza de los toros de Juan Pedro Domecq, que, con la excepción del quinto, ofrecieron un desfile de kilos, carne fofa, ideal para el matadero, muy escasa de bravura y codicia. Los seis toros, cinqueños, y un par de ellos a pocos meses de cumplir los seis años, muy cómodos de cara, eso sí, e inservibles para la lidia. Ancianos, que es una condición y no un defecto, y obesos, que no figura entre las necesarias características del toro bravo.

Morante escuchó una bronca de campeonato en el que abrió plaza. Y lo que ocurrió fue que lo recibió de capa y, al primer intento de verónica, el toro huyó de su lado hasta la puerta de cuadrillas. En esto que aparece Curro Javier, miembro de su cuadrilla, y el animal se encariña con él, de modo que humilló de mil amores en los tres o cuatro preciosos capotazos que dibujó el torero. Volvió Morante y quedó claro que no había entendimiento entre los dos, entre el engaño por alto y la cara del toro por las nubes. Tras lucirse en banderillas Joao Ferreira con un buen segundo par, Morante quiso recuperar la amistad perdida con su oponente y ahí se produjo ese inicio venturoso de faena, pero estaba claro que no había atracción mutua. Tras una primera tanda en la que el toro soltó la cara en su embestida, el torero desistió y pidió la espada de verdad. La plaza, mientras tanto, se levantó en armas y la bronca fue sonora.

Después, lo intentó de veras en el cuarto, otro descastado sin ápice de fortaleza, pero todo quedó en una buena intención.

Antes, en el tercer toro, se atrevió con un quite a la verónica en el que pudo más el deseo que la ejecución, al que respondió Aguado con templadas chicuelinas.

También se paró ese toro, con el que Aguado trazó algunos muletazos tan limpios como fríos, y ni siquiera eso pudo conseguir ante el marmolillo sexto que carecía de vida. A este, no obstante, lo recibió con un manojo de lentísimas verónicas, que evidenciaron, sobre todo, el muy escaso poderío del animal.

Y Talavante, que también se estrelló con la ausencia de casta de su primero, al que recibió con un abanico de verónicas y chicuelinas muy jaleadas por el público, llegó a tocar la gloria con los dedos en el quinto, el de más peso, curiosamente.

Ese fue el único toro potable, con clase y cumplidor en el caballo, de toda la corrida, y llegó al tercio final con movilidad y humillación en su embestida. El torero comenzó con ayudados por alto, y acto seguido encadenó dos tandas de naturales intermitentes, acelerados, sin reposo ni hondura, limpios, sí, pero sin grandeza alguna, a pesar de los excesivos vítores que mostró el público presente. Hubo una tanda de derechazos con poco mando y otra final por naturales aceptables, cerrados con tres molinetes. Unos pases por bajo con la pierna genuflexa precedieron a una estocada baja que, por fortuna, dejaron el premio en una sola oreja.

Domecq / Morante, Talavante, Aguado

Toros de Juan Pedro Domecq, con exceso de peso (entre 578 y 672 kilos), muy cómodos de cara, mansurrones en los caballos, muy nobles, blandos, descastados y desfondados en el tercio final. Cuarto y quinto cumplieron en varas, y este último destacó por su clase en la muleta.

Morante de la Puebla: tres pinchazos y un descabello (bronca); pinchazo hondo y estocada corta caída (silencio).

Alejandro Talavante: dos pinchazos, estocada y un descabello (silencio); estocada baja (oreja).

Pablo Aguados: dos pinchazos, estocada, un descabello -aviso-, y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y un descabello (silencio).

Plaza de Las Ventas. 29 de mayo. Decimoséptima corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de "no hay billetes" (22.964 espectadores, según la empresa).

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