Pablo Ochoa de Olza, artista urbano: “El grafiti es arte, no suciedad”
El creador se recuerda de adolescente pintando a la carrera en paredes y puertas de Pamplona. Desde entonces, ha compatibilizado el spray con los lápices, tintas o pinturas allá donde encontrara un hueco
Pablo Ochoa de Olza (Pamplona, 56 años) se recuerda de adolescente pintando a la carrera en paredes y puertas de su ciudad natal. Eran trazos y garabatos con los que mostraba los sentimientos furibundos de cualquier chico de 16 años. Desde entonces, ha compatibilizado el spray con los lápices, tintas o pinturas allá donde encontrara un hueco sobre el que hablar de sus sentimientos. Su vida y obra se han ido desplegando en los muros de ciudades como Madrid, Barcelona, Nueva York, Ecatepec (México)...
Pablo Ochoa de Olza (Pamplona, 56 años) se recuerda de adolescente pintando a la carrera en paredes y puertas de su ciudad natal. Eran trazos y garabatos con los que mostraba los sentimientos furibundos de cualquier chico de 16 años. Desde entonces, ha compatibilizado el spray con los lápices, tintas o pinturas allá donde encontrara un hueco sobre el que hablar de sus sentimientos. Su vida y obra se han ido desplegando en los muros de ciudades como Madrid, Barcelona, Nueva York, Ecatepec (México) o Medellín (Colombia). Padre de cuatro hijos y casado con Marta Arzak (subdirectora del Museo Guggenheim Bilbao) pocas cosas le complacen más que investigar y estudiar, un afán que le ha llevado a convertirse en restaurador de arte antiguo y programador de robots de pintura.
Pregunta. Acaba de inaugurar exposición en la galería Flecha de Madrid y tiene planes de participación en otros foros [Arturo Soria, Art Madrid]. ¿Ha dejado el grafiti?
Respuesta. Todo lo que hacía de joven y ahora es arte urbano. Cambian o se enriquecen las técnicas. Ahora, por ejemplo, utilizo transparencias [pintura acrílica sobre vidrio templado], pero todo es igual de auténtico. Es puro y no hay ánimo de lucro cuando lo estás creando.
P. Pero en las paredes exteriores no hay negocio y en la veintena de obras que vemos en esta sala sí hay comercio.
R. Claro. Yo soy el mismo, haga lo que haga y lo que más me gusta es abrir caminos que no han sido transitados por otros.
P. ¿Cómo podríamos definir hoy el grafiti?
R. Igual que siempre. Algunas características serían que son actos espontáneos sobre grandes formatos [paredes, trenes, túneles], los trazos son rápidos y enérgicos y hablan de la angustia del momento. Y es arte efímero porque depende del capricho de autoridades, propietarios y situación atmosférica
P. Una de las transparencias que expone representa una escena urbana que ocurre en el Raval, en el espacio en el que el MACBA saca su basura. Los cubos están “decorados” con grafiti y algunas técnicas básicas de arte urbano como las pegatinas. Escribe usted que a menudo hay más arte en el exterior que en el interior del museo. ¿Haciendo amigos para posibles exposiciones?
R. No pretendo hacer amigos. Pero pensemos también que ellos deberían de reflexionar antes de tirar la basura sobre las vistas urbanas que tienen delante. Si alguien grafiteara en las paredes interiores del museo, seguro que no pasaba nada. Si es fuera, tenemos un problema.
P. ¿El grafiti siempre es arte?
R. Siempre. Salvo que se haga con fines decorativos, entonces no lo es. A veces vemos paredes enteras pintadas, pero han sido pagadas por los comerciantes e incluso por los ayuntamientos. Insisto, eso no es arte.
P. ¿El grafiti se persigue igual en todas partes?
R. No. En Berlín, por ejemplo, es difícil encontrar un huequito para poner algo, por pequeño que sea. No te lo pueden borrar. Los problemas empezaron con Edward Koch, cuando era alcalde de Nueva York en 1982. Declaró la guerra al grafiti y la mayoría de los ayuntamientos occidentales organizaron “brigadas antigrafiti”. Mientras persiguen a los grafiteros evitan ocuparse de temas que sí les corresponden como la contaminación, la delincuencia, la marginalidad, el sinhogarismo, la prostitución o el tráfico de drogas. Por su culpa han desaparecido de las calles obras maravillosas de Hambelton, Haring, Basquiat, Banksy, Jonone, JR, Vihls, Os Gemeos y millones otros.
P. ¿Cómo las eliminan?
R. Mandatarios ignorantes ordenan a sus operarios arrasar con máquinas de chorro de arena o pintura gris aplicada a rodillo. Si alguien usara esos métodos en obras del MoMA o del Museo Guggenheim, acabaría en prisión.
P. ¿Qué opina de Banski?
R. Banksy es el Leonardo o el Picasso de nuestros días. El tío es muy grande. Como artista callejero tiene el mérito de saber aplicar como pocos el estarcido o stencils [técnica que consiste en usar el aerosol de pintura sobre una plantilla determinada a partir de la que puedes reproducir la imagen las veces que quieras]. Trata los temas más dramáticos y urgentes de manera diferente al resto. Hace dos años supimos por la prensa que Banksy había comprado un buque llamado Louise Michel, como la anarquista feminista francesa. Había zarpado en secreto desde el puerto de Burriana y su misión era rescatar emigrantes en el mar. Dicen también que tiene un hotel en Cisjordania en el que da cobijo y atención a los palestinos, pero todo en él está envuelto de secretos.
P. Se conocen menos nombres de mujeres que de hombres en el arte de las calles.
R. Hay más mujeres en el arte legal que en el ilegal. Hay algunas fantásticas, como Larrie, la ratita de Malasaña.
P. ¿Le gustaría ver su obra en un museo?
R. Me encantaría. Creo que no se ha hecho ninguna gran exposición dedicada al graffiti. Yo he investigado durante mucho tiempo y es un material que nadie ha recopilado para tener perspectiva.
P. ¿Ha sondeado a algún museo?
R. Sí. He hablado de ello con los directores del Guggenheim y del Bellas Artes de Bilbao. A ver si hay suerte.